Читать книгу Dolor y política - Marta Lamas - Страница 8

El feminismo antisistema

Оглавление

Mientras las llamadas feministas neoliberales buscan cómo realizar ajustes, incluso en su apariencia física y su conducta, que les permitan un avance individual (Fraser 2013; Rottenberg 2018), la mayoría de las feministas latinoamericanas cuestionan esos elementos clave del modelo hegemónico. Ésta es una característica de los nuevos feminismos en América Latina, atravesados la mayoría de ellos por un impulso antisistema, que ven a esas otras feministas como cómplices del capitalismo. Las reflexiones feministas latinoamericanas abordan los efectos del neoliberalismo en el continente, y en especial suelen enfocar su análisis en el racismo y en la vigencia del modelo colonial en las subjetividades, al mismo tiempo que difunden las reivindicaciones de poblaciones indígenas, afrodescendientes y marginadas. Sin embargo, también en nuestra región circula esa poderosa difusión cultural y mercantilizada del término feminismo, y coincide con el estallido de las movilizaciones de jóvenes anticapitalistas, antirracistas y antipatriarcales. Aunque el carácter de las luchas feministas en América Latina es distinto de las que se desarrollan en el Primer Mundo, también aquí hay grupos de mujeres, especialmente jóvenes, que comparten la cultura de la confidence.

¿Hasta dónde un giro local de la confidence culture es precisamente la asertividad que se ve en las nuevas movilizaciones feministas, que incluso raya en temeridad? Lucía Álvarez Enríquez cataloga las movilizaciones de mujeres en México que han ido in crescendo como “un movimiento álgido y novedoso, que en muchos sentidos puede catalogarse como de ‘nuevo tipo’” (2020:149). Esta socióloga mexicana señala que el movimiento tiene: “un lenguaje muy ‘propio’, directo y confrontativo” (2020:149) y también plantea que

la irrupción y/o expansión del movimiento feminista en México en el 2019 es claramente un fenómeno “diferente” que poco se parece a la tradición que conocemos en nuestro país bajo ese nombre —movimiento feminista. Con esto quiero decir que es un proceso de acción colectiva que ha emergido, se ha mostrado y se ha sostenido a través de modalidades que no habían sido las usuales en el movimiento feminista desarrollado en México durante las cinco décadas anteriores, desde los años 70 cuando se generaron las primeras manifestaciones en torno a la problemática de género (2020:156).

También para Álvarez Enríquez ha sido la violencia contra las mujeres lo central en las protestas, y ella señala que el movimiento:

Se ha caracterizado desde el inicio por fuertes exabruptos y explosiones de rabia contra los hombres, las instituciones, los medios y las complicidades silenciosas; de aquí también los mecanismos radicales y disruptivos que las protagonistas han implementado; el tono de exigencias sin cortapisas, la intolerancia, desesperación y hartazgo ante la falta de respuesta de las instituciones y el uso incluso de la violencia como medio para sacudir y llamar la atención (2020:158)

Desde hace varias décadas, las manifestaciones públicas en contra de la violencia hacia las mujeres han estado vinculadas a la fecha emblemática del 25 de noviembre (Día de Lucha contra la Violencia hacia las Mujeres).²³ A partir de 2015 se nota un cambio, pues las tecnologías de la información y la comunicación (tic) convocan y acompañan las protestas, y posibilitan que la movilización no se dé únicamente en las calles, sino que también se manifieste virtualmente. Las tic han sido una herramienta renovadora del feminismo: lo que se exige en un lugar llega casi simultáneamente hasta otros países, e incluso a los confines del mundo. Plataformas como Facebook y Twitter han facilitado las convocatorias extendiendo campañas de denuncia impulsadas por mujeres jóvenes, como #MiPrimerAcoso, #NoTeDaVergüenza, #NoTeCalles, #NiUnaMenos, #MujeresEnHuelga, #NosotrasParamos y finalmente, los variados #MeToo. Eso ocurrió con la convocatoria a la megamarcha en Argentina en junio de 2015 que, con el lema Ni una más, movilizó a cientos de miles (Accossatto y Sendra 2018; Pisettta 2019). Esa frase ya había sido usada antes, supuestamente desde 1995 en relación con los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, y la movilización en Argentina la viralizó en todo el continente. Evidentemente hay una relación intrínseca entre el medio, el instrumento y el contenido de los mensajes convocantes, que luego inciden en las modalidades de organización resultante, y ése es un tema a investigar más.

En México, desde hace tiempo la conmemoración del Día Internacional de la Mujer había conservando su matiz laboral, y en las tradicionales marchas del 8 de marzo los contingentes de sindicatos y partidos ocupaban un amplio espacio, incluso en la descubierta (la primera línea de una marcha). Pero en 2016 fue diferente. El 8 de marzo, en la Ciudad de México, el Ángel de la Independencia se llenó de jóvenes vestidas de morado para marchar hasta el Zócalo. Esa vez, además de las consignas que aludían a cuestiones laborales (¡Basta ya, basta ya, de violencia laboral!, ¡Mujeres contra el despido, contra el charrismo sindical, mujeres organizadas luchando contra la patronal!), aparecieron jóvenes que bailaban y coreaban consignas feministas contra la violencia machista, como Se va a caer, se va a caer, el patriarcado se va a caer. Mes y medio después, el domingo 24 de abril de 2016, se llevó a cabo la Movilización Nacional contra las Violencias Machistas en más de cuarenta ciudades de México. Ésta fue la mayor marcha hasta ese momento, ni siquiera las movilizaciones tradicionales, que conmemoran fechas emblemáticas (8 de marzo, 28 de septiembre y 25 de noviembre), fueron tan nutridas y combativas como ésa. Yo quisiera creer que la fecha también conmemoraba que se cumplían nueve años desde que la Asamblea Legislativa del entonces Distrito Federal aprobó las reformas para la interrupción legal del embarazo en la Ciudad de México, pero esa coincidencia no fue tema de debate.²⁴ El llamado se planteó principalmente como una movilización en contra de la violencia. El evento, al que se nombró la Primavera Violeta, surgió de “colectivas” independientes que la convocaron gritando ¡Vivas nos queremos! En conferencia de prensa Minerva Valenzuela, Cynthia Híjar, Mar Cruz y Lulú Barrera, todas ellas activistas feministas, enfatizaron que el movimiento era apartidista y autónomo:

Saldremos a defender la alegría, el habitar espacios públicos que es un derecho que nos ha sido despojado con la cotidianidad violenta, desde lo más micro hasta lo político.

La convocatoria especificó que toda persona podría asistir a título personal, o de colectivos feministas, pero que no se aceptaría la representación de partidos políticos. La marcha salió de Ecatepec, en el Estado de México, una de las entidades con mayor número de feminicidios del país, y reunió en la Columna de la Independencia a miles de mujeres indignadas y esperanzadas que expresaron su repudio y su hartazgo ante la violencia machista. Participaron mujeres de distintos estratos sociales, variadas ocupaciones y diferentes edades, algunas que se autonombran feministas anarquistas junto con jovencitas de secundaria y prepa, y una gran cantidad portaba el pañuelo verde que simboliza la lucha por la legalización del aborto. También cientos de hombres las acompañaron en su protesta, algunos ubicados en un segundo plano, respetando el protagonismo de quienes pensaron y organizaron esta movilización, otros contemplándola, desconcertados o también agresivos. Hubo un Pronunciamiento²⁵ en el cual se reflejaban la amplitud y diversidad de quienes protestaban:

Hoy mujeres obreras, campesinas, indígenas, mestizas, estudiantas, militantes, maestras, activistas, trabajadoras sexuales y trabajadoras del hogar, artistas, cocineras, lesbianas, bisexuales, heterosexuales, mujeres trans, disidentas sexogenéricas, mujeres de todas las corporalidades, mujeres con discapacidades, mujeres de todas las clases, profesionistas, analfabetas, encarceladas, guerrilleras, presas políticas, parteras, chamanas, mujeres en situación de calle…, tenemos un propósito común: manifestar nuestro absoluto hartazgo, nuestra rabia acumulada en contra de la violencia estructural, cultural e institucional que crecientemente provoca cifras alarmantes de feminicidios, el extremo más grave de estas violencias, que convierten las desapariciones forzadas y asesinatos de mujeres en manifestaciones brutales de odio y amarillismo.

Desde algunas de las lecturas posibles a este manifiesto me resulta valiosa la conexión/confrontación que allí se menciona entre lo macrosocial (Estado) y lo que se considera micro (colectivas, grupos, subjetividades). También se puede leer como un llamado a la unidad en la diversidad, que hace un análisis que amerita difundirse y discutirse. Al denunciar las variadas formas de violencia y al exigir al Estado hacerse cargo, lo hacen detallando cada horror que viven, en especial señalan que:

La violencia es cotidiana en los acosos y agresiones sexuales en la calle y los transportes públicos, a pesar de medidas fallidas como los vagones y espacios para mujeres.

Ellas formularon una crítica directa al Gobierno de la Ciudad de México:

La Ciudad de México, contra lo que pueda pensarse o quieren hacernos creer sus autoridades, es un espacio geográfico, socioeconómico, cultural, administrativo y político donde las violencias machistas las vivimos diariamente las diversas mujeres que allí habitamos, o que transitamos por sus calles y espacios públicos, usamos sus transportes y asistimos a sus instituciones de salud, educación o a sus centros laborales.

Su protesta acerca del acoso en la calle condujo a la campaña #NoEsDeHombres,²⁶ dirigida a prevenir y reducir “el acoso sexual y otras formas de violencia sexual en el transporte público de la Ciudad de México”. De la manifestación, en abril de 2016, al lanzamiento de la campaña, en marzo de 2017, pasó casi un año en el diseño de la campaña, y no es casualidad que quienes concertaron sus energías para hacerla y lanzarla fueran funcionarias feministas (la directora del Instituto de la Mujer de la Ciudad de México, Teresa Incháustegui, con el apoyo de la secretaria de Gobierno de la Ciudad de México, Patricia Mercado, y la representante de onu Mujeres en México, Ana Güezmes). En el lanzamiento de la campaña estuvieron, además de las tres autoridades feministas, figuras públicas masculinas, como actores, el director técnico del equipo de futbol Pumas y la activista Tamara de Anda, también conocida como Plaqueta. Ella es la joven que protagonizó, unos días antes de la campaña que se lanzó el 21 de marzo, un incidente con un chofer que la llamó “guapa” y al que ella denunció por acoso.²⁷

En el Pronunciamiento de la Primavera Violeta (2016) se expresaron el dolor y la rabia de miles de mujeres. Y no es de sorprender que en noviembre de ese mismo año ocurriera un fuerte paro feminista en la unam, con estudiantes que tomaron las instalaciones rumbo a la organización y participación de la marcha por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Se retomaron consignas de la Primavera Violeta, se hizo un tendedero de denuncias anónimas, hubo asambleas feministas y circuló la consigna “Si tocan a una, respondemos todas”.

Dolor y política

Подняться наверх