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23. La soledad del Yo y la ilusión de seguridad de la Biná psicológica

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«Los días pasan y se han ido y uno encuentra que nunca tuvo el tiempo suficiente para estar con uno mismo».

NAJMÁN DE BRATSLAV

Si el Yo sufre, indudablemente se encuentra en una situación de contradicción que no logra resolver. El sufrimiento esencial se encuentra en la base del vivir dentro de la dualidad del sistema inferior del Árbol de la Vida, porque el primer sufrimiento es la conciencia de nuestra subjetividad solitaria. La soledad del Yo es la representación de la conciencia del mundo inferior. El precio que el Yo tuvo que pagar para ser Yo es su estado de soledad estructural porque ahora es un ente «diferente» del resto de la naturaleza, en la medida en que debe sostener una consciencia subjetiva. Esta «subjetividad» lo atrapa dentro de su soledad estructural. El Yo se siente solo porque en tanto Yo está realmente solo, porque su subjetividad psíquica no le deja percibir que es un fragmento del Ein Sof dentro de las manifestaciones.93 El Yo es al mismo tiempo parte de la misma naturaleza, y a la vez es diferente. La diferencia la establece la Biná del Yo, porque la Jojmá psicológica es la que continúa con la consciencia de unificación del Yo con el resto del sistema (No-Yo). La Biná nos reafirma en nuestra identidad, y la Jojmá nos libera de toda identificación subjetiva haciéndonos conscientes de ser partes de la manifestación general.

Cada vez que la Biná psicológica del Universo de Yetzirá nos provoca un aumento de la subjetividad, automáticamente creamos una sensación mayor de soledad estructural. Si solo percibimos la realidad desde la más pura subjetividad, el estado de soledad radical nos lleva automáticamente a un egoísmo material y fragmentario dentro del mundo inferior.

Las limitaciones subjetivas que conforman toda subjetividad se encuentran dentro del Yo mental (Biná psicológica), sin embargo, dicho Yo mental puede (debe) ser resituado en otra posición por un Yo extra-mental (o mentalmente intuitivo de la Jojmá psicológica).

Cuando percibimos las dicotomías como reales, toda nuestra percepción es dolorosa, todo se transforma en un mundo de blancos y negros (el mundo de los absolutos fuera del Ein Sof, de los dogmas, de los axiomas, etc.) donde no existen síntesis, ni matices ni conciliaciones, es el mundo de las «idolatrías» de todo tipo (la percepción inferior del mundo inferior, porque debemos lograr la percepción superior del mundo inferior, ya que nunca se anula el mundo inferior).

Si la psique se vuelve un ente limitado por sus fronteras mentales de la que se excluyen las zonas grises, entonces fijamos dogmas o líneas de defensa subjetivas. Y todos sabemos que el sujeto (como todo ente finito dentro de la realidad espacio-temporal) es un ser transicional. Establecer un solo concepto fijo dentro de la realidad mental es dogmatizarnos de forma inevitable. Todos los conceptos deben ser interpretables, y todo asunto debe ser producto de una serie de matices permanentes. Sin un trabajo de interpretación eterno, los conceptos mentales de la Biná se pueden transformar automáticamente en dogmas fijos.94

Todo este trabajo lo hace la Biná psicológica con el objetivo de defender nuestra supervivencia subjetiva. Sin embargo, estas defensas excesivas de los niveles de subjetividad se pueden convertir en herramientas negativas (y de hecho realmente se convierten) para la propia elevación psicológica del sujeto.

Toda palabra que pronunciamos nunca es específica si no se encuentra dentro de un sistema permanente de generalizaciones. Todos los conceptos son en realidad operativamente «dogmas» a los que se les ha dado un sentido absoluto. Nuestras propias palabras dentro de este mismo texto pueden ser consideradas «absolutas», y esto provoca que la Biná se sienta segura y cómoda operando sobre dogmas limitados y supuestamente controlables. Sin embargo, si profundizamos en cada concepto, podemos percibir que la cantidad de zonas grises son mayores que los límites impuestos a través del lenguaje por la necesidad de seguridad mental que tiene nuestra Biná psicológica.

Todas las generalizaciones son dogmáticas, y toda palabra debe necesariamente generalizar, lo que hace que cada palabra adquiera una potencia negativa por sí misma si no se la comprende a partir del sistema general y en tanto fragmento dependiente.

Denominamos como conciencia tiferética aquella por la cual el Yo se refuerza constantemente, y la conciencia ketérica aquella por la cual el Yo desea unirse y fundirse al No-Yo. La conciencia tiferética es la que une mi Yo interior al Yo mental de la Biná. La Biná controla mi Tiferet, y le otorga seguridad emocional, lo cual es positivo en un estadio del desarrollo humano, pero se vuelve negativa dicha seguridad en tanto se puede producir una falta de creatividad. La Biná psicológica al operar como Madre arquetípica nos otorga a toda costa la seguridad que necesitamos para operar de forma mínima sobre la realidad general.

La cábala

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