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6. Lenguaje y pensamiento

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De acuerdo con Dummett, la filosofía analítica se caracteriza por presentar el problema de una teoría no-psicológica del pensamiento y por la solución peculiar ofrecida a esa cuestión, una solución que se despliega bajo el nombre de “tesis de la prioridad”: el lenguaje es previo al pensamiento, en el orden de la explicación (ver §3 p. 23). Como hemos visto en la sección anterior, el primer paso dado en el camino hacia la filosofía analítica era desenredar a la filosofía del pensamiento de la psicología filosófica. Al respecto, tanto Frege como Husserl estuvieron de acuerdo, a pesar de que la diferencia entre la noción de sentido de Frege y el concepto de noema de Husserl era tal que resultaba imposible, para Husserl, aceptar la tesis de la prioridad.

La propia posición de Frege respecto de la tesis de la prioridad estaba, en verdad, más bien matizada, debido a que él rechazó la tesis de la prioridad generalizada pero creyó en una versión relativizada de ella. Además, su filosofía del lenguaje consideró los pensamientos como entidades abstractas que habitan un reino platónico de la realidad (el “tercer reino”). Esta última idea proporcionó una explicación muy simple y fluida sobre la objetividad y la comunicabilidad de los pensamientos, a costa de multiplicar la ontología. De hecho, las ventajas relacionadas con la idea de que los pensamientos son entidades abstractas fueron socavadas por el llamado “problema de la accesibilidad”: ¿cómo nos son dadas las entidades abstractas, por ejemplo, los números? Frege ofreció una solución paradigmática, aunque no enteramente satisfactoria, sobre este problema en §62 de The Foundations of Arithmetic, estableciendo un ejemplo importante sobre cómo el lenguaje podría ser utilizado para resolver problemas filosóficos. Y cuando, mucho después, en el proceso de escribir “El pensamiento”, Frege regresó a esta cuestión, no logró ir más allá del uso de metáforas sugestivas (“captar un pensamiento”).

Desde luego, como dice Dummett, la tesis de la prioridad se convirtió en un dogma explícito y ampliamente aceptado de la filosofía analítica hasta el momento en que llegamos al Tractatus, donde Wittgenstein, como es sabido, escribió: “Un pensamiento es una proposición con sentido” (Wittgenstein, 1921: §4, p. 19).

Sin embargo, en el Tractatus, no solo encontramos una aceptación explícita a la tesis de la prioridad, sino que también tenemos al giro lingüístico como la idea de que el análisis lógico del lenguaje es el método que debe ser adoptado para hacer filosofía de un modo riguroso: “El [Tractatus] se ocupa de los problemas de la filosofía, y demuestra, creo, que la razón por la que se plantean estos problemas es que se malinterpreta la lógica de nuestro lenguaje” (Wittgenstein, 1921: Prefacio, p. 3; las cursivas en la cita son nuestras).

Como hemos visto en §4, la posición de que la aparente forma lógica de una proposición P podría no ser la real se le debe a Russell. Y, por lo tanto, si, al seguir el camino filosófico que conduce al nacimiento de la filosofía analítica, tenemos la intención de ir desde Frege hacia Wittgenstein, necesitamos utilizar un escalón intermedio, e inevitable, representado por el diagnóstico de Russell sobre la causa principal detrás de la formación de pseudoproblemas o paradojas en lógica, y en filosofía en general: el malentendido de la forma lógica de determinadas proposiciones.

En este punto de nuestra discusión crítica sobre la reconstrucción racional de algunas de las raíces de la filosofía analítica, existe un interrogante que se presenta a la vista como consecuencia de las dificultades de la aproximación fregeana a la filosofía del pensamiento. Este interrogante pregunta sobre la necesidad de creer que los pensamientos son entidades abstractas, si es que aspiramos a salvaguardar su objetividad y comunicabilidad.

Como es bien sabido, el Wittgenstein tardío, Quine y otros respondieron el anterior interrogante mediante un claro y resonante “no”. Y, como consecuencia de ello, decidieron adoptar una actitud hacia el lenguaje y el pensamiento caracterizada por una posición común antiplatonista. Pero, habiendo establecido esto, es importante notar que, mientras la estrategia de Wittgenstein al luchar contra la metafísica platonista tiene como objetivo conducir a palabras tales como “conocimiento”, “ser”, “objeto”, “yo”, “proposición”, etc. desde su uso metafísico hacia su uso ordinario,19 la de Quine consiste, por su parte, en una exhortación a estudiar el conocimiento, la mente y el significado “con el mismo espíritu empírico que anima a la ciencia natural” sin dejar lugar para una filosofía prioritaria.20 Es asunto de un considerable interés histórico observar que ambas estrategias antiplatonistas anteriormente mencionadas tuvieron importantes consecuencias en filosofía. Wittgenstein, pues, proporcionó un caldo de cultivo ideal para lo que, en años posteriores, llegó a conocerse como “filosofía del lenguaje ordinario”; mientras que Quine engendró el naturalismo filosófico, todavía hoy muy influyente.

Dummett comparte la hostilidad de Wittgenstein y Quine hacia el enredo de la metafísica platonista en la filosofía del lenguaje/pensamiento, pero termina desarrollando una visión sobre cómo asegurar la objetividad y la comunicabilidad de los pensamientos que difiere de la de Wittgenstein y la de Quine. Para observarlo, consideremos que para Dummett:

Si el acercamiento a la filosofía del pensamiento a través de la filosofía del lenguaje ha de servir el propósito de salvaguardar la objetividad del pensamiento sin una mitología platónica, el lenguaje debe ser concebido como una institución social, como la posesión común de los miembros de una comunidad (Dummett, 1993: p. 213 de este volumen).

En efecto, si por un lado creemos, con el Wittgenstein tardío –para quien en la mayoría de los casos, el significado es el uso– que el significado de una expresión E perteneciente al lenguaje ordinario se fija mediante el uso público que un miembro competente de la comunidad hace de E; y si, además, también compartimos su creencia de que aprender cómo usar E es el resultado de una instrucción basada en una práctica pública, observable, de hablantes competentes (la instrucción puede incluir reacciones positivas o negativas); entonces, se sigue que no es necesario apelar a entidades abstractas o a pensamientos que son inaccesibles para otros hablantes, para considerar la objetividad del significado de las expresiones pertenecientes al lenguaje ordinario.

Aunque Dummett sea muy compasivo con la estrategia de Wittgenstein dirigida a hacer filosofía del lenguaje sin la metafísica platonista, lo que no puede aceptar es la visión poco sistemática de Wittgenstein sobre el lenguaje como una colección de juegos de lenguaje libremente relacionados. Para Dummett, es posible producir una teoría sistemática del significado que podría considerarse no solo para que las expresiones del lenguaje ordinario tengan el significado que tienen, sino también para aclarar en qué consiste la comprensión de tales expresiones por parte del hablante individual –el idiolecto individual.21

Un segundo punto en el que Wittgenstein y Dummett no están de acuerdo es que, mientras parece que, para Wittgenstein, el dominio de un lenguaje consiste en la posesión de habilidades prácticas, para Dummett, en cambio, implica mucho más que eso.

Para observar cómo Dummett argumenta al respecto, considérense las preguntas “¿Puedes nadar?” y “¿Puedes hablar castellano?”. El hecho de que resulte apropiado responder “No lo sé, nunca lo he intentado” a la primera, pero que sea absurdo responder lo mismo a la segunda muestra, para él, que, si saltar sobre un río puede interpretarse correctamente como una habilidad práctica, hablar un lenguaje no puede ser interpretado del mismo modo.22

Al margen de la hostilidad generalizada que Dummett siente en torno a lo que hemos denominado “naturalismo filosófico”, la diferencia principal entre su punto de vista sobre la filosofía del lenguaje y la de Quine se refiere a la relación entre el idiolecto y el lenguaje privado. En la filosofía del lenguaje de Quine (y en la de Davidson), el idiolecto tiene un papel primario, donde el lenguaje ordinario no es más que la superposición de los distintos idiolectos de los hablantes. En particular, la comunicación entre el hablante X y el hablante Y es vista por Quine como el resultado de la traducción del idiolecto de X en el idiolecto de Y, y viceversa.23 Sin embargo, la idea de comunicación entre dos hablantes que tiene Quine y su punto de vista de que no hay ningún hecho sobre el significado y la referencia, tomados juntos generan dos problemas formidables. Ellos son los problemas bien conocidos de la indeterminación de la traducción y la inescrutabilidad de la referencia.24 En marcado contraste con la posición de Quine (y Davidson) sobre este asunto, de acuerdo con Dummett, el lenguaje ordinario es primario, mientras que el idiolecto es simplemente visto por él como la comprensión (parcial) del individuo del lenguaje ordinario. Dentro de un marco de referencia dummettiano, la comunicación entre los hablantes X e Y no tiene nada que ver con traducir o interpretar (en el sentido de Davidson). Se trata de un diálogo guiado por el estándar objetivo áureo provisto por el lenguaje ordinario, cuya naturaleza no es ni psicológica ni abstracta.

Es importante advertir que, dentro de la visión dummettiana del lenguaje, como una consecuencia de la existencia de un estándar objetivo áureo provisto por el lenguaje ordinario, no podríamos tener anomalías que afecten a la comunicación, como la indeterminación de la traducción y la inescrutabilidad de la referencia. Además, no habría peligro de desviarse hacia el psicologismo, como ocurre, en cambio, dentro del marco de comunicación quineano donde el hablante X, carente del estándar objetivo áureo provisto por el lenguaje ordinario, debe “leer la mente” del hablante Y para producir una teoría sobre cómo el hablante Y va a tomar las cosas que está a punto de decir, y viceversa.25

Pero, ahora bien, independientemente del gran interés en la discusión de Dummett sobre la relación entre el lenguaje y el pensamiento, nos parece que un problema importante ha permanecido irresuelto. Se trata de un problema que tiene que ver con algo que tratamos en §5: el fenómeno conocido como ver-como.

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