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I. LA FERTILIDAD EJEMPLAR DEL TALLER DE MAX AUB: LA CREACIÓN DE CAMPO DEL MORO
ОглавлениеEl taller de Max Aub es una feliz designación del espacio, tanto físico como simbólico, en que sus textos tomaron cuerpo. Un espacio atravesado de experiencias vitales que generaron múltiples interpretaciones del mundo en que vivió, particularmente convulso, y que Aub representó con la perspectiva de quien fue testigo, víctima y superviviente de decisivos acontecimientos históricos. Modélica para definir la complejidad del sujeto y el arte modernos, su obra ilumina aquel tiempo crítico y, por consiguiente, también el nuestro. En su taller, al compás de voces colaterales como innovación, experimentación, creación, proceso, renovación y escritura, esta última venía a interrumpirse cuando Max Aub aprobaba una versión determinada. En un momento de equilibrio, el escritor disponía su obra para el lector, si bien antes o después de publicarla podía retomarla, modificarla y hasta rechazarla, como evidencia, pongamos por caso, la escritura en despliegue de su novela Luis Álvarez Petreña, que vio la luz en 1934, 1965 y 1971.1
En su escritura, los frecuentes cambios obedecen a acciones propias de ese taller. Por lo general, estas derivan de la revisión de un texto, bien por evolución personal, artística e ideológica de Aub, bien por su voluntad perfeccionista, como pone de relieve Campo del Moro, novela cuya recepción por la crítica y los lectores, como veremos, exhibe la tan dificultosa vuelta editorial de un escritor exiliado a la España franquista, donde la censura impedía el acceso o lo autorizaba generalmente con tachaduras y modificaciones.2
Con una excelente factura, esta novela focaliza los últimos y trágicos días del Madrid republicano en marzo de 1939. Se integra en el ciclo narrativo El laberinto mágico3 y es fruto de la etapa de madurez de Max Aub, en la cual llevó a cabo una incesante tarea creadora. En México, no es de extrañar que José de la Colina lo llamara Max Aún (Otaola, 1999: 48), un ingenioso apelativo motivado por su asombrosa fecundidad, a la que Vicente Aleixandre, también amigo de Aub, aludiría como «fertilidad ejemplar» en una epístola de 1960.4 En efecto, así puede referirse su producción en los años sesenta: justo en 1963, además de este Campo Aub publicó «De la novela de nuestros días y de la española en particular», ensayo que cuatro años después incluyó en Hablo como hombre;5 la obra poética Antología traducida;6 el drama en tres actos titulado Los muertos;7 los relatos El cementerio de Djelfa y Un atentado,8 modificado y ampliado, precisamente, en el capítulo 4 de la I parte de Campo del Moro. Al mismo tiempo, Aub preparaba su Manual de Historia de la Literatura Española, que publicaría en 1966; escribía Campo de los almendros, publicada en Mortiz en 1968, y preparaba Los sesenta,9 revista literaria cuya andadura iniciaría en 1964 con este propósito sintetizado en la solapa de su primer número:
Lo dice el título. Esta revista se publica durante la sexta década del siglo y solo colaboran en ella quienes hayan o hubieran cumplido sesenta años. Cuidan de ella y de ello: Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Dámaso Alonso, Max Aub y Jorge Guillén; secretario de redacción: Bernardo Giner de los Ríos.
En su taller, junto con sus trabajos publicados, Aub guardaba múltiples materiales de escritura, tantos de ellos repletos de notas metaescriturarias: libretas, agendas, cuadernos, folios y cuartillas con borradores de sus publicaciones, en gran parte conservados en la Fundación Max Aub (FMA, a partir de ahora). En su archivo, además, hay desde reseñas críticas sobre su obra, un nutrido epistolario y páginas de signo testimonial, hasta fondos hemerográficos, bibliográficos y fotográficos. En concreto, de Campo del Moro, durante el proceso de rastreo y acopio de testimonios manuscritos, ediciones y reimpresiones, así como de posibles fuentes historiográficas, reseñas epocales y estudios críticos, di con dos cuadernos autógrafos que, en gran medida, contenían el manuscrito de la novela. De tal modo, su identificación, evaluación e interpretación posibilitaron indagar y recrear cómo Aub organizó desde notas sueltas a secuencias narrativas; cómo pudo conformar una estructura novelística al transcribirlas; cómo logró «ensamblar definitivamente estos retazos»10 –siguiendo las palabras del autor–; en suma, cómo Aub debió de obrar en su taller para escribir esta novela sin par.