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V. CAMPO DEL MORO EN LA ESPAÑA FRANQUISTA: CON LA CENSURA HEMOS DADO

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Tras la publicación de Campo del Moro en México en 1963, varias ediciones posteriores, publicadas en España desde el 69, no reproducen íntegramente ese texto original a causa de la censura franquista. El propio Aub lo previó en una nota manuscrita: «He releído algunos capítulos de los Campos y así ninguno puede hoy publicarse en España a menos de adulterarlos».82 En 1970, el escritor volvió a referir la praxis censoria y mencionó este Campo: «La calle de Valverde, no está agotada en la Veracruzana. La reeditó Aymá, en España –como Las buenas intenciones y ahora Campo del Moro, un poco recortaditos». Por ello, al editar la novela, hay que contemplar cómo le afectó aquel procedimiento éticamente rechazable.83

En este sentido, una clave nuclear es la autocensura. Abellán (1982: 169) la definió como aquellas medidas que un escritor adopta –como haría Aub– «con el propósito de eludir la eventual reacción o repulsa que su texto pueda provocar en todos o algunos de los grupos o cuerpos del Estado facultados para imponerle supresiones o modificaciones con su consentimiento o sin él». La autocensura, de larga trayectoria, siguió practicándose hasta el final de la dictadura por los condicionantes históricos y sociales heredados, así como por temor al control estatal. Inconsciente o conscientemente, la censura marcó las fases escritural y editorial, mediante cambios que llegaban a negociarse con la Administración. Frente a la autocensura subjetiva de quienes la habían interiorizado, la de Aub era objetiva e impuesta, ejercida en función de cuanto se consideraba censurable. Lamentablemente, la irresponsabilidad del censor conllevaba la del censurado y los textos estaban impregnados de autocensura.

De Campo del Moro, en el Archivo General de la Administración (AGA, Alcalá de Henares) se conservan dos expedientes de censura. El de Alfaguara, de 1980, pertenece a un tiempo en el cual la censura había dejado de actuar. Sin embargo, esta editorial no recurrió a la primera edición, sino que utilizó el texto del 69,84 que había sido autorizado con cambios y tachaduras. Así, interesa tener presente un segundo expediente, de la edición de Andorra, que se corresponde con la consulta voluntaria a la cual Gráficas Socitra presentó la novela en 1969. Por entonces, dadas las precauciones de su agente y del editor, y la posterior resolución administrativa, Aub aceptó que la novela se publicase con las modificaciones impuestas por la censura. A pesar de que el expediente de Andorra no se conserve completo en el AGA, tales modificaciones afloran tras el cotejo entre esa edición y la de Joaquín Mortiz, y así se exponen aquí en el aparato crítico de variantes textuales.85

Respecto a estas vicisitudes de Aub con la censura, la correspondencia del escritor con Carmen Balcells, su agente literaria, resulta iluminadora: en 1968, Max Aub recibió el ofrecimiento de Jaime Aymá, de la Editorial Andorra, para publicar Campo del Moro. Ese mismo año, el 20 de febrero, Aub anotó en uno de sus cuadernos: «¿Quién escribe lo que piensa? ¿Quién escribe lo que quiere? Desde luego ningún español que quiera publicar en España»; y sabía lo que decía, pues ciertos fragmentos de la novela resultaron inadmisibles para la censura, lo que obligó a tomar una decisión con el texto de 1963. Así, en abril de 1969, Balcells le envió esta carta a Max Aub en la que se mostraba indignada por la actitud del editor:86

Querido Max,

Está bien esa correspondencia que tienes con el Sr. Aymá de Editorial Andorra acerca de CAMPO DEL MORO pero desearía poder darte mi criterio sobre este asunto. No me da la gana de hacer contratos supeditándolos a la gestión de Censura. Si quiere asegurarse la aprobación, que envíe la edición de Mortiz. No me da la gana de hacer otro contrato con un anticipo ridículo que cobraremos dentro de un año con infinitos «que si la linotipia, que si las galeradas, que si la Censura, que si la carpeta de Mortiz, que si la carta de Aub…» […].

¿Para qué quiere imprimir galeradas si tiene el libro impreso? Si quiere suprimir algo que lo tache directamente sobre el libro de Mortiz antes de enviarlo a Censura.

Por otra parte, Jaime Aymá recibió esta carta de Carmen Balcells:87

No vamos a hacer un solo contrato más con ninguna editorial sin que los editores tengan antes la aprobación de Censura […] en este caso concreto, en el que Vd. dispone de un original que puede corregir o tachar antes de someterlo, […] Max Aub ha esperado pacientemente muchos años sin que sus libros circulen en España y puede esperar todavía algunos más y ser publicado en las condiciones que su gran prestigio merece.

Al delegar en Carmen Balcells la gestión con la Editorial Andorra, incluida la firma del contrato, su agente adoptó la actitud expuesta en la contundente carta transcrita: el editor podía tachar y eliminar cuanto considerara censurable de la primera edición. Así, esta autocensura era la vía legal para editar su novela en España, y conocido es el deseo reiterado por Aub de ver publicadas sus obras y llegar a los lectores españoles. Cara edición, pues, para quien se costeó muchas de sus publicaciones en México, en donde escribió el 1 de marzo de 1952: «Salí de España por no callar –porque esa es mi manera de combatir, porque mi profesión es la de escritor– y no callaré mi verdad» (1998: 207).

El libro fue impreso en Gráficas Socitra de Barcelona en octubre de 1969 y publicado por la mencionada editorial. El 26 de diciembre88 Aub le confirmó a Carmen Balcells que había recibido una crítica elogiosa de Campo del Moro recogida en El Correo Catalán. También le agradeció la firma del contrato, lo cual suponía al no haberlo firmado él, y meses después le escribiría: «Te preguntaba qué había pasado con el contrato de Campo del Moro. Joaquín [Mortiz] ha recibido, por avión, un ejemplar – que no he visto– de Campo del Moro. Me dice que está bien, lo que me hace suponer que Aymá pagó».89 El 20 de febrero de 1970,90 Balcells le remitió una copia del contrato editorial para su archivo personal, recordándole que ella lo firmó siguiendo sus indicaciones –aunque hubiera preferido que el escritor lo firmara.91

De manera que, incluida la de Suma de Letras en 2004, en varias ediciones se mantienen los cambios de la edición de Andorra –autorizada por Aub a través de Balcells–. Por tal motivo, al elaborar la edición crítica de la novela, el texto de Aymá y sus derivados no son fiables. No se trata de cambios de detalle, sino de significativas sustituciones, pongamos por caso la de una palabra por otra sinónima: «facha» por «rebelde», y así cuantas modificaciones alteran el texto primario, como esta de I/4: «Agustín Mijares […] Su padre murió diez años más tarde a manos de la Guardia Civil – a manos y a pies–: su madre con un balazo en la frente» (1963: 35). En el relato Un atentado, publicado en Ínsula, este párrafo tampoco se censuró. Sin embargo, en ediciones sucesivas, tras la acción censoria: «Su padre murió diez años más tarde trágicamente» (excepto en la de Cuadernos del Vigía, 2019).

Por fortuna, el manuscrito de la novela y su primera edición alumbran lo que en España la censura ensombreció. Por ejemplo, interpolaciones manuscritas como las siguientes son útiles para establecer y avalar el texto de esta edición crítica: en 1969 la censura redujo drásticamente el fragmento del 63, ya presente en el borrador:

En el ms. 1, f. 9r:

Fidel Muñoz no puede suponer que los suyos {<–los buenos, los leales, los que defienden> la España con honra, los republicanos–}92 pierdan la/

guerra. [Lo sabe.] No [le] cabe en cabeza humana que los

rebeldes {–los sublevados contra la legalidad, los fascistas, los reaccionarios, los clericales–} se instalen [no ya en] en Madrid. Eso, ni se/

discute. La razón será siempre la razón –como el

progreso–, y la razón y el progreso están con los republicanos.

Se perderán batallas, terreno, gente, pero lo

que es ganar la guerra, sin duda alguna.

En la primera edición (1963: 17, I/2):

Fidel Muñoz no puede suponer que los suyos –los buenos, los leales, los que defienden la España con honra, los republicanos– pierdan la guerra. No cabe en cabeza humana que los rebeldes –los sublevados contra la legalidad, los fascistas, los reaccionarios, los clericales– se instalen en Madrid. Eso, ni se discute. La razón será siempre la razón –como el progreso–, y la razón y el progreso están con los republicanos. Se perderán batallas, terreno, gente, pero lo que es ganar la guerra, ¿quién lo duda? Él, desde luego, no.

En las ediciones de Andorra (1969: 28-29), Alfaguara (1998: 22-23), Planeta (1996: 13) y Suma de Letras (2004: 22-23):

Fidel Muñoz no puede suponer que los suyos pierdan la guerra. Se perderán batallas, terreno, gente, pero lo que es ganar la guerra, ¿quién lo duda? Él, desde luego, no.

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