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Máquinas simples

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La identidad es siempre móvil, hoy más que nunca es nuestro cuerpo el que lleva toda la carga de esa incesante marcha. Sólo hace falta un instante en el que se detenga el tren para que todo el plan recuerde su fragilidad, no puedes quedarte quieto.

Las noches y los sueños siempre han sido una y la misma cosa, como el blanco y el negro sólo han sido gris en toda la historia, justamente igual que mis sueños que, en realidad, sólo ha sido uno a lo largo de toda mi existencia, esa estática que comienza precisamente al momento que cierro mis ojos después de haber apagado la luz en medio de la habitación vacía.

Muy en el fondo de mis flashbacks aún intuyo, aunque no del todo igual (por supuesto que no reconozco si ha sido una vivencia propia o ajena), esa habitación repleta, que está vacía al mismo tiempo, en donde sólo impera el ruido y todas las voces, que, al igual que el blanco y el negro, se hacen indistinguibles…

Mi despertar está a tan sólo un parpadeo, a veces me parece que cada vez descanso menos, pero al mismo tiempo se me olvida el cansancio más rápido pues siempre estoy ocupado; los trayectos son un punto indispensable en mis labores diarias dado que puedo seguir organizándome, me permiten planificar el siguiente paso y, sobre todo, me hacen más consciente de cómo borrar mis pasos, cómo hacer que mis huellas cada vez se queden en menos pasajes, los pasajes me hacen ver cómo puedo ser más invisible.

Gris

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