Читать книгу Manual de psicoterapia emocional sistémica - Mercedes Bermejo Boixareu - Страница 40
3.3 Nacimiento de los hijos y primera infancia
ОглавлениеAl nacer el primer hijo, se construye el sistema familiar, compuesto por nuevos subsistemas (progenitores, pareja e hijos). Cambian las relaciones entre los miembros y se necesita una reorganización del sistema para dar respuesta al cuidado del nuevo miembro.
Algunas de las tareas que se deben resolver en esta etapa son el reparto de las funciones de cuidado del hijo o hija y de las nuevas tareas domésticas, el equilibrio entre el mantenimiento de la función parental y la función de pareja, la adaptación al trato de cada hijo en función de su edad y necesidades, y un adecuado equilibrio entre las necesidades de dependencia y autonomía de los hijos.
En la clínica es común ver a progenitores que atienden casi en exclusiva la función parental, olvidándose de la función de pareja. Esto puede generar fricciones en esta que pueden trasladarse a los hijos y tener consecuencias emocionales sobre ellos. Así, estos progenitores pueden ejercer un estilo de crianza sobreprotector sobre sus hijos que dificulte la autonomía de estos y, como consecuencia, su sentimiento de valía.
Si estas tareas no se resuelven adecuadamente, se pueden generar coaliciones, es decir, alianzas de dos miembros en contra de un tercero. Por ejemplo, podría generarse una coalición entre madre e hijo en contra del padre, lo que podría generar dificultades en el hijo y traducirse en sintomatología, al poseer este un poder que no le corresponde.
Si nacen más hijos, el sistema familiar deberá reajustarse y la familia deberá manejar el nuevo subsistema fraterno, incluidos aspectos como la rivalidad y la cooperación.
A veces surgen también problemas relacionados con los roles de género en esta etapa. En nuestra experiencia clínica, hemos visto muchas mujeres con la queja o resignación de asumir las tareas del cuidado de los hijos y tareas domésticas con mayor carga que el hombre.
Es frecuente que, en esta etapa, las parejas entren en conflicto porque cada uno trae su propia maleta, es decir, su propia experiencia con su familia de origen en cuanto a valores, modos de crianza, etc. Esto implica que la pareja tendrá que renegociar estos aspectos y crear un nuevo modelo.
Alejandro y Ana acudían a consulta por sus constantes conflictos, generados por desacuerdos en relación con la crianza de sus hijos. Revisamos cuál era la «maleta» que traía cada uno procedente de sus familias de origen, y detectamos valores muy diferentes. Ana había recibido una educación muy autoritaria, con reglas y normas rígidas. En cambio, Alejandro provenía de una familia más permisiva, en la que el diálogo y la escasez de normas estaban mucho más presentes. Esto supuso ayudar a la pareja a redefinir el problema, para que pudieran entender la diferencia como algo enriquecedor y no como una «guerra» donde solo una de las posiciones fuera la adecuada.
Trabajamos que cada uno de ellos pudiera hacer una lista de los valores que su familia de origen les hubiera inculcado. En un segundo paso pedí a la pareja que seleccionaran aquellos valores que les gustaría conservar y transmitir a sus hijos. Finalmente, cada uno leyó en voz alta los valores que deseaba transmitir a sus hijos y los incluimos en la lista final. Así, pudimos reflexionar y crear un nuevo modelo que incluía los valores de ambas familias, entendiendo que la diferencia puede ser algo enriquecedor e integrador.
Por otro lado, cuando se accede a la maternidad y la paternidad a través de otras vías, como tratamientos de fertilidad o la adopción, existen especificidades que deberemos tener en cuenta como psicoterapeutas.
En el caso de la adopción, el psicoterapeuta debe acompañar a la familia durante el proceso, para que los progenitores puedan aproximarse a la realidad del menor, empaticen y satisfagan sus necesidades emocionales —seguridad y estabilidad—. Ayudaremos además a los progenitores a manejar sus propios sentimientos de inseguridad, decepción o culpa al sentirse rechazados o ante la indiferencia de sus hijos, ayudándolos a comprenderla —miedo a lo desconocido e inseguridad que posiblemente esté sintiendo el menor— y a reafirmarse en su proyecto adoptivo20 (Ricart y Mirabent, 2012).
Para poder trabajar los aspectos mencionados, es muy útil realizar sesiones vinculares o familiares, facilitar un espacio de juego y de encuentro afectivo y, posteriormente, ayudar a los padres a descodificar y entender las reacciones de su hijo o hija, para poder dar respuesta a sus necesidades emocionales.
El mural de la familia es una dinámica que puede utilizarse en sesiones familiares para trabajar el vínculo. Primero se le pide a los miembros de la familia que traigan fotos —fotocopias en color de las fotos o una copia de estas, ya que se utilizan en la actividad— que sean significativas para ellos. Durante la sesión se les ofrece material (papel continuo, ceras, témperas o acuarelas y material decorativo) para que puedan hacer un mural que represente la historia de su familia. Se les pide que escriban un título que los identifique, que coloquen las fotos, representen símbolos familiares y decoren el mural. Cuando el mural está terminado, se lo enseñan al psicoterapeuta, quien les pregunta acerca de su elección del título, les pide que describan las fotografías, que expliquen qué recuerdan de aquellos momentos, por qué las han escogido, qué significan para ellos, qué sienten al verlas, etc. El psicoterapeuta hará las preguntas que estime oportunas según el discurso de la familia.
Con esta técnica se trabaja el vínculo entre el subsistema parental y el subsistema filial, puesto que se pueden abordar aspectos emocionales de la familia a través de recuerdos y momentos afectivos del pasado. Esta técnica brinda una buena oportunidad para abordar la historia de la familia y para que sus miembros exterioricen y compartan sus emociones.
Sesión de juego: También es útil realizar sesiones familiares donde se trabaja el vínculo entre los miembros a través del juego. Puede tratarse de cualquier tipo de juego para trabajar la interacción y el vínculo, o juegos psicoterapéuticos para abordar aspectos más específicos. Se les puede pedir que confeccionen el mural de su familia, que representen a su familia con animales, plastilina o cualquier otro material. Este tipo de ejercicios ofrece un contenido proyectivo en el que se basará el terapeuta para realizar las preguntas oportunas. Por ejemplo, si el menor elige un tigre para representar a su padre, podría percibirlo como alguien agresivo, lo que habría que explorar y, de confirmarse dicha percepción, trabajar con el padre el manejo de la agresividad.
Por otro lado, para ayudar a las familias con menores nacidos a través de tratamientos de fertilidad, también existen especificidades que debemos tener en cuenta como psicoterapeutas.
Es frecuente que las parejas que realizan tratamientos de fertilidad sufran un desgaste emocional importante que, en ocasiones, se traduce en sintomatología ansioso-depresiva. Este desgaste afecta al individuo y a la pareja. Según cómo se resuelva, puede tener consecuencias emocionales en los progenitores que se transmitan a los menores. Por ello, a las parejas que atraviesan un proceso de este tipo se les recomienda que acudan a asesoramiento o psicoterapia.
En ocasiones, los miembros de la pareja viven el proceso de manera distinta y no se sienten apoyados por el otro. Esto conduce a problemas relacionales que es importante tratar en psicoterapia. El ajuste que pueda hacer la pareja ante esta situación de desgaste —que puedan compartir su frustración, impotencia y miedos, y que sientan el apoyo del otro— será fundamental para superar este proceso.
Cuando la pareja logra finalmente concebir —desgraciadamente no siempre es así— y nace su hijo o hija, también pueden surgir problemas derivados de este proceso. Si la pareja no ha podido resolver la crisis anteriormente comentada, se puede producir una ruptura o la continuidad de una relación de pareja deteriorada. Si una familia llega a consulta en esta fase —con frecuencia la encontramos representada a través de un síntoma en el hijo o hija—, será fundamental revisar su historia de pareja y explorar cómo afrontaron el proceso del tratamiento de fertilidad. Si se detectan problemas de pareja no resueltos de esa etapa, será el momento de realizar sesiones de pareja para trabajarlos y resolverlos.
Suele ser también frecuente que, después de un difícil proceso de tratamiento, la pareja finalmente conciba un hijo y desarrolle un estilo de crianza sobreprotector que genere sentimientos de falta de valía en el menor. El mensaje implícito que se transmite es «ya lo hago yo por ti, que te puede pasar algo», con lo que el niño o niña percibe que es vulnerable y necesita protección en exceso. Y es que la mirada del menor o la menor sobre sí se construye en función de la mirada del progenitor sobre él o ella.
Ignacio y Lorena acudieron a consulta porque la profesora de su hija Pilar, de 3 años, les había comunicado que tenía un comportamiento muy agresivo en la guardería. Al revisar la historia de la familia, la pareja reconoció que había numerosos conflictos entre ellos, los cuales podían estar repercutiendo en Pilar. Al explorar desde cuándo sucedían dichos conflictos, los identificaron en la etapa en la que se sometieron al tratamiento de fertilidad. Habían tenido muchas dificultades para que Lorena se quedase embarazada y, después de un largo y duro proceso, nació por fin Pilar. Lorena sentía que Ignacio no la apoyaba de la manera que ella necesitaba, en esos momentos, y que se enfadaba con ella muy a menudo. Ella creía que estaba muy ansiosa y desajustada hormonalmente. Ignacio reconoció que había sentido mucha rabia hacia Lorena por sus quejas constantes y que se había sentido desbordado por la situación.
Técnica de la escultura: Esta técnica, inspirada en la introducida por V. Satir en el campo de la terapia familiar21 (Satir V. M., 1972), se aplicó de la siguiente manera:
Después de que cada uno explicara cómo se sintió durante el tratamiento de fertilidad, les pedí que representaran dicho sentimiento mediante una escultura corporal. La instrucción fue: «Quiero que imaginéis que sois escultores y esculpáis la relación de pareja que teníais en el pasado, durante el tratamiento de fertilidad. Después representad la relación de pareja actual. Finalmente, simbolizad la que os gustaría tener en el futuro».
En la escultura del pasado, Lorena representó a Ignacio y a ella enfadados, discutiendo; en la del presente, a ambos dándose la espalda, y en la del futuro, a ambos abrazados.
Después de cada escultura, se les pidió que observaran durante unos minutos cómo se sentían en esa postura corporal y que después lo compartieran en voz alta.
A continuación, Ignacio representó sus esculturas. Realizó una escultura del pasado en la que representó a los dos gritando. En la del presente realizó la misma escultura, y en la del futuro, a ambos caminando juntos de la mano.
Posteriormente, reflexionaron acerca del contenido de las esculturas, compartieron emociones, impresiones, etc. Este ejercicio contribuyó a facilitar una comunicación diferente entre ellos, con mayor intimidad y comprensión el uno con el otro, y exenta de reproches. Se trabajó además qué tendría que ocurrir y qué necesitarían el uno del otro para poder conseguir la escultura del futuro. Así, a través de la técnica de la escultura, se pudo redefinir el problema y establecer nuevos objetivos de pareja.