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24. La conciencia «ketérica» y los conflictos derivados de la Biná psicológica

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«El hombre no cambia con la muerte de su parte inmortal, sino que es mortal e inmortal incluso en vida, al ser tanto Ego como Self».

CARL GUSTAV JUNG

En cambio, la conciencia ketérica es la que une la Biná con la Jojmá en un plano superior, es la que eleva el Daat al máximo nivel posible de mi subjetividad, y al mismo tiempo recorre el camino de la desubjetivizacion del sujeto.

Por lo tanto, la conciencia ketérica se produce por la intervención de la Jojmá psicológica que destruye transitoriamente los límites psicológicos que otorgan un tipo de seguridad proveniente de la Biná psicológica.

El mundo o el universo de la fragmentación nos hace percibir la realidad como diferenciada y, por lo tanto, habitualmente puede ser conflictiva, y nosotros (nuestro Yo) nos situamos en algún punto espacial y temporal del conflicto. Es interesante ver cómo nace dentro de la Biná psicológica la paradoja que estamos explicando: por una parte, la necesidad de seguridad de la Biná hace que se «dogmaticen» las realidades percibidas a través de la conceptualización (Hod), pero al mismo tiempo, al realizar este proceso de dogmatización conceptual, inevitablemente creamos conflictos permanentes con todos aquellos fragmentos exteriores al concepto que, en el intento de relacionarlos, lo que hacen es destruir las fronteras conceptuales.

¿Cómo sostener la individualidad subjetiva de mi Yo y simultáneamente a partir de mis diferencias reconciliarme con el universo de los otros o, mejor dicho, con el Universo en su totalidad? Sosteniendo la diferencia subjetiva en el plano inferior, y trabajar en una conciliación constante de mis fragmentos en el plano superior. ¿Cómo ser un fragmento del Ein Sof y no defender mis fronteras subjetivas que provocan el conflicto permanente con el entorno? ¿Cómo sostener mis diferencias subjetivas en una empatía constante con el entorno y no como un sistema defensivo de conflictos potenciales o reales?

Si mi «Yo» percibe a los «otros» como enemigos, entonces la identidad de mi Yo es muy débil, porque toda diferencia es percibida automáticamente dentro de un conflicto. Si mi «Yo» percibe a los «otros» como amigos, entonces mi identidad no tiene temor a ser destruida por las diferencias y, por consiguiente, no debe defender nada ya que no existen amenazas a la identidad. Además, ¿para qué tengo que defender una subjetividad que lo que provoca es una distorsión permanente de la realidad? No debo defender mi «subjetividad» como un elemento fijo, porque lo que realmente estoy provocando es un conflicto permanente con el entorno; lo que realmente debo construir es una «subjetividad dinámica», que destruya constantemente los límites fijos de mi subjetividad estática.

El principal problema de mi subjetividad es el deseo de la Biná de fijar de modo estático dicha subjetividad. Si puedo lograr dinamizar mi subjetividad y, por medio de la autocrítica constante, destruir de forma permanente los límites de mi propia identidad con el objeto de ampliar mi Kli de recepción, todo supuesto ataque exterior a mi subjetividad queda anulado de modo anticipado, debido a que mi propio Yo mental puso en tela de juicio las fronteras fijas de su propia subjetividad.

Por lo tanto, cualquier ataque exterior a mi subjetividad se debe volver ineficaz porque en realidad no ataca a ningún sujeto, en tanto considero que mi subjetividad representa una verdadera distorsión para alcanzar mayores niveles de consciencia. Un proceso constante que lleve al Yo a reconocer las «seguridades» de la Biná como ilusiones en el mundo superior, y que estas seguridades son las que causan mi falta de crecimiento definiendo mi subjetividad en un punto estático dentro de la realidad.

La verdadera amenaza a la identidad del Yo es cuando el Yo percibe las diferencias como amenazas, es decir, cuando son las percepciones negativas de mi Yo las que constituyen realmente la verdadera amenaza. Y mi Yo percibe las amenazas a su subjetividad en cuanto considera al sujeto como un punto fijo y dogmático, porque si el sujeto destruye su subjetividad en la máxima medida posible, la flexibilidad que adquiere es de tal nivel que no existe ataque a ningún punto fijo dogmático.

El mal antes de atacar debe establecer un punto fijo; y si en un plano superior disolvemos transitoriamente nuestra subjetividad dentro de las manifestaciones cosmogónicas del Ein Sof, entonces no existe el mal ni el bien como entidades estructuradas y conceptualizables. Cuando reducimos dogmáticamente un concepto dentro de la realidad (y no trabajamos en las constantes matizaciones), el mal puede atacar, porque, en realidad, la misma dogmatización es un elemento de seguridad ilusoria de la Biná que distorsiona la realidad, y entonces se produce el efecto contrario al buscado por la Biná. Si la Biná psicológica buscaba seguridad a través de las dogmatizaciones conceptuales, lo que ha dado como resultado es el ataque más radical a entes fragmentarios que se autoconsideran como absolutos.

La cábala

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