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1.3. Máquina política e inteligencia artificial

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El capital conoce tanto el poder como los límites de la ciencia y la tecnología, incapaces por sí mismas de determinar el aumento de la productividad y la tasa de ganancia. Las innovaciones sociotécnicas son un éxito siempre que estén asociadas con movimientos aún más importantes, más rápidos y más extendidos de libre apropiación de alimentos, trabajo, energía y materias primas. En el capitalismo, cada “revolución” tecnológica o científica debe asociarse con el saqueo, la violencia y la guerra en una acción que solo puede ser global.

Un descubrimiento técnico o científico no basta para hacer felices a los capitalistas. El éxito de las innovaciones técnicas depende en primer lugar de la máquina política, como bien sabían tanto Lewis Mumford como Deleuze y Guattari. Antes de depender de la innovación técnica y organizativa, el éxito “económico” depende de una máquina política global que divide y conecta el trabajo global, jerarquizado por la valorización y la desvalorización de cuerpos y subjetividades. Las máquinas técnicas están siempre subordinadas a máquinas y estrategias políticas.

Esta verdad vale también para la producción de la “revolución” científica de la inteligencia artificial, que debe ser despojada de todos los poderes de liberación o dominación que el pensamiento crítico atribuye a la tecnología y la ciencia. La liberación y la dominación son siempre el resultado de la máquina política; nunca de la máquina.

En su obra Esperando a los robots,14 Antonio Casilli ha demostrado que la producción de inteligencia artificial, la más innovadora de las tecnologías, se realiza a través de la más antigua de las divisiones del trabajo, la división entre centro y periferia, explotando la mano de obra gratuita o muy barata. La máquina política del capitalismo es la que define las posibilidades de existencia y funcionamiento de la máquina técnica. La técnica de la inteligencia artificial es, como cualquier máquina técnica “esclava” –para emplear el término de Gilbert Simondon– de la máquina de guerra, inmediatamente global y social a la vez.

Tomemos el ejemplo utilizado por Casilli de un automóvil de conducción “automática”. La inteligencia artificial de un automóvil sin conductor es incapaz de reconocer por sí sola un árbol o un peatón, es incapaz de distinguir un obstáculo de una señal de tránsito. Para enseñarle estas diferencias (la máquina es capaz de aprender), se necesita de trabajo humano que etiquete millones de imágenes (árboles, peatones, carteles, etc.) para que la máquina “automática” pueda realizar eso para lo que ha sido construida. El “trabajo digital” (nada extraordinario, ya que se trata del trabajo de los dedos) se reduce a una tarea muy simple (una microtarea): cliquear sobre una imagen por unos centavos de dólar. Millones de trabajadores del clic están dispuestos a trabajar incluso por un centavo de dólar el clic.

La distribución de un número muy reducido de trabajadores hiperespecializados (ingenieros de datos, analistas de sistemas, etc.) y de millones de trabajadores digitales no calificados reproduce a la perfección la división secular entre “trabajo abstracto” concentrado en el Norte y gratuito o barato concentrado principalmente en los países del Sur, aunque no exclusivamente en ellos. Además, observa Casilli, los investigadores hablan en relación con esto de “e-esclavitud” o “neocolonialismo”.

Los trabajadores “cognitivos” están instalados en multinacionales de alta tecnología en el Norte, mientras que el trabajo devaluado se localiza en el Sur global (India, Kenia, Túnez, Turquía, Indonesia, Filipinas, Pakistán, pero también en los países del Este: Rumania, Bulgaria, Rusia, etc.), en “granjas de clics” o en hogares que disponen de conexión a internet.

La producción de inteligencia artificial exacerba la articulación del trabajo abstracto y el trabajo gratuito o barato. Las islas de la producción de inteligencia artificial son diminutas en comparación con las del trabajo abstracto industrial, mientras que los océanos de mano de obra gratuita o barata no hacen más que crecer, superando en extensión la explotación suficientemente grande de la mano de obra colonial.

Los robots no decretan el fin del trabajo (ni siquiera del empleo), no van a sustituir a los hombres, sino que organizarán un trabajo fragmentado, disperso, precario y subpago, que desestabilizará los estatutos fordistas. Fragmentación, dispersión, precarización no son consecuencias de la máquina técnica, sino de la máquina de poder capitalista.

El desarrollo capitalista de la técnica elimina continuamente el “trabajo necesario” (asalariado, remunerado, institucionalizado, etc.), pero aumenta considerablemente el trabajo necesario no remunerado.

¿Te acuerdas de la revolución?

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