Читать книгу Gris - Miguel Audiffred - Страница 9
ОглавлениеEn una de las misiones que me asignaron tuve que infiltrarme en una fiesta en otro club, esta vez lo difícil fue que la gente de ese lugar era más «exclusiva». Si dicen que el capitalismo es la nueva religión, ellos eran algo así como la inquisición. Para hacer bien este trabajo tienes que fijarte en todo lo que hacen los demás, en especial, en aquellos a los que normalmente no les prestas atención; ya para cuando me asignaron este encargo, mi capacidad de observación estaba sobredesarrollada, tanto más en cuanto que podía distinguir un clon de un humano y de una máquina sin problema alguno. También podía saber cuándo se trataba de un mercenario o de un agente invisible o de uno de los miembros de los cuerpos de paz, pero eso no era lo más complicado, lo realmente difícil era pasar desapercibido entre todos ellos cuando no había tanta diversidad, y ese fue el caso en aquella ocasión, dado que todos los invitados eran humanos exclusivamente o, al menos, así parecía al principio.
Para adentrarme no hubo grandes complicaciones, sólo tuve que esperar a que se juntaran los sujetos suficientes, mezclarme entre ellos y pasar desapercibido ante el guardián de la puerta. Una vez adentro las sombras y el alto volumen de la música me ayudaron a escabullirme entre los asistentes, aunque, al mismo tiempo, me impidieron encontrar a quien estaba buscando. Ahora que lo pienso no puedo recordar por qué razón estaba persiguiendo a este tipo, tampoco cómo fue que me dieron esta tarea ni qué debía hacer con él; había llegado a un punto en mi labor en el que todo se desarrollaba naturalmente, o en automático, mejor dicho.
Ya recordé qué tenía que hacer con aquel sujeto: primero, evidentemente, encontrarlo y verificar si realmente se trataba de él y no de un impostor, pues me parece que ese era el asunto con él: aparentemente estaba involucrado en un conflicto de robo de identidades o algo parecido, de modo que, para comprobar que era el indicado, había que constatar que en su entrepierna no hubiera sexo alguno, como los maniquíes de los centros comerciales que aún hay en la parte más descuidada de la ciudad: sólo una lisa curvatura con una consistencia de plástico, como una concha de protección. Para lograr el objetivo había que tomar precauciones; antes de dirigirme a donde era la fiesta, en la zona privilegiada, pase a uno de los suburbios en el que vivía un dealer que había conocido en uno de los lugares que solía frecuentar cuando no tenía encargos pendientes; le pedí uno de esos tubos de plástico que cuando se rompen desprenden un polvo de colores que incita a los que lo inhalan a hacer cualquier cosa que se les indica como si perdieran todo tipo de control sobre su cuerpo.
De esta manera, esa noche solamente tuve que aparentar estar bailando con uno de los sujetos que cumplía con el perfil que me habían descrito y, cuando se distrajera, darle un poco del polvo para que después, cuando tuviera que frotar su entrepierna, no reaccionara de una forma exagerada. Honestamente, encontrar al dummy fue más sencillo de lo que pensaba, incluso podría decirse que me estaba esperando, puesto que estaba solo, recargado en una pared junto a una de las ventanas que daba a la calle en donde se reflejaban todas las luces nocturnas. Tan sólo había una mujer parada junto a él, que estaba rodeada de un grupo de personas con las que estaba hablando, pero que actuaban como si el maniquí no estuviera ahí.
Poco después ella se lo llevó a donde estaban bailando los otros y fue entonces que me acerqué; ni siquiera tuve que hablar con él ni nada, simplemente me acerqué lo suficiente para que pudiera romper el tubo de plástico y que aspirara el polvo, y así fue… Cuando me di cuenta de que estaba moviéndose con los ojos cerrados aproveché para drogarlo y de inmediato noté como hizo efecto el polvo, puesto que se puso a dar vueltas y a moverse más intensamente. Luego de la euforia inicial, al igual que el ritmo de la música, sus movimientos se hicieron más pausados y entonces pude tocarlo para cerciorarme de que era la persona que estaba buscando; hasta ahí todo iba bien, afortunadamente, él era el dummy, por lo que ahora necesitaba uno de sus cabellos o una gota de sudor o de saliva o cualquier otra muestra de ADN para que la pudieran examinar; el único inconveniente fue que, tras haberlo frotado, la mujer que lo acompañaba lo arrastró hasta el otro lado del lugar donde se encontraban los baños.
Dejé que pasaran unos segundos para que no se percataran de que los estaba siguiendo y enseguida fui hacia los baños. Ella estaba esperándolo afuera, y cuando me vio me dijo:
—Si tienes muchas ganas, ¿por qué te resistes? —Al mismo tiempo se me acercó, con una forma propia de las de su índole, y, como ya sé cómo son los humanos, me alejé de ella metiéndome al baño en donde estaba el objetivo, recargado en un lavabo mirándose al espejo… Creo que sí escuchó cuando entré, pero no se inmutó, siguió como si nada hubiera pasado, así que me fui acercando hasta situarme a su lado; cuando estaba a punto de arrancarle uno de sus cabellos sentí cómo por detrás la mujer que estaba afuera me intentaba ahorcar, no sé cómo, pero sabía que era ella. En un mismo movimiento el dummy empezó a someterme con las manos luego de haberse limpiado la nariz con un poco de agua haciendo que terminara la anestesia del polvo.
Me habían indicado que no debía matar al objetivo, sólo conseguir la muestra, mas en circunstancias como aquella era comprensible que terminara con él o que lo dejara inconsciente, de suerte que cuando la mujer intentó asfixiarme con sus manos lo que hice fue jalarla de la espalda con las mías y aventarla hacia el objetivo, provocando que ambos se estamparan contra uno de los inodoros que había en la parte posterior; al caer, el objetivo se pegó en la cabeza y comenzó a sangrar y la mujer, horrorizada, empezó a gritar, de modo que tuve que noquearla con un golpe en el cuello. Enseguida tomé la muestra de cabello y corrí lo más rápido que pude. Ya para cuando iba por las escaleras oí como el resto de los que estaban en el recinto se percataron de lo que había sucedido, ya que la música se detuvo y los cuerpos de seguridad comenzaron a perseguirme. Al llegar a la puerta tuve que darle un balazo entre las dos cejas al cadenero, dado que de otra manera no habría podido salir con vida de ahí.