Читать книгу Cómo leer y escribir en la universidad - Mauricio Aguirre - Страница 41
2.3 Análisis de una fuente literaria
ОглавлениеPropongamos ahora la lectura crítica de un texto literario narrativo. Imaginemos que se nos hubiera pedido redactar un texto académico en el que se trate el tema de la representación del racismo en un cuento peruano. Para ello, propongamos la lectura de «Atiguibas», un cuento de Julio Ramón Ribeyro23.
La anécdota principal del cuento, señalada desde el título, se centra en la intriga que encierra el significado de una palabra inventada: «atiguibas». El narrador, un hombre anónimo que refiere la historia en primera persona, recuerda que, desde que la escuchó por primera vez en las lejanas tardes de fútbol de su niñez, la expresión le resultó enigmática y misteriosa. La razón es que nunca pudo conocer su significado preciso, ya que el elusivo sujeto negro que la profería desde las tribunas del antiguo Estadio Nacional lo hacía indistintamente ante la victoria, derrota o empate del equipo local. Podía ser, por tanto, una arenga, un insulto, una queja o algo indefinido. Solo muchos años después, ya mayor, el narrador logra encontrarse cara a cara con el sujeto, convertido en un pordiosero con el que se topa casualmente. Todavía intrigado por la palabra, le pregunta por su significado. Ante su requerimiento, el sujeto exige a cambio una recompensa de 20 dólares. Aunque cede, finalmente, el narrador se queda sin saber nada de la misteriosa palabra, pues el sujeto huye y le roba no solo 20 sino 100 dólares.
Si bien una lectura de la anécdota básica del cuento se puede resumir tal como lo hemos hecho, debemos añadir que, en realidad, todo texto literario es por naturaleza polisémico; es decir, contiene varios significados posibles y válidos. Así, su interpretación dependerá en buena medida de lo que el lector busque en su lectura. Si lo que nos acerca al cuento es un afán de mero entretenimiento, nos quedaremos en la estructura narrativa de la anécdota referida; si, por otro lado, nos interesa el tema del fútbol, encontraremos una rica descripción de jugadas y clubes de la época; o, si buscamos algo de arqueología costumbrista, nos atraerá la estupenda descripción de la cultura popular en las tribunas del Estadio Nacional en la década de 1950. Pero si, como dijimos, nuestro objetivo de lectura tiene un norte definido, a saber, encontrar rasgos de racismo en el cuento, deberemos enfocar nuestro análisis en perseguir ese objetivo. ¿Será posible hacerlo? ¿Resultará válido proponer una lectura racista en «Atiguibas» de Ribeyro?
Julio Ramón Ribeyro (Lima, 1929-1994) fue un escritor peruano perteneciente a la Generación del 50. Sus relatos forman parte del denominado realismo urbano, que se caracterizó por registrar literariamente temas relacionados con el desarrollo de la ciudad (Lima en particular) desde una perspectiva crítica. «Atiguibas», aunque publicado en sus Obras completas de 1994, relata una historia ambientada en su inicio entre la década de 1940, antes de la remodelación del antiguo Estadio Nacional en 1950.
Estos datos contextuales aparentemente insustanciales sobre las características biográficas y literarias de Ribeyro y de su obra resultan importantes para adjudicar o no algún grado de validez o pertinencia a la posibilidad de encontrar en «Atiguibas» una representación efectiva de un problema característico de la sociedad peruana. Así, si consideramos que el realismo urbano busca representar más o menos tal cual la realidad contemporánea del escritor, y que Ribeyro es también conocido por ser el autor de conocidos cuentos clásicos de la literatura peruana que tratan el tema del racismo, tales como «Alienación», «De color modesto», etc., es factible que podamos también encontrar estas características en un cuento menos conocido como «Atiguibas» a través de una lectura entre líneas.
Un primer rastreo de la recuperación de lo implícito en el cuento nos llevará a detectar la inserción de un dato que, siendo aparentemente colateral a la historia, sirve como una suerte de guía para su lectura: la mención de las Olimpiadas de Berlín en 1936. Al respecto, el narrador remarca, sin aparente necesidad, una observación racial: que la selección peruana de fútbol fue eliminada de esta competencia porque a Hitler «no le gustó la cosa: que negros y zambos de un país como el Perú derrotaran a rubios teutones» (Ribeyro 1994: 170).
Otro dato implícito por recuperar es la carga negativa permanente que el narrador ofrece en sus descripciones. Veamos que, por un lado, describe la rutina de los asistentes a la tribuna popular del Estadio Nacional como un espectáculo en sí mismo algo estoico y grotesco (los asistentes esperaban horas en el sol del verano, y comían en bolsas o paquetes, entre ambulantes y mercachifles; no había baños ni retretes, de modo que algunos espectadores meaban encima de otros espectadores, etc.), y que, por otro lado, y de una manera más directa y concreta, describe al personaje de raza negra que identifica como el autor de la frase con expresiones más que despectivas. Dice de él:
a. todavía antes de verlo, que su voz «era potente, ronca, una voz borrachosa o negroide»;
b. y ya al identificarlo, de lejos, afirma que se trataba de «un mulato bajo, regordete, de abundante pelo zambo, que hacía bocina con sus manos»;
c. y, de cerca, destaca «su encrespada melena, su tosca nariz un poco torcida y su cutis más morado que negro, marcado por cráteres y protuberancias, como un racimo de uvas borgoña muy manoseado»;
d. e, incluso, ya viejo, convertido en falso mendigo, lo identifica por «esa nariz asimétrica, esa pelambre ensortijada ahora grisácea y sobre todo ese cutis morado, violáceo, como de carne un poco pútrida».
A partir de esta lectura descriptiva, podemos inferir que, aunque el narrador no realiza ningún acto concreto de discriminación racista, es posible rastrear en su discurso, por lo menos, que sí tiene un prejuicio estético claramente marcado. La sola descripción del personaje autor de la frase, caracterizada por la presencia de epítetos de fuerte carga negativa, es burlona y despreciativa. La comparación del color de la piel del supuesto mendigo con el de la «carne un poco pútrida» resulta apabullante.
Este prejuicio estético, que relaciona al negro con características visiblemente negativas, se reafirma y potencia cuando, muchos años después, el narrador vuelve a encontrarlo convertido en un mendigo en el Jirón de la Unión del centro de Lima. Aquí, la apariencia física se convertirá en la cáscara, la imagen externa de una conducta interior también negativa. El negro no solo lleva en sí marcas estéticas negativas sino también morales: es vago, estafador y ladrón. El narrador, obviamente, es un sujeto inconscientemente racista.
Cabe recordar que en un texto de ficción literaria existen, diferenciadas, dos instancias: el autor y el narrador. El autor es el escritor, la persona real que escribe el cuento (en este caso, J. R. Ribeyro), y el narrador es el personaje inventado por el autor que realiza la narración de la historia. Aunque esta dicotomía parece complicada, no lo será tanto si pensamos en un escritor varón que narre, en primera persona, la historia de una niña de diez años, o de un pirata del siglo XVI, o de un hombre nacido en Venus. ¿Será el escritor real una niña o un pirata o un venusino? Obviamente que no. Tan solo son dos instancias distintas.
Hacer esta diferenciación resulta vital para entender que en un texto de ficción literaria no es posible adjudicar directamente al autor la ideología de un personaje. Aunque, como vimos, el narrador de «Atiguibas» presenta en su discurso claras muestras de racismo, no podemos afirmar que Ribeyro, el escritor, sea racista. Más bien sí todo lo contrario. El hecho de que Ribeyro opte por representar a un personaje racista a partir de una anécdota que bien podía haber sido escrita eludiendo el tema, resalta la ideología estética del autor: mostrar, a través de la subjetividad de sus personajes, las contradicciones sociales de su época.