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11. Maljut (el Reino)

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Maljut representa la más pura materialidad, la densidad de toda la energía. Este es un elemento clave de toda la tradición judía. La acción práctica en la materialidad. La importancia de los hechos. No solamente pensar, no solamente sentir, sino lograr la materialización del Reino de los Cielos aquí en la Tierra. El misticismo judío no es pura metafísica, sino que en Maljut demuestra lo «conductual». La realidad material representa el desafío de la práctica. Debo llevar las teorías y los pensamientos (de la Biná), la sabiduría (de la Jojmá), todas las emociones de la tríada intermedia (Jesed, Guevurá y Tiferet), a través de las dimensiones inferiores, hasta la acción transformadora de la materia. La «acción material» es fundamental. No hay Keter (no hay Corona) si no hay Maljut (si no hay Reino).

Tengo que aceptar el grado de divinidad que existe dentro de la materia (Shejiná). No puedo considerar la materia como mala por sí misma, ya que ninguna energía dimensional es mala en sí, sino que cada energía es lo que es; lo que la transforma en negativa es el uso que realizamos de ella. Las transgresiones en la materia son el materialismo y el espiritualismo (que no significa espiritualidad). El materialismo es creer que la materia es la única realidad existente, como si las energías ocultas que operan detrás de la realidad material no existieran. ¿Cómo se puede pesar y valorar materialmente la amistad? Imposible. El materialismo, al reducirnos a la materia, nos distorsiona la percepción de toda la realidad. Aceptamos la materia como una realidad objetiva, pero debemos sospechar de llevar al exceso el grado de su utilidad, no sea que idolatremos la materia como un Dios en sí mismo.

Maljut representa la dimensión de las necesidades corporales (materiales), el comer, el beber, etc. Pero no debemos confundir las necesidades materiales de Maljut con los deseos materiales más allá de dichas necesidades. Lamentablemente, nuestra sociedad actual ha realizado una mezcla entre las necesidades biológicas y los deseos materiales que no son estrictamente necesidades, y nos ha creado la ilusión de transformar muchos deseos materiales en verdaderas necesidades. Al crear esta confusión, muchos sujetos con la justificación real del sostén económico (satisfacción de las necesidades materiales) llevan sus deseos materialistas al extremo. Pero si la transgresión del materialismo es un problema real del ejercicio subjetivo de la percepción de la materialidad, el polo opuesto es el espiritualismo radical donde, al renunciar a la materia, lo que hacemos es negar las reales necesidades materiales de la existencia física, lo cual provoca una patología espiritual a la que podemos denominar como espiritualismo. El espiritualismo se fuga de la realidad material, considerándola como intrínsecamente negativa. Es decir, el espiritualista representa la contracara y la misma cara que el materialista.

El espiritualista niega Maljut por Keter, y entonces no comprende cómo funciona Keter en la materialidad; y el materialista niega Keter por Maljut, y entonces no comprende cómo funciona Maljut. Si Maljut representa el realismo filosófico y Keter el idealismo más elevado (mesianismo), si Maljut es la pura inmanencia y Keter la pura trascendencia, la psicología del misticismo judío trabaja la compatibilidad y coordinación de la inmanencia y la trascendencia como dos caras de la misma realidad estructural. Una inmanencia materialista imposibilita la explicación de la realidad, y una trascendencia idealista desligada de la materia tampoco explica la realidad. ¿Cuál es el error de ambas tendencias? Absolutizar esta realidad fragmentaria del mundo inferior, cuando la única posibilidad de absolutización se encuentra fuera del vacío, en el Ein Sof. La absolutización (dogmatización) de una dimensión situándola de forma preeminente frente a las demás causa inexorablemente una distorsión total de la realidad.

La aceptación de la materialidad, la aceptación de la biología (de la animalidad), es comprender cómo las energías más altas se pudieron comprimir en las formas más densas para traer luz. La materia puede causar por sus niveles de contracción muchos tipos de oscuridad, pero en la interioridad esencial de la materia (dentro de Maljut) existe la Luz divina del nivel más alto del Or Ein Sof (la luz del Infinito).

Por lo tanto, debemos satisfacer las necesidades biológicas (aceptación de la materia) y no huir de nuestras obligaciones en el campo material, y al mismo tiempo no obsesionarnos con la materia como si fuera la única realidad existente porque estaríamos negando la idolatría con el pensamiento, y entonces nos transformaríamos en idólatras por la actuación material. El materialista, pues, se transformaría en un falso monoteísta porque endiosaría los fragmentos del mundo material. Ni negación de la materia (por fuga) ni obsesión por la materia (por deseos descontrolados). Porque la pobreza material representa un problema en esta dimensión, ya que no se pueden satisfacer las necesidad materiales, así como la riqueza, ya que no se sabe cuál es el sentido de la materia. Y así dice el texto bíblico (Proverbios 30:7-9):

«Sólo dos cosas te he pedido, oh Dios; concédemelas antes de que muera: 8aleja de mí la falsedad y la mentira, y no me hagas ni rico ni pobre; dame sólo el pan necesario, 9porque si me sobra, podría renegar de ti y decir que no te conozco; y si me falta, podría robar y ofender así tu divino nombre.

Ni la materia en exceso, ni la insatisfacción de las necesidades materiales básicas. Con la primera puedo cometer la idolatría de las formas materiales, con la segunda puedo violar todos los mandamientos con tal de sostener a mi familia. Porque si me sobra y si me falta puedo perder el equilibrio. Por ese motivo, a quien le sobra debe pensar en quien le falta, para que ninguno de los dos materialice una transgresión. Porque si me falta todo o lo pierdo todo, maldeciré y me rebelaré como lo hizo Job, y porque si me sobra todo o lo tengo todo, no comprenderé el sentido de la existencia como lo hizo el autor del Eclesiastés.


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