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Introducción

Pensar dentro y más allá de la tradición:
el caso Dummett

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Nos complace brindarle al público hispanohablante la primera traducción de Origins of Analytical Philosophy de Michael Dummett. Lamentablemente, los lectores de habla castellana tienen la posibilidad de acceder únicamente a dos obras de Dummett: La verdad y otros enigmas, traducida por Alfredo Herrera Patiño y editado por Fondo de Cultura Económica (México, 1990 [Truth and Other Enigmas, Harvard University Press, 1978]); y la presente, Orígenes de la filosofía analítica [Origins of Analytical Philosophy, Harvard University Press, 1993], gracias al esfuerzo de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF). Es particularmente sugestivo que un autor de la envergadura de Michael Dummett haya sido tan poco traducido a una de las lenguas que cuenta con un caudal de usuarios tan importante. Quizás, las causas residan en las circunstancias que el propio Dummett advierte en el Prefacio: el oficio de traductor es, básicamente, ingrato. Solo tras traducir una obra de envergadura somos plenamente conscientes del esfuerzo que ello acarrea. En el caso particular de la obra de Dummett debemos agregar, quizás, algunos otros factores que más adelante destacaremos.

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El lector se encontrará en las próximas páginas con una auténtica pieza del pensamiento. Dummett pensó un problema, y lo hizo de un modo notable. Es altamente destacable que un autor formado dentro de la tradición analítica de pensamiento haya tenido la capacidad de trascender las fronteras de esa tradición, acercándose a la escuela fenomenológica –con la complejidad teórica y conceptual propia de los escritos de Husserl. Los filósofos, y los teóricos en general, tendemos a reproducir un esquema inverso: pensamos dentro de los límites de la tradición o disciplina en la que hemos sido, por gracia o desgracia, formados. Pero en ese quietismo no radican las riquezas del pensamiento. Y Dummett era plenamente consciente de ello. El lector, sin embargo, no debe buscar aquí una historia de las ideas: Dummett plantea e intenta dar respuestas a un problema filosófico que nos permite comprender, tanto a los teóricos cercanos a la filosofía analítica del lenguaje como a quienes pertenezcan a la fenomenología, ciertas explicaciones que resultaron afines a Frege y a Husserl. Posteriormente, es cierto, ambos autores han evolucionado hacia posiciones disímiles (como el Danubio y el Rin); pero lograr problematizar ciertas preocupaciones que les resultaban comunes es un ejercicio estimulante. Leyendo a Dummett se aprende.

Orígenes de la filosofía analítica, sin embargo, no es un escrito imparcial, en el sentido corriente de “objetivo”. Dummett toma posición. Y lo hace, como es esperable, a favor de la tradición analítica, escuela a la que pertenece, como lo demuestra su permanente preocupación por la obra de Frege, que lo ha conducido a escribir tres obras voluminosas: Frege: Philosophy of Language (Harvard University Press, 1973), Frege: Philosophy of Mathematics (Harvard University Press, 1991) y Frege and Other Philosophers (Oxford University Press, 1991). También encaminados a resolver ciertas problemáticas de la filosofía analítica, se agregan a la lista, además del mencionado Truth and Others Enigmas, Elements of Intuitionism (Oxford University Press, 1977), The Seas of Language (Oxford University Press, 1993), Truth and the Past (Oxford University Press, 2005) y Thought and Reality (Oxford University Press, 2006). Pero sus preocupaciones han excedido los límites de la filosofía analítica del lenguaje stricto sensu; ha escrito obras sobre el sistema electoral: Voting Procedures (Oxford University Press, 1984), Principles of Electoral Reform (Oxford University Press, 1997); sobre temas de actualidad política: On Immigration and Refugees (Routledge, 2001); como así también sobre el Tarot que, junto a la filosofía del lenguaje, ha sido su otra gran pasión; aquí debemos mencionar: The Game of Tarot: from Ferrara to Salt Lake City (Duckworth & Co., 1980), Twelve Tarot Games (Duckworth, 1980), The Visconti-Sforza Tarot Cards (Braziller, 1986), Il mondo e l’angelo: i tarocchi e la loro storia (Bibliopolis, 1993), I tarocchi siciliani (La Zisa, 1995), A Wicked Pack of Cards. The Origins of the Occult Tarot (St. Martin’s Press, 1996), junto a Ronald Decker, A History of the Occult Tarot: 1870-1970 (Duckworth, 2002), y junto a John McLeod, A History of Games Played with the Tarot Pack (Malled Press, 2004); y sobre gramática: Grammar and Style: For Examination Candidates and Others (Duckworth & Co., 1993). Y la lista no está completa. Como vemos, Dummett ha sido, sin lugar a dudas, uno de los pensadores más prolíficos y agudos del siglo XX.

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Respecto a la obra que aquí puntualmente presentamos, haremos las siguientes consideraciones generales. Quisiera comenzar planteando una cuestión bastante general. No resulta sensato sugerir que un autor debería analizar el elemento X en lugar del elemento Y. Creo preferible evaluar lo que el autor hizo y, a partir de allí, y como resulta evidente tanto en filosofía como en ciencias, desplegar las críticas que cada uno considere apropiadas. Por ejemplo, no parece una crítica sensata decir algo así como “Frege no tuvo en cuenta la actitud de los hablantes”. Sería preferible valorar la riqueza que podemos encontrar en los cientos de páginas que ha escrito, y en las múltiples ideas novedosas que ha tenido. ¿Estoy alentando a la no-crítica en filosofía? Nada de eso; pero comenzar por la carencia o por la supuesta debilidad es un ejercicio que parece opacar la genialidad de ciertas figuras que se han dedicado a pensar un problema de un modo muy novedoso, preciso y sistemático. Cuando nos enfrentamos a un autor, lo que primero debemos contemplar son los problemas que el autor se ha planteado, y no los problemas que yo me planteo para resolver mis propios intereses intelectuales. Posteriormente, sería razonable preguntar nuevamente: ¿los problemas que plantea el autor, y los propios, son los mismos? Generalmente no lo son, y los autores no perciben ese detalle. Esta sugerencia podría ser útil para defender a Dummett de ciertas críticas que considero injustificadas.

Peter Hylton1, por ejemplo, se muestra molesto porque Dummett no le ha otorgado a Russell el título de abuelo de la filosofía analítica, criticando el escaso (más bien, nulo) tratamiento que Dummett ha ofrecido a sus puntos de vista en la presente obra. Pero Dummett claramente afirma: “[N]o he discutido el rol de los filósofos británicos Russell y Moore en la génesis de la filosofía analítica” (p. 48 de este volumen). ¿Por qué no lo hace? Pareciera injustificado su “descuido”. Cualquier estudiante de filosofía analítica del lenguaje está al tanto de la relevancia de la figura de Russell en la historia de la tradición. ¿Entonces?

Entonces, no nos debemos olvidar los objetivos que el propio autor se ha planteado. Dummett afirma:

El libro se pretende, más bien, como una serie de reflexiones sobre las raíces de la tradición analítica: observaciones que cualquier escritor de una genuina historia de esta tradición tendría, en la medida en que sean correctas, que tomar en explicación. Confío en que una historia tal se escribirá: sería fascinante. Pero mi objetivo ha sido bastante menos ambicioso, y mi libro mucho más breve de lo que una verdadera investigación histórica posiblemente sería. (pp. 48-49 de este volumen).

Dummett no escribe un libro de historia de las ideas. No está forzado, en absoluto, a incluir a Russell, como tampoco a Moore, ni al Círculo de Viena, por ejemplo. El problema de Dummett es otro. Y es preciso, insisto, no perder de vista los objetivos que el autor se ha planteado para edificar las críticas posteriores. Pareciera que el destino de toda obra de cierta envergadura es padecer ante “la crítica de los roedores”, como sugirió cierto genio-filósofo prusiano. Quien tenga a bien adentrarse en la presente obra, debe tener en claro que no se encontrará con un libro de historia, ni siquiera de historia de las ideas. El problema de Dummett radica en intentar analizar –en sentido literal, es decir, como desagregación de las partes constituyentes– las raíces de la filosofía analítica. En esa desagregación, los resultados de Dummett son fructíferos.2

A los seres humanos, lo distinto nos incomoda (ciertas veces, nos asusta). Por eso, y para revertir los temores y sentirnos seguros, apelamos a lo familiar, a lo conocido. Es muy difícil que un teórico exceda los límites de la tradición en la que se ha formado, ingresando en el corazón de los problemas planteados por otras escuelas. Transitar los “caminos del bosque” es una tarea valiente. Y Dummett tiene el valor suficiente para hacerlo; por eso mismo, la presente obra debe ser valorada en un sentido profundo: se trata de un pensador buscando respuestas, y ello lo ha conducido desde la filosofía analítica hacia la fenomenología de Husserl, para destacar los puntos de unión y distanciamiento entre ambas tradiciones.

La presente obra de Dummett ha inaugurado una serie de trabajos que han desplegado una cierta revisión de la escuela analítica. Solo por nombrar algunos, haremos referencia a la obra de Ray Monk y Anthony Palmer, Bertrand Russell and the Origins of Analytical Philosophy (Thommes Press, 1996), Hans-Johann Glock, The Rise of Analytic Philosophy (Blackwell, 1997), William Tait, Early Analytic Philosophy. Frege, Russell, Wittgenstein (Open Court, 1997), David Bell y Neil Cooper, The Analytic Tradition (Blackwell, 1990), Alberto Coffa, The Semantic Tradition from Kant to Carnap to the Vienna Station (Cambridge University Press, 1993), Johannes Hirschberger, A Short History of Western Philosophy (Clare Hay, 1977), Peter Hylton, Russell, Idealism, and the Emergence of Analytic Philosophy (Oxford University Press, 1990); Barry Smith, “On the Origins of Analytic Philosophy” (en Grazer Philosophische Studien, 35: 153-173, 1989). Una serie de diálogos tales son provechosos para la reflexión, pues las posiciones herméticas inhiben la reflexión; pero para que ello suceda –como el propio Dummett aclara en la entrevista con el Dr. Schulte–, debemos creer que el pensamiento del otro no se encuentra por completo desencaminado. Para que exista diálogo, sugería Gadamer, debemos suponer que nuestra posición puede estar equivocada, y que el otro, quizás, esté en lo cierto. Es posible, entonces, que toda reflexión sincera necesite cierta dosis de humildad.

El otro problema general que aquí quisiera abordar es el de la aceptación o el rechazo del axioma fundamental de Dummett: que la vía de acceso al estudio del pensamiento es a través del análisis del lenguaje. Sería impreciso suponer que existe cierto consenso dentro de la tradición analítica; no todos los que se consideran miembros de la tradición han aceptado el axioma propuesto por Dummett. Un ejemplo es la obra póstuma de Gareth Evans;3 otro es la obra de John Searle a partir de Intentionality.4 Quienes no aceptan el axioma fundamental, y consecuentemente rechazan la primacía del lenguaje por sobre el pensamiento, es decir, quienes rechazan el problema de la prioridad en los términos en que Dummett lo plantea, o la prioridad metodológica, como Apel la denomina,5 razonan del siguiente modo:

El conductor de automóvil que toma la decisión de detenerse cuando se muestra el rojo en lo que ve como un semáforo, acompañado por otras cosas que ve como peatones que cruzan la calle, etc., mientras mantiene una acalorada conversación sobre el Brexit con los pasajeros en su auto está, ciertamente, ejercitando algunas de sus percepciones, atención, conocimiento y habilidad para juzgar. No obstante, esa actividad mental intensa, que corre en paralelo a la conversación política, no tiene lugar ciertamente en el lenguaje, debido a que “el medio lingüístico” del conductor ya está albergando consideraciones, pensamientos, etc. relacionados con otros asuntos. Podemos fácilmente conjeturar que los pensamientos sobre conducir un auto, etc. se realizan en el medio no-lingüístico del conductor que consiste en una serie de representaciones multimedia –imágenes, sonidos, aromas, etc.– que provienen del medio ambiente, y que se relacionan el uno con el otro de un modo racional, pero no-lingüístico. (Oliveri, Prólogo, pp. 37 de este volumen).

Al negar la prioridad metodológica del lenguaje respecto de la conciencia, como aquí hace Oliveri con el ejemplo del conductor, o como ha hecho Searle en Intentionality con el ejemplo de la colina,6 pareciera que es posible tomar decisiones de un modo pre-lingüístico. Aquí, el conductor se detiene cuando se muestra el color rojo en el semáforo, porque las “representaciones multimedia” se relacionan unas con otras de un modo no-lingüístico. Pero ¿cómo podría el conductor detener su auto al ver el color rojo en el semáforo sin estar en posesión del concepto de “rojo” –y del concepto de “color”, en general–, y sin haber adquirido el seguimiento de reglas de la práctica del manejo, entre las que se incluye respetar las indicaciones del semáforo? Es posible asignarles a los animales de nivel superior estados intencionales diferenciados (tales como creencias, deseos e intenciones),7 pero jamás he visto a un primate no humano, o a un perro, respetar las normas de tránsito y detenerse cuando el semáforo muestra el color rojo. Pero ¿por qué no pueden hacerlo? La respuesta evidente (no para todos) es que los animales no humanos no están en posesión de conceptos. Mucho menos evidente resulta cómo podría ser posible “mantener acaloradas discusiones sobre el Brexit” en un medio no-lingüístico. Ahora bien, ¿es preciso ser consciente todo el tiempo de las reglas para poder seguirlas? Es posible que los seres humanos actuemos, en ciertas oportunidades, digamos, “automáticamente”. Pero ello no implica que no sea necesario estar en posesión del concepto de color para respetar las normas de tránsito. Quizás todo ello opere como un trasfondo, pero así y todo el lenguaje está presente siempre, porque no hay restricción alguna que nos impida, a los seres humanos, expresar un pensamiento en el lenguaje. Al menos, tal es el caso de los seres humanos cuando incorporamos el lenguaje, y nos constituimos como hablantes competentes. A partir de ese momento no es posible desacoplar la intención significativa de la intención comunicativa. Es ese mismo desacoplamiento el que fue defendido por Husserl y negado por la filosofía analítica del lenguaje; esa imposibilidad es retomada por Dummett en su axioma fundamental.

Utilizando la terminología de Dummett:

Un ser humano puede ser asaltado de repente por un pensamiento, que podría ser la llave para la solución de un problema matemático o respecto del hecho de que se ha olvidado en casa algún documento imprescindible; en el último caso, puede dar la vuelta e ir por él. Un animal, o, para este asunto, un infante, no puede actuar de ese modo. (p. 187 de este volumen).

Nuestros pensamientos son corregibles; y, además, podemos transformar un proto-pensamiento –aquello que aquí hemos sugerido bajo la noción de “trasfondo”– en un pensamiento pleno. Nada, en principio, nos lo impide. Quizás sea cierto que el conductor del automóvil y el chimpancé de Köhler actúen del mismo modo automático para resolver problemas (y los resuelvan exitosamente); pero mientras que el chimpancé –o el resto de los animales de orden superior no humanos– no pueden trasladarse desde los proto-pensamientos hasta los pensamientos plenos, nosotros sí podemos. ¿Por qué? Gracias a que poseemos un tipo de lenguaje y comunicación basado en convenciones lingüísticas más que en el mero instinto.

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Llegados a este punto, y sin pretender desarrollar un análisis minucioso de los temas que Dummett aborda, pues Dummett lo hace mejor que nosotros en su propio libro, solo resta pedir disculpas y agradecer. Públicamente pido disculpas por las debilidades de mi traducción. Traducir a Dummett es una tarea muy ardua, producto de la complejidad de los temas que trata y de su particular modo de escritura; como siempre, todo traductor debe elegir entre serle completamente fiel al autor o embellecer la escritura, intentando volverla más amena; ello solo se logra tomando cierto distanciamiento respecto al trabajo original. Aquí he optado por la primera, aunque me he deslizado también, en muy pocas ocasiones, hacia la segunda alternativa.

Quisiera mencionar al Prof. Ignacio Mazzola, quien ha contribuido con la traducción del Prefacio, los dos primeros capítulos y los cinco primeros apartados que conforman el extenso capítulo 13. De todos modos, míos son los errores y los aciertos. La traducción al italiano realizada por Eva Picardi, Origini della filosofia analitica (Einaudi, 2001), me ha resultado altamente útil. Le agradezco a Gianluigi Oliveri, de la Universidad de Palermo, Italia, quien también ha participado activamente de la traducción de la obra de Dummett a su lengua materna, por haber tenido la voluntad y el entusiasmo necesario para escribir el Prólogo de la edición castellana.

Este trabajo no hubiera sido posible sin el apoyo (en sentido amplio, es decir, moral y financiero) de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF); quiero agradecerle a su presidente, Diego Lawler, a la directora del Instituto de Investigaciones Filosóficas (IIF-SADAF), Diana Pérez, y a las responsables del presente proyecto editorial, Eleonora Orlando y Cecilia Hidalgo. Hacia ellos mi más sincera gratitud. La presente traducción no forma parte de un trabajo solitario, sino que se enmarca dentro del proyecto UBACyT sobre la historia de la filosofía del lenguaje, dirigido por Alberto Moretti y codirigido por Sandra Lazzer; quiero agradecer tanto a ellos como a mis compañeros de trabajo, Carlos Oller, Javier Castro Albano, Gabriela Scataglini, Natividad Barta, Gabriela Fulugonio, Natalia Buacar, Luis Robledo y Omar Vásquez, ante quienes he presentado algunas ideas propias y las que conforman la obra de Dummett. También debo agradecer al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET); su apoyo es fundamental para mi desempeño académico.

Debo extender mi más sincero agradecimiento a la familia Dummett, a sus hijos, Suzie, Cris, Andy, Paul y Tessa; especialmente les agradezco a Suzie y a Tessa, con quienes mantengo un trato permanente y me han permitido descubrir, al menos en cierta medida, al hombre detrás de la figura del filósofo, al pensador laborioso que también supo ser un padre entrañable. Mi traducción ha sido recibida con mucha alegría y entusiasmo por sus hijos, y ese estímulo se ha constituido como un elemento central para que esta obra pueda ser publicada.

Finalmente, y como siempre, debo agradecerle a mi familia: tanto a mis padres y a mi hermana, como a mi esposa Julieta Zumbo y a nuestro hijo Santino. Mi esposa es una pieza clave, tanto en mi vida cotidiana como en la corrección gramatical de mi traducción, hacia ella toda mi gratitud y todo mi amor.

Hace unos meses mi vida se ha empobrecido profundamente, ciertas partidas abruptas y prematuras trastocan nuestra existencia y nuestros vínculos cotidianos. Quisiera dedicarle la presente traducción a la memoria de mi tío y gran amigo, Oscar Menduiña. Oigo tu voz en cada detalle y no dejo de recrear esas, nuestras buenas conversaciones. Será hasta la eternidad.

Ariel O. Dottori,

Buenos Aires, Argentina, abril de 2020

1 Propositions, Functions, and Analysis. Selected Essays on Russell’s Philosophy, Oxford University Press, 2005

2 Para un tratamiento más detallado respecto de las críticas de Hylton a Dummett, ver A. Dottori, Lenguaje, lingüisticidad y sociedad. Aproximaciones analíticas y continentales, Biblos, 2018.

3 G. Evans, The Varieties of Reference, ed. J. McDowell, Oxford University Press, 1982.

4 J. Searle, Intentionality. An Essay in the Philosophy of Mind, Cambridge University Press, 1983.

5 K.-O. Apel, Auseinandersetzungen in Erprobung des transzendentalpragmatischen Ansatzes, Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1998; existe versión castellana en Semiótica trascendental y filosofía primera, Síntesis, 2002.

6 Searle plantea la siguiente situación: supongamos que un pelotón desea avanzar en el campo de batalla y, para asegurarse de que el enemigo se encuentra en retirada, envía a uno de los soldados a espiar desde una colina. Desde allí, el soldado alza la mano para indicar que el resto de la compañía puede avanzar. Ante la señal, el pelotón avanza. Así, la señal (levantar la mano) se comprende de un modo no-lingüístico. Para un tratamiento detallado al respecto, ver el capítulo 2 de A. Dottori, La realidad social en John Searle. Ejercicios de filosofía de la sociedad, Prometeo, 2018.

7 Lo observo como una posibilidad porque no me encuentro completamente seguro al respecto.

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