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Microhistorias condensadas en fichas: los personajes de Campo del Moro
ОглавлениеEn El laberinto mágico, Aub vierte numerosas situaciones cotidianas de quienes, en no pocas ocasiones, se entrecruzan en sus obras, las cuales acogen circunstancias individuales de centenares de personajes que constituyen el motor de la acción narrativa. Mediante multitud de diálogos, en las secuencias Aub liberó desde voces de personajes históricos a las de aquellos que denominó deformados; voces muchas de ellas familiares para su lector, e incluso nuevas, como apuntó en el ms. 1 (f. 6r):
Decir que todos los personajes que aquí salen son inventados sería un rasgo de humor que no tendría de tener su miga [sic]; desgraciadamente no es cierto; ahora bien –como es natural– lo son hasta cierto punto (más deformados que inventados) y otros hay para quienes no tuve en cuenta, para nada, la realidad.
En la intrahistoria del Laberinto, las peripecias entrelazadas de estos personajes sirven de gozne entre los planos histórico y ficticio. De este modo, Aub salva el problema estructural de congregar lo real con lo imaginario fundamentalmente a través de sus personajes:
Lo que hace Max Aub, usando lo imaginario, es justo explicarnos el negativo o la sombra de lo real, mostrarnos su parte de azar, de mentira, de artificio. […] Al mezclar siempre, sistemáticamente historia y ficción, personajes inventados con personajes reales, Max Aub nos permite percibir lo histórico en los términos de una experiencia personal (Muñoz Molina, 1996: 26).
Esa tensa relación entre realidad y ficción afecta a los personajes cuando Aub no puede evitar cierta subjetividad. Por ello el 11 de junio de 1952, respecto al posicionamiento del lector ante sus creaciones, Aub anotó en sus Diarios:
Es evidente que al mezclar, al machihembrar el autor con sus personajes, cosa que fatalmente sucede si consideráis que las opiniones expuestas por estos son las del autor –a menos que sean tan primarias o extremadas que no dejen lugar a dudas, lo cual está reñido generalmente con la verosimilitud–, impedís que estos cobren categoría humana (1998: 211).
En este sentido, acerca de Campo del Moro, el autor afirmó: «Para mí, novelista que voy buscando la verdad a través de la literatura, las reacciones personales son de gran importancia: dibujan mis personajes y, a través de ellos, un mundo» (Aub, 1985c: 15). Por consiguiente, significativa es la considerable nómina de personajes del Laberinto, donde el azar amontona encuentros y maneja vidas en textos como el que nos ocupa. Como apuntó Tuñón de Lara, sus personajes son «diferentes según la coyuntura en que se encuentran, cada cual tiene hecho su hoy, con el aluvión de su ayer –que Aub explica siempre, en ficha completa, que exige a veces un sorprendente travelling arrière– y lo vemos vivir, sufrir las más de las veces, gozar las menos, dudar muchas, decidir siempre, por acción o por omisión» (1970a: 26). En este sentido, valga recordar que «Ficha» se titula el primer apartado del poema «Toda una historia», dedicado al campesino Manuel Vázquez González en Diario de Djelfa (1944), poemario propio del Laberinto. Así también, numerosas son las fichas en Campo del Moro, como las de los personajes en I/4; por ejemplo, en la presentación de Rafael Vila: «Alto, bigotudillo, con gafas, de buen porte, familia bifronte, de un lado respetable, por otro una hermana no tanto, que pesaba en el recuerdo por ser la preferida; eso sí: arruinadísimo por ambos lados desde hacía tiempo».
En ocasiones, la ficha aumenta sus elementos constitutivos y se convierte en uno de los tres planos del lenguaje de Aub, que Tuñón consideró integrado por el relato descriptivo, la «ficha» histórica de cada personaje cargada de adjetivos y su abanico de tiempos en las múltiples flexiones del pretérito. La ficha individual se completa a raíz de nuevas apariciones y actuaciones. Otras veces los personajes se nos presentan fugazmente y, en general, se convierten en seres complejos, ambiguos, polimorfos. Además, siempre quejilloso de su falta de memoria,55 durante el proceso de escritura Aub recurrió a su obra y recuperó rasgos distintivos de algunos personajes, tal como muestra en el ms. 1 (f. 5r), donde, escritas a pluma en tinta verde, recoge estas fichas descriptivas de dos personajes fundamentales en el Laberinto: Vicente Dalmases y Asunción Meliá (fig. 2).
Fig. 2. Max Aub. Ficha de personajes, ms. 1, f. 5r.
El escritor extrajo estos datos del capítulo dedicado a Vicente Dalmases en la primera parte de Campo abierto (Aub, 2001a: 304-5), como evidencia este texto subrayado:
Pertenece a una familia absurda […] Su padre es registrador de la propiedad; su hermano mayor, a más de músico, es catedrático de latín en un Instituto de nueva creación –de esos que la República se ha empeñado en formar, morada de tantos profesores, que creen en el espíritu de la letra–; el segundo, ingeniero de caminos y poeta; el tercero estudia para veterinario y, en sus ratos perdidos, que son bastantes, griego; el cuarto, Vicente, a más de estar inscrito en la escuela de comercio, es actor; le sigue una muchacha que quiere ser bailarina y estudia en la Normal de maestras. Hay tres más, todavía sin definir, pero desde luego, ninguno quiere estudiar derecho, como desearía el padre: los tres hacen versos, para empezar, y el benjamín asegura que quiere ser aviador, y el que le antecede habla vagamente de ingeniería, y el anterior ha dado a entender, categóricamente, que no quiere hacer nada: tiene bastantes hermanos para poder vivir tranquilo: quiere ser compositor, pero sin estudiar música. Todos son liberales, menos Vicente, que es comunista: nació así.
La gran nariz separa dos ojos enormes, oscuros, profundos. […] Es puro hueso y fuma seguido, sin saber: chupetea el cigarro y enciende otro con la colilla.
Asunción es hija de un tranviario catalán. […] Ahora es de las Juventudes Comunistas.
Del mismo modo, en el siguiente folio Aub aporta datos sobre otro personaje, el diplomático don José María Morales y Bustamante (fig. 3).56
Fig. 3. Ms. 1, f. 22v.
Así también, ciertas pistas sobre acciones desarrolladas por otros personajes se pueden rastrear en el manuscrito (por ejemplo, figura 4).57
Fig. 4. Ms. 1, f. 77v.
En cada capítulo, generalmente dividido en secuencias narrativas, se nos relata lo vivido por los principales personajes, verificables y ficticios, sobre los que descansa la acción novelesca. En este Campo son citados casi quinientos personajes, un tercio de los cuales son reales y el resto ficticios (Lluch, 2010). De ellos, no todos tienen voz y el peso del relato, entre otros, lo sostienen Casado, Besteiro, González Moreno, Fidel Muñoz, don Manuel, Lola y Vicente, Rosa María y Víctor, Riquelme, Templado, Manuela y Mercedes.
Como en otros textos del Laberinto, aquí el autor reubica a Miaja, Matallana, Negrín o Azaña, y muchos de ellos, con nombre propio, toman la palabra en primera persona en los capítulos de reconstrucción histórica. Aparte de los mencionados, vuelven ficticios de peso como Paulino Cuartero, Víctor Terrazas o El Tellina. En ciertos momentos cobran la fuerza con que debieron de ser imaginados, ficcionalizados y deformados a partir de un modelo real, con el fin de habitar los espacios de Madrid,58 ciudad protagonista y capital herida y generadora de esas microhistorias de lo cotidiano que nutren lo colectivo. Además, esta novela, como el Laberinto, responde a la puesta en entredicho a la que la figura del héroe fue sometida en el siglo XX, que mudó al personaje literario «de faro en arrecife» (Oleza, 1993: 54). No se da el héroe ejemplar y superior,59 sino que una amplia galería de personajes comparte el camino marcado por la Historia y Aub consigue una novela de protagonista múltiple:
El protagonista deja su lugar de preeminencia a otro protagonista, numeroso y anónimo, que ocupa la escena caóticamente, con la grandiosidad de un río desbordado. No se trata […] de reducir un gran hecho, una batalla, por ejemplo a unas medidas humanas y personales, sino que nos encontramos ante la desaparición de lo individual para que entre en la escena lo colectivo (Ponce de León, 1971: 54).
La novela permite así observar el contrapunto, técnica narrativa próxima a la estructura caleidoscópica –arte de las vidrieras– (García Templado, 1999). Además, relevante papel se le concede a la mujer en el Laberinto y en esta novela en particular. Por ejemplo, de Rosa María Lainez, Domingo (1973) señaló: «Párrafo aparte merecen esas mujeres maxaubianas […] de rompe y rasga, entre las cuales es una excepción la Rosa María enamorada del Comandante Rafael, una de las víctimas más inocentes de esa pesadilla demencial, verdadero “desastre de la guerra”». Aub presenta otros perfiles muy diferentes: Mercedes, Lola, Manuela, Soledad… Las relaciones entre Manuela y Mercedes con Riquelme y Templado, Rosa María con Terrazas y Lola con Dalmases forman parte de esta novela también marcada por la solidaridad. En Alicante, de poderoso trasfondo, queda Asunción Meliá, sobre la que Aub expresará su predilección en las «Páginas azules» de Campo de los almendros, pues ella, viva imagen de la República anhelada, representaba «[el] símbolo concreto de cuanto su hacedor amaba en España y para España: la justicia, el ánimo constructivo, la fidelidad, la limpieza, el hondo amor» (Sobejano, 2001: 11); ella era «el único antídoto que Max Aub es capaz de imaginar en medio de los desastres de la guerra» (Oleza, 2003: 2). El escritor la recordaría incluso en su visita a Valencia en 1969, como afirmó en La gallina ciega: «Me hiere, me duele que ahí, a cincuenta metros, en la lechería de Lauria, Vicente esperaba (espera) a Asunción. […] y que nadie lo sepa» (Aub, 1995: 294-95).