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4.2. La estrategia en los monopolios

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Durante los años 80 y 90, los monopolios instauraron una nueva etapa de la centralización del capital. La agricultura es un ejemplo de este nuevo modelo de acumulación cuya acción destructiva sobre la “naturaleza” es ahora un hecho establecido. Mediante la venta de semillas y fertilizantes y el suministro de créditos, los monopolios11 controlan las fases iniciales de la producción. Con posterioridad, el flujo de mercancías y la fijación de precios no están determinados por el “mercado”, como sostiene la doxa neoliberal, sino por los monopolios del transporte a gran escala que compran los productos al precio que ellos mismos fijan arbitrariamente. El pequeño agricultor independiente forma parte de la masa cada vez mayor de trabajadores pobres, porque su remuneración se acerca a cero (300 euros al mes de promedio en Francia). Su supervivencia económica depende de las subvenciones europeas, alimentadas por los contribuyentes que les garantizan a estos mismos monopolios rentas colosales.

La financiarización contemporánea, la segunda arma de la estrategia capitalista, absorbe una renta colosal respecto del conjunto de las actividades. Esta sangría rentista se ejerce de forma privilegiada por medio de la deuda. Los monopolios no tienen ningún interés en reducir la deuda pública, ya que constituyen valores disponibles de fácil apropiación por parte de los mecanismos financieros. El Estado juega un papel decisivo en la transformación de los salarios y los ingresos en flujos de rentas. El gasto social, las jubilaciones y los salarios están ahora indexados en relación con el equilibrio financiero, es decir, al nivel de renta deseado por los monopolios. Para garantizar esta renta, los salarios, los gastos y las jubilaciones se ajustan siempre a la baja.

El capitalismo contemporáneo es un capitalismo oligárquico y rentista que no tiene nada de liberal.

A través de las finanzas, los monopolios no solo controlan la economía de los países capitalistas desarrollados, sino también la de los países del tercer mundo: las políticas de financiarización y endeudamiento fueron introducidas primero en África y en América del Sur en los años 80. Solo China, que participa del comercio y la producción mundial, persiste en su negativa de integrarse al mercado financiero. Los bancos, la moneda, las finanzas y las bolsas de valores permanecen bajo el control del Estado chino. El problema de los monopolios no es la competencia comercial e industrial de China, sino el hecho de no poder controlar, perforar y, si es necesario, destruir la economía y las instituciones de este país como fue el caso de otros países asiáticos a finales del siglo XX. Este fantástico medio de destrucción masiva, apropiación, expropiación, despojo y guerra social que representan las finanzas se detiene en las fronteras de China. Para la máquina capitalista resulta insoportable. Ante esta negativa a someterse al poder financiero de los monopolios, China fue convertida por el gobierno de Trump en un enemigo estratégico de Estados Unidos.

La acción de las finanzas no es parasitaria, del mismo modo que el capital financiero no es un “capital ficticio” (Marx). Juntos constituyen el pivote político del funcionamiento de la máquina capital/Estado en la época de su nueva concentración, la globalización.

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