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EL PRIMER VIAJE A PARÍS
ОглавлениеPermaneció allí cuatro meses. Se instaló en un hotel frecuentado por catalanes y se relacionó con los que estaban en aquel momento en París: Josep Pla, Josep Llorens Artigas, Joan Salvat-Papasseit o Joaquín Torres-García. Se daba el caso de que la madre de Joan Miró y la de Picasso, que vivía también en Barcelona, eran amigas. Antes de emprender el viaje, Joan Miró visitó a la señora Picasso, y esta le entregó una tarta para que se la llevara a su hijo. Así se inició la amistad entre ambos pintores, que había de durar toda la vida. Durante los cuatro meses de su estancia en París se dedicó a visitar toda suerte de museos y de exposiciones. Asistió a clases de dibujo en la Académie de la Grande Chaumière, pero apenas pudo trazar una línea. Estaba extasiado. En una carta a su amigo Francesc Trabal, comentaría: «Mi ilusión por conocer París, vivir ahí, trabajar, no pudo expansionarse: le ganó la desorientación que me causó París. Viví un año de desorientación absoluta. De tal modo que intenté ir a alguna academia y no supe trazar una raya. Me situaba ante los modelos y, en absoluto, no sabía dibujar. Había perdido el mecanismo de cómo iba todo aquello. Y no volví a encontrarlo hasta Mont-roig, adonde volví el verano siguiente, y donde inmediatamente “me volvió” la pintura como cuando a los bebés les vuelve el llanto».[16]
En junio volvió y se instaló de nuevo en Mont-roig. Desde allí escribió a su amigo Ricart: «Decididamente, nunca más Barcelona. París y el campo, y eso hasta la muerte». El propio Picasso se lo había aconsejado: «Créame, si quiere ser pintor, no se mueva de París».[17] A Joan Miró le volvió pues la pintura, y la plasmó en obras como La mesa (Naturaleza muerta con conejo) (D 74) o El caballo, la pipa y la flor roja (D 76), que expondría al año siguiente en la galería parisina La Licorne. Se observa una clara influencia del cubismo, que reordena aquel impacto un poco salvaje de su primera pintura.