Читать книгу Mañana morirás - Mayer Gina - Страница 8

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“¡VEN YA MISMO A COMER!”, grita mamá. Ella puso la mesa: tres platos, tres vasos y cubiertos, pero solo en un plato hay un pan con paté, y en un vaso hay jugo; eso es para mí.

Mamá y papi comen la comida que él trae, pues papi necesita algo decente después del trabajo, pero mamá no sabe cocinar. No sabe cocinar porque no quiere. Una vez hizo un puré de papa con salchichitas; el puré se le quemó y las salchichitas se reventaron. En esa época vivíamos todavía en la antigua casa, pero no quiero pensar en eso. Aunque no puedo evitarlo. Cuando la antigua casa se mete en mi cabeza, no puedo sacármela. Entonces tengo que recordar a papá gritándole a mamá, arrojando a la basura el puré junto con la olla, y las salchichitas, y a mamá riéndose, y a papá dándole una bofetada. Pero mamá siguió riéndose, aunque le sangraba la nariz. Ella no tenía miedo, pero yo sí.

Aprieto la cara contra la puerta; tanto que me duele la frente. Así empujo hacia atrás las imágenes de papá, hasta que desaparecen en alguna parte de mi mente. Miro la escalera a través de la rejilla y veo la planta en la matera y la lata vacía. La mosca ya no está. Papi tampoco.

Cuando papi llega, primero tiene que comer y luego bebe una copa de vino con mamá, y después juega conmigo. Construimos una fábrica de Lego. “Una fábrica de hacer realidad los deseos”, dice papi. Metes un deseo por delante, este viaja por una banda transportadora hacia una máquina y por detrás sale exactamente lo que deseaste.

Pero algo así no existe en la realidad, solo en el juego; si no, yo ya habría metido mis deseos en la fábrica de hacerlos realidad. Entonces papi no volvería a levantarse y decir “Bueno, me voy” antes de ponerse el abrigo. Y dormiría en la habitación con mamá y desayunaría con nosotros por la mañana y me llevaría al colegio. Y tal vez Sören me dejaría en paz.

—¡Ven a comer! —dice mamá—. Ahora mismo. Ya son las siete.

Yo me bajo del taburete y me dispongo a ir cuando oigo un ruido en la escalera. Entonces subo de nuevo al taburete y miro por la rejilla y allí está.

Está frente a la puerta y timbra. No puedo verle la cara, solo el hombro, pero sé que está riendo.

Mañana morirás

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