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33. Los dos tipos de felicidad

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«El ocio no suprime, sino que, por el contrario, intensifica la sensación de vacío del hombre».

JOSEPH FABRY

Entonces podemos percibir dos tipos de felicidad de acuerdo con cómo el sujeto se encuentre operativo, el Yo en el orden inferior posee una felicidad condicionada por los objetivos alcanzados dentro de dicho orden. Todas las sensaciones de felicidad del mundo inferior son transitorias porque dependen de resultados; en cambio, la sensación de felicidad continua (en el orden transcendente) se alcanza cuando el Yo es feliz por su expansión constante de su vacío interior independientemente del reconocimiento exterior. El sabio cabalista judío Yehudá Albotini dijo: «que cuando la crítica y el elogio no te afecten», has ingresado a percibir la cábala. La felicidad del mundo inferior es dependiente de resultados exteriores, en cambio la felicidad del mundo superior es constante y no es dependiente ni del bien ni del mal. En el mundo inferior cuando existe el bien se es feliz, y cuando opera el mal se es infeliz; en el mundo superior, en cambio, ni el bien ni el mal pueden afectar a la felicidad constante en el orden trascendente, ya que siendo el Ein Sof lo inalcanzable, la felicidad trascendente se fundamenta sobre el deseo infinito de alcanzar el Ein Sof.

Lamentablemente, la felicidad del orden inferior es dependiente del exterior social. La necesidad de un «honor exterior» de muchas personas hace que las energías psíquicas fundamentales para el crecimiento interior se pierdan malgastadas en la búsqueda constante del reconocimiento exterior. Sin dicho reconocimiento exterior social, entonces el Yo se siente menor, y he aquí que si la autoestima depende del otorgamiento del honor exterior, entonces creamos un tipo de felicidad inferior dependiente de factores externos, y no logramos una felicidad interior.107

El éxtasis de la consciencia de un fragmento finito cuando se siente parte integrante del Ein Sof es de una magnitud indescriptible porque se alcanza la felicidad constante. Este éxtasis es independiente de los logros finitos en el campo de la materia.

Es permisible y altamente deseable para el misticismo judío el estímulo a los jóvenes (hasta los 40 años) dentro del mundo inferior, pero mientras tanto, debemos entrenarlos para que el sentido de la existencia de cada ser humano sea independiente de los estímulos fragmentarios y finitos de la materialidad inferior. Lamentablemente, muchos continúan en la segunda etapa de la existencia atados a la felicidad inferior dependiente del exterior, y no logran percibir otro tipo de felicidad que la que se encuentra atada a los fragmentos finitos de la realidad inferior.

Los dolores reales del mundo inferior no son anulados por dicha felicidad constante (el misticismo judío sostiene el realismo material de Maljut), sino que son resituados, es decir, reinterpretados a la luz de la percepción del mundo superior. El dolor opera en cada nivel dimensional, y no existe el no-dolor, sino que existe el aprendizaje constante (incluso un aprendizaje dentro del dolor).

En cada nivel de percepción, una persona se encuentra en un nivel diferente de consciencia porque en cada nivel dimensional existe otra relación de tiempo-espacio. No existimos dentro de una sola relación tiempo-espacio, sino que, sin saberlo, para los antiguos místicos judíos podemos acceder de forma abstracta a estos niveles dimensionales superiores. Es más, sabemos que podemos superar todas las relaciones dimensionales del Tiempo-Espacio para acceder a un tipo de pensamiento en el nivel de Atzilut (dentro de la Eternidad). Lograr el acceso a dicha Conciencia Alef más allá de los condicionamientos de tiempo y espacio es adquirir la felicidad interior constante independiente de los factores externos.

Existen personas cuyo nivel de consciencia es bajo comparativamente frente a otras, pero siempre debemos recordar que todos los niveles de consciencia, tanto los comparativamente superiores como los comparativamente inferiores, son «nada» frente al Ein Sof, y a pesar de que cualquier persona (incluso el Mesías)108 parezca ser «algo», en realidad es nada frente al Ein Sof. Cada uno puede expandir su Kli de acuerdo con la naturaleza de la raíz de su alma y de acuerdo con su propio esfuerzo personal.

Es muy confuso establecer una definición conceptual del grado de conciencia que tiene cada sujeto debido a que cada uno opera dentro de una dimensión diferente en cada momento de su existencia, y en general operamos en muchas dimensiones sincronizadas. Debemos establecer la comparación de los diferentes momentos históricos del mismo sujeto para lograr un cuadro de resultados de sus cambios de percepción.

Alcanzar un grado de conciencia superior no implica dentro de la cábala hebrea la renuncia a ninguna de las dimensiones del Árbol de la Vida. Muchos sujetos con un alto desarrollo espiritual pueden pasar desapercibidos dentro de la realidad material, porque no es la difusión pública del sujeto lo que lo engrandece, sino que es justamente su vida interior lo que hace que una persona alcance dicha felicidad interior, porque todos debemos operar en todas las dimensiones al mismo tiempo. Lo que realmente alcanza un grado de conciencia superior se oculta detrás de todos los niveles dimensionales en los que operamos, porque debemos operar dentro de todos ellos, porque hemos sido predeterminados estructuralmente para trabajar en todas las dimensiones.

Nunca el trabajo en las dimensiones inferiores me rebaja a un nivel inferior, (si pensamos de este modo, estaríamos creando una elite espiritual), sino que, por el contrario, todo trabajo en las dimensiones inferiores me eleva; por ese motivo se han creado las dimensiones inferiores, porque todas las dimensiones, desde las más bajas en la densidad de la materia hasta las más altas de acuerdo con nuestra capacidad y esfuerzo, son oportunidades de crecimiento, y así logramos operar con la conciencia de ascenso espiritual constante, donde lo más bajo de la materia puede ser elevado y se puede poner al servicio de nuestra felicidad interior.

Porque, en realidad, no hay nada «abajo» ni hay nada «arriba»,109 ya que todo lo que existe abajo es fiel reflejo de las energías que operan arriba, fuera del espacio vacío. En otros términos, en cualquier nivel dimensional en que nos encontremos trabajando estamos operando en todos al mismo tiempo. Porque cada energía, por más limitada que sea en el campo de las dimensiones inferiores (las más densas de la materia), tiene efectos generales en todo el sistema cosmológico.

Todos los cabalistas están de acuerdo en que no es posible obligar a una persona a elevarse del nivel de consciencia que posee si no es por su propio «Entendimiento».110 Existe, pues, un «motor interior» (algunos cabalistas lo denominamos como la «Voluntad») dentro de cada sujeto. Pero cada sujeto debe extraer esta voluntad potencial y llevarla al «acto». No existe dentro del misticismo judío una teoría desvinculada de la acción material, y por ese motivo no se puede especular en los mundos superiores sin llegar al acto material.

El trabajo de todo místico judío es unir Keter con Maljut, y demostrar que las aparentes contradicciones entre las dimensiones más bajas frente a las más altas no existen. Las «contradicciones» parecen existir en el mundo inferior porque nosotros ignoramos el sistema de relaciones objetivas que se oculta debajo de la realidad general.

Por más que una persona aprenda teóricamente la cábala, no alcanzará a experimentarla sino a través de su propio esfuerzo personal, de su propio Entendimiento, ya que nadie puede reemplazar el Kli del otro, nadie puede extraer la misma Luz a pesar de que dicha Luz tenga la misma fuente (el Ein Sof). Nadie puede extraer la Luz que solamente el otro puede extraer. Porque la misión de cada «fragmento del Ein Sof» es extraer la parte de Luz del Ein Sof que solamente ese sujeto específico puede extraer. Todos estamos llamados al trabajo de iluminación del mundo (la redención mesiánica).

Debe existir, pues, un tipo determinado de energía interior que haga que el Yo pueda disfrutar elevándose en su nivel de percepción. Esa energía que al principio parece ser el producto de la «subjetividad», en realidad, termina unificándose con el entorno. Porque existe un gran secreto de la cábala «y es que todo lo que aparentemente lo hacemos bajo nuestro nombre, por nuestra subjetividad, y por nuestra exaltación del Yo, si quiere elevarse, debe elevarse más allá de sí mismo».

Existe un nivel de felicidad dentro de nuestra consciencia subjetiva que supera finalmente nuestra propia subjetividad. Y el mérito real del trabajo subjetivo es llegar a la destrucción de la centralidad subjetiva. Cuando el sujeto alcanza la felicidad a través de la salida de su subjetividad, entonces se produce un refuerzo de su voluntad subjetiva y, al mismo tiempo, de forma paradójica, un aumento de su vacío interior. Se amplía el Yo por el autorreconocimiento de su propio vacío interior.

Si existe un «dolor específico» (y por lo tanto no existe el disfrute), se debe comprender que el nivel al que se ha accedido no es el que nos corresponde. No se debe forzar al Entendimiento a subir de nivel si no se encuentra con la preparación adecuada. Cuando el nivel compensatorio del disfrute supera al del dolor, la persona se encuentra preparada para cambiar de nivel. El aprendizaje del dolor, aunque no lo anula, lo trasciende para permitir al sujeto elevarse hacia mayores niveles de consciencia.

Si la felicidad del ascenso del nivel de conciencia es superior al esfuerzo, entonces el camino de ascenso se potencia. Todo esfuerzo en el orden material y dentro de los otros niveles dimensionales es compensado automáticamente por un nivel de felicidad interior trascendente que no tiene relación alguna con ningún fragmento del orden inferior. Al acceder a dicho estado constante de felicidad, el Yo abandona todos los intentos defensivos de su propia subjetividad, y sitúa todas sus energías psíquicas para el constante crecimiento. En este punto, nada obstruye a la voluntad del Yo a continuar su ascenso imparable para lograr la extracción de las máximas potencialidades de su interioridad; en este nivel, hasta la sensación de vacío existencial se transforma en parte integrante de la felicidad, y no en causa de dolor y frustración. El sostén del vacío y su permanente ampliación son ahora una condición fundamental para lograr la felicidad interior constante.

En dicho nivel superior, todo es ascenso, y por lo tanto, aunque exista materialmente el esfuerzo, el grado de felicidad interior al que llega el Yo anula todo concepto de «esfuerzo», y entonces el esfuerzo de los niveles dimensionales inferiores se transforma en un «flujo permanente» hacia los niveles superiores. En este punto, todo lo inferior deja de ser inferior y pasa a formar parte de una misma unidad de consciencia.

Porque en los niveles más elevados de consciencia todo esfuerzo deja de ser esfuerzo, y a partir de ahí desde este punto, la felicidad interior se convierte en un flujo constante de energía que va desde el Ein Sof a través de nuestro Yo, donde apartada la subjetividad expandimos el canal del flujo de Luz divina proveniente del Ein Sof. Entonces nos convertimos en lo que realmente somos «conciencias unificadas» en la raíz general del Ein Sof.

El dolor (como todo mal) opera desde la ignorancia, por ese motivo, un aumento del Daat, temporalmente, también aumenta el dolor, pero otorga como resultado un placer tan alto que se anula el dolor inicial porque se puede percibir la existencia de un modo diferente. Es como si en algún momento de nuestra existencia convivimos con la paradoja de placer/dolor, donde el «placer» de nuestro crecimiento interior termina ganando sobre todo posible dolor, a pesar de su magnitud. Vencer todos los males y convertirlos en «Bien» es la tarea del judaísmo en este mundo.111

Existe, pues, dolor real en las siete dimensiones inferiores, y existe felicidad interior real a pesar del dolor en las tres dimensiones superiores. En la dimensión de Biná comprendemos la raíz de la estructura de las dimensiones inferiores, en la Jojmá alcanzamos la percepción de la vanidad del mundo inferior (o de la fragmentación),112 y en el nivel de Keter, anulamos toda conciencia del Yo en función de un centro psíquico, para pasar a ser un fragmento del Ein Sof dentro del Ein Sof, y al alcanzar la conciencia de la Nada destruimos toda distorsión real en la comprensión general cosmogónica.

Alcanzar «Keter» tiene un alto precio, y en realidad como allí nos encontramos en el «Daat Cosmogónico» subjetivamente no alcanzamos nada concreto, lo que alcanzamos es un estado donde opera la modificación permanente de nuestros estados de percepción de la realidad. Entonces somos una parte del No-Yo, y es entonces cuando modificamos la percepción general en todas las dimensiones, porque todas ellas ahora trabajan para un crecimiento espiritual constante de toda la estructura. Todas las energías psíquicas ya no se encuentran distraídas en los mundos inferiores, sino focalizadas en la elevación trascendente de dichos mundos inferiores.

En la psicología del misticismo judío sabemos que si una persona modifica su estado de percepción, entonces dispone de una estrategia global que altera sus estados de consciencia. En un nivel superior (en el estado psicológico de la Merkabá), el Yo toma el control de sus percepciones hasta tal punto que las puede modificar para anular el dolor. No estamos diciendo que el dolor no continúe existiendo en los niveles inferiores, sino que el dolor queda suprimido a nivel mental.

La cábala

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