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1. Keter (la Corona)

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Es la dimensión más alta, y la más compleja para ser explicada conceptualmente. Keter significa la «Corona». ¿Quién tiene la Corona? Solamente Dios es el poseedor de la «Corona». Entonces, ¿el hombre tiene acceso a este nivel divino? La respuesta resulta paradójica, ya que simultamente es un sí y un no. ¿Cómo es posible no acceder y acceder al mismo tiempo? Keter representa la extracción de todas mis potencialidades ocultas, y el interrogante que nos hacemos es: ¿No tengo siempre mayores potencialidades ocultas que no he extraído aún desde mi interioridad? Siendo Keter el arquetipo indefinible, donde todos los arquetipos no funcionan porque allí se encuentra la máxima aspiración ideal de mi Yo. En Keter se encuentra la «Verdad», ¿y quién puede conocer la Verdad? ¿Quién puede conocer la Torá en términos absolutos? Si todos nos encontramos en «Daat» (el Conocimiento), Keter es el conocimiento unificado de toda mi realidad psíquica en su conjunto. En Keter me he vaciado de mi subjetividad para acceder a los universos superiores de Briá y de Atzilut, porque no puedo conocer nada si yo soy algo; entonces, debo autocomprenderme como parte de la «Gran Nada» (Ein Sof) del Infinito para así destruir mi subjetividad en los niveles superiores y así acceder a Keter, porque a Keter no puedo acceder sintiéndome un sujeto (Tiferet). Si deseo acceder al deseo infinito, entonces debo renunciar a mi autorrestricción constante (que puede llevar a la autoculpabilidad) derivada de mi finitud. Debo aceptar mi «finitud» y aceptar que a través de mi «finitud» solamente puedo acceder al Daat (el Conocimiento). Pero para acceder a Keter exclusivamente lo tengo que hacer aniquilando mi finitud en términos mentales, y al ser parte del Ein Sof, entonces puedo conectar mi vacío interior con el vacío interior cosmogónico del Ein Sof. Mi centro del Yo se encuentra en el Universo de Yetzirá, pero ahora voy a dar un salto cualitativo entre mi Yo como centro y mi Yo como «nada». A pesar de que no podré renunciar físicamente al mundo inferior (universos de Yetzirá y Asiá), sí puedo comprender un grado superior a mi propia subjetividad. No estamos haciendo referencia a un pensamiento lateral desde otro ángulo espacio-temporal, sino desde la «Eternidad» donde no existe ya ningún condicionamiento subjetivo a la liberación de mis energías.

La pregunta en Keter es: ¿Quién realmente ha llegado? Nadie ha llegado a ningún lugar porque en realidad no existe «el lugar». Y uno asume que camina sin llegar y que trabaja no por los resultados, sino por el placer del esfuerzo para aumentar los niveles de conciencia, porque avanzamos sobre el Ein Sof para simplemente captar en mayor medida la Luz divina, y así extraemos todas las potencialidades subjetivas de nuestra interioridad con el objetivo de ampliar un Kli (recipiente). Sabemos que nadie ha llegado a ninguna parte porque se llega al No-Lugar. El disfrute constante de mi voluntad al absorber los niveles superiores de la Luz del Ein Sof puede verse afectado cuando los límites de mi propia subjetividad operan y me distorsionan automáticamente la realidad cósmica tal cual es.

En mi Keter psíquico es cuando me encuentro simultáneamente en el Daat cosmogónico que percibe algo del Keter cosmogónico del Adam Kadmón. Encerrados en los niveles más bajos de los universos inferiores podemos percibir los niveles de la Eternidad. Mi limitación como fragmento del Ein Sof no me lleva a la frustración, y tampoco a la aceptación simple de la realidad, sino que, por el contrario, mi limitación me lleva a comprender que en los niveles más altos de mi conciencia puedo acceder a una comprensión «Eterna» de la realidad, porque mientras me mantenga percibiendo el orden espacio-temporal siempre estaré en posición inmanente; en cambio, cuando percibo la realidad desde la «Eternidad», entonces es cuando percibo la trascendencia. Keter no significa simplemente que he vencido psicológicamente la muerte física, sino que en realidad no existe muerte física porque todo es energía. Y que si la conciencia general más allá de mi subjetividad continúa existiendo, entonces la misma «conciencia es trascendencia». Solamente la existencia material (física) es inmanente; en cambio, las energías reales que operan en los universos superiores y que se encuentran ocultas detrás de los universos inferiores son todas «trascendentes», porque son conscientes de su estado de «Eternidad». No hemos llegado a Keter, porque la sensación de haber llegado es propia de la conciencia finita; en cambio, el Infinito nunca llega a ninguna parte porque allí no existe ni el espacio ni el tiempo. Porque el Yo no tiene que ir hacia ninguna parte para ser Yo, el Yo es Yo en cada sitio que el Yo ocupa, porque si el Yo se subordina al lugar que ocupa, deja de ser un sujeto para convertirse en un objeto determinado siempre por su situación espacio-temporal. El Yo debe pasar de su conciencia histórica a una conciencia atemporal de eternidad.

Si te preguntas, ¿has llegado a Keter?, y respondes que no has llegado, entonces misteriosamente se produce la última paradoja existencial, y entonces has llegado. Pero si respondes que has llegado, en realidad paradójicamente no has llegado a ningún lado. Por lo tanto, si crees haber llegado en el orden espacio-temporal, no has llegado en el orden de la trascendencia y sientes que nunca llegaras al Ein Sof, entonces misteriosamente te encuentras en Keter, porque la sensación de «nunca-llegar» te extrae de tu interioridad todas las potencialidades.

En Keter no hay avance ni hay retroceso, todo es avance, pero un avance hacia el Ein Sof, un avance que nunca termina, porque el sentido de la existencia del ser humano se encuentra en llevar el Daat (el Conocimiento) a su máximo nivel (a Keter); por ese motivo, algunos cabalistas denominan a Daat como el Keter caído. Si has llegado a la sensación de ser feliz a pesar de no llegar nunca, entonces te encuentras en Keter; pero si has llegado a la sensación de ser infeliz por no llegar nunca, es que opera tu mente en el orden espacio-temporal y no en el orden de la eternidad.

Toda la infelicidad se deriva de los aspectos finitos de la conciencia que se desarrollan dentro del orden espacio-temporal; en cambio, la felicidad real se deriva del aspecto infinito del ascenso constante de la consciencia.47 Aunque algunos puedan pensar que la intensidad existencial es equivalente a la escasez de tiempo material en esta realidad, el misticismo judío entiende que el sentido de la existencia es intrínseco a la misma existencia y no tiene relación directa con la limitación espacio-temporal.

En definitiva, en un orden hipotético de eternidad física, el ser humano podrá encontrar un sentido esencial independiente de los niveles de escasez temporal. En la «eternidad material» de la existencia, el sentido de la vida se independizará de la escasez.

La cábala

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