Читать книгу 565 Juegos y tareas de iniciación deportiva adaptada a las personas con discapacidad - Mercedes Ríos Hernández - Страница 12

DESDE EL CURRÍCULO

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«La meta es encontrar la forma de trabajar con la clase entera [...] Tenemos que encontrar la manera de conectar con la clase [...] y a la vez personalizar la experiencia para cada uno de sus miembros.» (Ainscow, entrevistado por Parrilla, 2001, p. 45)

Se pretende a través de un currículo eficaz alcanzar una educación de calidad, adecuando la respuesta educativa a cada uno de los alumnos. De este modo se supera la expresión «necesidades educativas especiales» y se sustituye por el de «barreras de aprendizaje» ya que, según el punto de vista inclusivo, éstas pueden deberse no sólo a sus propios déficits, sino a la inadecuada respuesta educativa que ofrece tanto el centro y su organización, como el profesorado (Booth, Ainscow, Black-Hawkins, 2002). Tal y como señala Puigdellívol (2004), el concepto de necesidades educativas especiales se ha ido individualizando y ha perdido su sentido inicial para convertirse en un concepto etiquetador y clasificador. El concepto de barreras de aprendizaje se refiere, tal y como originariamente se quería describir con necesidades educativas especiales, a analizar las dificultades para acceder al currículo y a la participación.

Ante un currículo cerrado y prescriptivo, se plantea un currículo abierto a la diversidad, comprensivo y participativo, holístico y constructivista, y consecuentemente democrático, donde el maestro se considera como facilitador del aprendizaje y no como simple transmisor del currículo. Así, el currículo inclusivo se caracteriza por ser (Guarro, 1999):

Común y realizable: el alumnado desarrolla su aprendizaje en el mismo marco curricular de referencia y ajustado a las características de todo el alumnado, reflejando la pluralidad cultural de la sociedad.

Cooperativo: basado más en la cooperación que en fomentar la competitividad.

Práctico, útil y reflexivo: los aprendizajes serán relevantes y duraderos, la selección de los contenidos debe buscar el equilibrio entre la realidad y su análisis crítico y reflexivo, alejándose de formalismos abstractos y dogmas, buscando el máximo acercamiento hacia el conocimiento que se enseña.

Moral: los contenidos deben relacionarse con planteamientos éticos.

Coherente y planificado: hay que garantizar que todo el alumnado tenga las mismas posibilidades de desarrollo.

Ford, Davern y Schnorr (1999) apuntan que, para realizar una planificación para todos los alumnos, deben tenerse en cuenta cinco estrategias:

1. No obviar la importancia capital de los objetivos generales de la educación.

En contraposición a la escuela integradora, la escuela inclusiva aboga por una revisión de los objetivos generales de la educación, excesivamente orientados hacia la adquisición de determinados contenidos conceptuales (principalmente los denominados contenidos instrumentales). Para dichos autores, es básico que todos los alumnos desarrollen los mismos objetivos de la educación, aceptándose que el grado de importancia y el nivel de resultados que consigan dependerán de las características de cada uno de ellos.

2. Diseñar un marco curricular común.

La escuela integradora no tiene en cuenta a todos los alumnos al proponer los objetivos generales y organizar la secuencia curricular. En este contexto, las adaptaciones curriculares están planteadas como si las nece sidades educativas de los alumnos que se benefician de ellas estuvieran alejadas de las del resto de sus compañeros, perpetuando el sistema paralelo al que nos hemos venido refiriendo.

La escuela inclusiva, en cambio, propone un marco de referencia lo suficientemente común y plural para desarrollar las adaptaciones curriculares sin la necesidad de tener que separar a determinados alumnos del resto.

3. Ofrecer un currículo rico en significados.

Las experiencias educativas deben tener sentido para todo el alumnado, alejándonos de la preeminencia de los contenidos conceptuales presentados aisladamente, fomentando la transversalidad y la interdisciplinariedad.

4. Evaluar individualizadamente los resultados y basándose en el rendimiento.

Rechazo de las pruebas-test y apuesta clara por una evaluación individualizada que tenga en cuenta a cada uno de los alumnos. De esta forma el profesorado informará sobre el tipo de habilidades adquiridas por los alumnos en vez de centrarse en las puntuaciones obtenidas. Esto no significa relajar el nivel de exigencia en la adquisición de los aprendizajes, sino adecuarlo a cada alumno en función de sus características; recordemos que estamos hablando de una escuela de calidad, eficaz para todos y todas.

5. Tener presente la importancia del currículo «oculto».

El currículo oculto es muy importante en la transmisión y creación de significados e ideología que no están expresados de manera explícita en el currículo escrito. No hay que dejar de lado lo que el alumno experimenta en su día a día escolar. Más allá de lo que pretende enseñar el maestro de forma explícita, la vida en la comunidad educativa aporta elementos significativos en la vida del alumnado que no deben olvidarse y cuyas experiencias ayudarán al alumnado a crear y experimentar un sentimiento de pertenencia a una comunidad. Tal y como afirman García y Puigvert (2003, p. 274): «El currículo oculto son todos estos aspectos que, sin ser explicitados, ni a menudo debatidos, se transmiten a los estudiantes a través de estructuras que subyacen tanto en los contenidos formales como en las formas de relaciones sociales que se dan en la escuela».

A todo ello podemos añadir, como apuntan además Stainback y Stainback (1999), Giangreco (1999), Peterson, LeRoy, Field y Wood (1999), Ainscow (2001) y Arnaiz (2003), entre otros, que para que un currículo sea eficaz para todo el alumnado debe:

• Mostrar un equilibrio entre el rendimiento académico y funcional y los aspectos sociales y personales.

• Tener en cuenta la importancia de la comunidad educativa. La escuela se considera como una comunidad abierta y diversa, funcionando como un todo. Construir la comunidad educativa es uno de los ejes esenciales de la inclusión. En ella, todos los individuos que la componen se sienten y se saben aceptados y apoyados. Alumnado, padres, educadores y los diversos agentes presentes en el barrio establecen códigos de interdependencia y de corresponsabilidad, fomentando las interrelaciones amistosas, participando conjuntamente en el proceso de transformación de la realidad educativa. La colaboración entre los maestros y el alumnado para tomar decisiones curriculares y docentes es también una práctica habitual en los centros inclusivos. Como consecuencia, el currículo debe desarrollarse en un ambiente de aprendizaje acogedor, donde los alumnos se sientan aceptados, seguros y, por tanto, valorados.

• Utilizar nuevas estrategias para el aprendizaje. Reconocer la importancia del trabajo en equipo y la comunicación interpersonal, de forma que a los alumnos se les presenten oportunidades para trabajar en cooperación con sus compañeros con el fin de alcanzar objetivos comunes. Todos y todas deben ser agentes activos en el aula, manteniendo los objetivos individualizados dentro del grupo cooperativo. Con el fin de maximizar el aprendizaje de todos y todas, la enseñanza cooperativa se convierte en una estrategia metodológica clave. Tal y como indican Johnson, Johnson y Holubec (1999), la cooperación es algo más que un método de enseñanza, es un cambio básico de la estructura organizativa que afecta a todos los aspectos de la dinámica de la sesión.

Dichos autores centran los beneficios de esta estrategia en tres ejes fundamentales:

a) Aumenta el aprendizaje de todo el alumnado, incluyendo tanto a los superdotados como a aquellos que presentan dificultades.

b) Cohesiona el grupo y facilita interrelaciones positivas entre el alumnado, promoviendo la creación de una comunidad de aprendizaje donde la diversidad es un valor.

c) Proporciona al alumnado un bagaje experiencial que colabora en su desarrollo social, psicológico y cognitivo.

Para que esto sea posible, el maestro debe poner en práctica cinco elementos básicos para organizar equipos de trabajo cooperativos en la sesión:

1. Interdependencia positiva. El compromiso de cada individuo en el grupo beneficiará a cada uno de sus miembros y a los resultados obtenidos.

2. Responsabilidad individual y grupal. Nadie puede aprovecharse del esfuerzo del otro y cada uno debe aportar en función de sus capacidades. El grupo debe ser capaz de evaluar su actuación y valorar los esfuerzos de cada uno de sus miembros.

3. Interacción personal. Cada miembro del grupo debe poder explicar lo que hace y cómo lo hace, promoviendo el aprendizaje mutuo y la colaboración en un objetivo común.

4. Interacción social. El docente debe enseñar a los alumnos prácticas interpersonales y grupales necesarias para evitar el individualismo y la competitividad.

5. Evaluación grupal. El grupo tiene que ser capaz de analizar la tarea realizada desde la perspectiva del crecimiento conjunto hacia nuevos objetivos.

Desde esta perspectiva, el currículo debe gestionarse de forma colegiada, alejándose de autoritarismos y centralismos, y ajustándose a la realidad y la cultura de todos y todas sin ningún tipo de consideración apriorística. Se trata de elaborar un currículo que ofrezca respuestas educativas contextualizadas en función del alumnado y de sus referentes socioculturales. De este modo los docentes se convierten en protagonistas de la transformación educativa.

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