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Donde habita la memoria: Historia de Alicante en El laberinto mágico

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Con su publicación en julio de 1963, Campo del Moro se convirtió en la cuarta, hasta esa fecha, de las novelas de El laberinto mágico [Campo cerrado (1943), Campo de sangre (1945) y Campo abierto (1951)], proyecto de una pentalogía anunciada en agosto de 1943. Por entonces, ya en México, Max Aub redactó un texto prologal a Campo cerrado17 en el que apuntó:

Bajo el título de EL LABERINTO MÁGICO, que le debo a San Agustín, proyecto publicar, amén de esta, cuatro novelas en las que he de recoger, a mi modo, algunos sucesos de nuestra guerra: II. CAMPO ABIERTO. III. CAMPO DE SANGRE. IV. TIERRA DE CAMPOS. V. CAMPO FRANCÉS.

Así también, años más tarde, en un epílogo redactado en el ms. 1 (f. 3r), Aub escribió respecto de los Campos:

Lo de El laberinto mágico eran ganas de presumir. Hablando de esta serie de novelas entre amigos, siempre me referí a «los campos». Quédese así, lo mismo por la tierra laborable, el sitio escogido para su desafío, el espacio real o imaginario en que se supone contenida cualquier cosa, el fondo de un cuadro, sus acepciones de blasón y las castrenses o deportivas: cada una sirve; y su derivado reciente: de concentración (de concentrarse, encerrarse en sí mismo para mejor decir).

Casi un año después de publicar el prólogo de Campo cerrado, el asunto de Casado, y así la contienda en Madrid de comienzos de marzo del 39, aparece entre los acontecimientos bélicos que obsesionan a Aub, quien anotó el 29 de junio de 1944: «Mi experiencia africana –publicado el Diario–,18 hacerla presente en una novela: Campo africano. Empezarla con la traición de Casado: uno que escapa en Alicante, Cartagena- Orán-Argel-Djelfa. Su mujer. Las denuncias. Uxda. Casablanca» (1998: 114). Desde entonces, en sus cuadernos constantes son estas alusiones a su pasado y al Laberinto, que trenza el hilo de su sentido a partir de la conjunción entre la realidad y la ficción, erigiéndose en paradigma de la ficción histórica contemporánea: «No podía poner toda mi obra al servicio de este Laberinto solo mágico para mí. Pero preferí agrupar lo más significativo de la guerra y sus inmediatas consecuencias» (ms. 1, f. 4r).

Significativas huellas de Campo del Moro son las reiteradas menciones de Historia de Alicante, que, como Tierra de Campos (título citado en el prólogo aludido), no formaría parte de su bibliografía (Lluch, 2006a). Dicha Historia, persistente preocupación para Aub, abordaría los últimos días de la Guerra Civil española, desde la traición de Casado hasta la toma de Valencia y los nefastos episodios vividos por miles de republicanos en el puerto de Alicante y en campos de concentración españoles.19 Consciente de que la obra relataba el dramático final del conflicto, creció el interés de Aub por desarrollarla y culminar con ella la tarea de contarnos –y contarse– aquel conflicto atroz. En este sentido, el 22 de febrero de 1952 escribió: «Ando metido ahora en acabar lo empezado en los Campos, a ver si la vida me da tiempo y, sobre todo, me deja espacio en la lucha por alcanzar los garbanzos para acabar de retratar, a mi modo, lo que fue y es nuestra guerra» (1998: 204). También el 25 de marzo de 1954 afirmó:

No hay escritor de nuestro tiempo que no refleje –más tarde o más temprano, de una manera u otra– las inquietudes del tiempo. […] Mis Campos (que en sus títulos tienen su justificación, si acude usted al diccionario) no son novelas, sino crónicas (vea las palabras finales de mi Discurso de la novela española)20 y no son una trilogía, si es que tengo tiempo –que lo dudo– para seguir adelante. Y en eso San Juan, No, De algún tiempo a esta parte, el Diario de Djelfa y tantas cosas más no son, no quieren ser otra cosa que un testimonio (porque me considero incapaz para más; no porque crea que se deba hacer como lo hice. «Incapaz» tal vez no sea lo justo, pero sí con falta de tiempo –y de gusto– para volver sobre lo hecho, retocarlo, aguzarlo, quitar y poner). […] no he tenido nunca tiempo para dedicarme a una sola cosa, que es la única manera de tener ideas, o, por lo menos, de darlas a conocer (1998: 236-237).

De su interés por Alicante también dan cuenta otras anotaciones de sus Diarios. Por ejemplo, el 7 de junio de 1945: «Ganas de escribir, de una vez, la Historia de Alicante» (1998: 126), y el 10 de julio de 1954: «Tal vez la idea de convertir la Historia de Alicante en tragedia sea por la prisa. Pero no. Sencillamente, la unidad de lugar y tiempo me llama al “orden”, y el gusto de tener la trilogía de “Nuestro tiempo”: San Juan, No y Alicante» (1998: 248). Los dos primeros títulos verían la luz,21 pero la crónica sobre Alicante, sin género todavía definido, seguía pendiente el 30 de abril de 1956:

¡Alicante! ¡Alicante! ¡Mal atormentas mi mente! –no es broma.

Quisiera escribir el drama o la novela. Pero hay que hacer esto y lo otro.

Esto y lo otro, título (1998: 276).

La escritura de una novela o un drama continuaba obsesionándole el último día del año 1960: «Nada de la Historia de Alicante que debía haber escrito. […] Ahora, por delante: […] Y la Historia de Alicante, ¿qué? […] Y de la Historia de Zaragoza, ¿qué?» (1998: 232). Así también, esta inquietud se recoge en una agenda telefónica22 en la cual Aub dejó apuntes preparatorios de Historia de Alicante, Historia de Francia, Historia de África e Historia de México. Como tales Historias, sabido es que Aub no escribió ninguna de las cuatro, aun cuando su propuesta germinó en novelas y relatos del Laberinto, como sucedió con Historia de Alicante en particular. El 1 de enero del 62, un año después de la cita previa, Aub renovó su planificación:

Nuevo plan de Historia de Alicante, que enlaza con Campo de los almendros. Así conservo ambos títulos que se combatían, barajándose. Vicente [Dalmases], prisionero en Alcalá, envía a Rafael a ver a Asunción [Meliá]. Rafael y Asunción en la playa. Vida de Asunción en Valencia. La suicida, no estoy todavía muy seguro, dependerá de cómo reaccionemos –ella y yo–. En principio, se suicida (1998: 333).

El enlace entre esta mención que relaciona Campo de los almendros con Historia de Alicante también consta en el ms. 1 (f. 3r), donde Aub recogió sus Campos (y Campitos, como también llamó a sus cuentos):

Bajo el título, dijimos definitivo, de Los Campos podrían reunirse todos según el orden cronológico de los sucesos que los motivaron:

I. Campo cerrado. II Campo abierto. III El cojo. IV Cota. V Una canción. VI Manuel, el de la Font. VII La Ley. VIII Un asturiano. IX Santander y Gijón. X Alrededor de una mesa. XI Teresita. XII Campo de sangre. XIII La espera. XIV Enero sin nombre. XV Campo de los almendros. Los traidores. XVI Historia de Alicante. XVI Una historia cualquiera. XVII Enrique Serrano Piña. XVIII Historia de Vidal. XIX Otro. XX Un traidor. XXI Ruptura. XXII [Morir por cerrar los ojos] Campo francés. XXIII Los creyentes. XXIV Historia de Jacobo. XXV El limpiabotas del Padre Eterno. XXVI Yo no invento nada. Apéndice: Diario de Djelfa.

Es muy probable que la escritura del ms. 1 se iniciara en 1959, pues en el f. 4r Aub rememora la redacción de Campo cerrado en 1939: «Empecé a escribir Los Campos hace exactamente veinte años, en una buhardilla de la calle del Capitan Ferber, en Menilmontant», hecho antes recordado en otros lugares; por ejemplo, el 25 de mayo de 1945 anotó: «Me puse a escribir Campo cerrado, diez cuartillas diarias, por la mañana a mano, por la tarde a máquina –menos los días en que iba a los estudios–. Ni cinco céntimos. La buhardilla. […] Creo que Quiroga era el único que venía de cuando en cuando a casa, a oír capitulejos sueltos de la novela» (1998: 186).

En 1959, por tanto, tres años antes de escribir el plan del 62 arriba indicado («conservo ambos títulos que se combatían, barajándose»), Aub debió de acotar y dividir su propuesta entre Historia de Alicante y Los traidores. En el elenco previo, obsérvese que la numeración de las obras es errónea (XV, XVI, XVI): quizá la escritura rápida provocara el despiste, pero es indicio óptimo del devenir de Historia de Alicante: la extensión y la autonomía alcanzadas por esa primera parte, Los traidores, procuraron su emancipación del proyecto original sobre Alicante. Además, aun cuando en el ms. 1 Aub había pensado en Los traidores como posible título, la simetría con las demás de la serie acabó por prevalecer, tal y como le refirió en una epístola a Soldevila el 8 de marzo de 1962: «Lo que yo creía un relato del tipo de Las buenas intenciones […] se me está normalmente complicando en otra maraña y laberinto hermano de los campos. No tengo remedio» (Lluch, 2007: 159). Ahí mencionó incluso su falta de tiempo: «La Universidad me da un trabajo que le ruego no me envidie y que no me deja escribir a mi gusto la novela de los últimos días de Madrid y de Alicante en la que solo me puedo meter a gusto sábados y domingos». En línea con esta carta escrita en plena redacción de la novela, Aub le señaló a su amigo el historiador Manuel Tuñón de Lara el 14 de mayo de 1962: «Lo de Madrid –lo mío– ha crecido tanto que no sé cuándo llegaré a Alicante».23

Aub entregó el manuscrito en agosto de 1962 y el día 31 le apuntó a Tuñón: «Hace semanas que acabé Los Traidores, que ya entregué a Canedo pero que no creo que salga hasta los primeros meses del año que entra».24 Después, el 22 de enero de 1963 le dijo que estaba «corrigiendo pruebas de la novela, sin grandes prisas, pero estará toda compuesta dentro de un mes. […] no creo que salga a la calle antes de abril».25 En suma: la decisión de emancipar la novela de Madrid de la alicantina, las modulaciones de su historia en el relato, los cambios formales y estructurales (como las partes variadas del ms. 1 al texto impreso), el proceso de transcripción mecanoscrita y la corrección de galeradas permiten suponer que, si bien su planteamiento venía de años atrás, Campo del Moro tomó cuerpo entre 1959 y 1962, año clave de su constitución según confirmó Tuñón de Lara (2001: 101).

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