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Un destete moderado

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Durante la cuarta semana, los perritos crecen con tanta rapidez que su necesidad de alimento aumenta más allá de las posibilidades de Anka. Ella se muestra cada vez más impaciente ante la constante demanda de los pequeños. Se resiste a dejar mamar a las crías y las evita escapándose del redil, adonde ellas todavía no han aprendido a llegar. Si está encerrada con los cachorros, ya no se queda tumbada, sino que se mantiene en constante movimiento y se aleja cuando intentan agarrársele para mamar. Cuando al final cede, se queda de pie, forzando a los cachorros a mamar erguidos. Pero por poco tiempo. A los pocos minutos, da la sesión por terminada y se aleja. Los perritos ladran y lloriquean y la siguen obstinadamente para conseguir más.


La camada mamando a las cinco semanas. A estas alturas, la madre sólo les permite mamar unos segundos.

Como les han empezado a salir dientecillos afilados, la capacidad de Anka para darles de mamar durante mucho rato disminuye. Simplemente es demasiado incómodo para ella. Es señal de que ha llegado el momento de destetarlos. Durante unos días, iniciaremos a los cachorros con mezclas semisólidas de queso fresco y carne enlatada de alta calidad, y poco a poco iremos introduciendo pienso humedecido (comida seca) para cachorro. El proceso de destete se hace gradualmente, dando a los cachorrillos tiempo para acostumbrarse a la nueva dieta, así como a las prolongadas ausencias de su madre. Para proporcionar descanso a Anka, colocamos una plataforma elevada en la sala de cría donde pueda alejarse del alcance de los cachorros sin tener que marcharse. Las crías de tres a cuatro semanas aún requieren la estabilidad y seguridad de la presencia de su madre. Una separación abrupta en un momento en el que están experimentando tantos estímulos nuevos sería perjudicial para ellas.


Los cachorros de cuatro semanas engullen a toda velocidad la comida.

Curiosamente, en el caso de esta camada, observamos algo interesante al llevarles su primera comida sólida, consistente en una mezcla de queso fresco y agua caliente que podrán digerir con facilidad. Cundo nos acercamos al redil, apreciamos que los pequeños están ya amontonados alrededor de lo que parece comida regurgitada por Anka. Mientras comen, ella permanece tranquilamente sentada en un rincón. Este extraño hallazgo es, en realidad, la cosa más natural del mundo, y los cachorros están perfectamente satisfechos. De manera casi inmediata, Sunny y Oka se adaptan a la nueva dieta. Los demás, sin embargo, se detienen y tosen con frecuencia mientras mastican y tragan.

Kipper se cansa pronto del festín. Levanta la cabeza, espera, y después atraviesa entre sus hermanos en dirección a Anka, molestando a los demás y dejando un reguero de comida tras él. Adivinándole las intenciones, Anka arruga el morro y le gruñe. Esta muestra de fuerza tiene el efecto deseado. Kipper lloriquea y se retira. Los demás siguen comiendo.

Así es precisamente como empieza el destete de los lobos. Sin embargo, en el entorno natural, la comida regurgitada proviene tanto de la madre como de otros miembros de la manada. Cuando los lobatos tienen unas tres semanas, la madre vuelve a cazar con la manada mientras los pequeños se quedan en la guarida. Cuando la manada regresa, todos los adultos regurgitan una papilla semilíquida que las crías engullen con avidez. Es la etapa transitoria normal hasta que el joven lobo puede comer sólidos. Los cachorros solicitan la regurgitación lamiendo sumisamente la boca de los adultos. Ésta es la principal fuente de alimento de los lobatos, aunque la madre sigue dándoles leche hasta las siete o diez semanas.

El destete también da pie a un nuevo énfasis en las relaciones sociales. A mediados de la quinta semana, junto con el destete, la ausencia periódica de la madre hace que los cachorros centren cada vez más la atención en sus hermanos, con lo que aprenden a ser menos dependientes.

Lo mismo ocurre con los cachorros de Anka. Desde hace varios días, vamos alargando el tiempo que la perra pasa lejos de la camada y los cachorros se adaptan con facilidad. Ahora, cuando pasamos cerca de la camada mientras realizamos nuestras tareas, vemos que si no están durmiendo juntos, están jugando juntos, inventando innumerables juegos saludables, en apariencia comportándose como una manada. Mientras observamos, Oka desfila por el redil con un juguete que hace ruiditos. Los demás cachorrillos la siguen, intentando ansiosamente quitárselo de la boca. Sunny consigue quitárselo y sigue el juego hasta que un ruido del exterior hace que se detengan a escuchar. Kairos es el primero en salir a investigar, y los demás le siguen.

El juego de los cachorros es cualquier cosa menos frívolo. Además de desarrollar la coordinación muscular, les expone a situaciones sociales espontáneas que deben aprender a manejar. Cuando Sunny tira a Kairos al suelo y le muerde manteniéndole boca arriba, están empezando a aprender papeles sociales. En este caso, dominación y sumisión. Si Sunny le muerde demasiado fuerte, Kairos contraataca, haciéndole saber que ha ido demasiado lejos. Entre los cachorros esto sucede con frecuencia, y les enseña a usar la boca con cuidado. Los juegos de peleas suelen ser amistosos, y en especial a principios de este período, se van intercambiando los papeles, ya que jugar a pelearse es como un ritual de aprendizaje. Por ejemplo, en la quinta semana, Yola, la más sumisa de la camada, se planta sobre Sunny con las pezuñas sobre el cuello de su hermano, gruñéndole y sacudiendo la cabeza. Sunny se deja hacer, actuando como sumiso, con la espalda en el suelo y dando suaves zarpazos a la cara de su hermana.


Una madre provocando una confrontación entre juegos.


Una madre revolcando suavemente a uno de sus cachorros mayores para enseñarle a respetar su autoridad.

Esta interacción constante entre ellos acaba por establecer gradualmente cierta jerarquía en la camada. Los perritos aprenden a quién pueden dominar y a quién no. Cuando estas prácticas no se interrumpen, los papeles quedan completamente definidos hacia los cuatro meses.


La madre y el padre suelen ser indulgentes con los cachorros.


A medida que crecen, son más temerarios en el juego.


Los cachorros sanos aprenden a defenderse solos.


El comportamiento dominante sigue evidenciándose cuando crecen.


Los juegos de lucha y competición nunca terminan. Aquí a las seis semanas.


Durante el período de aprendizaje, los juegos de pelea están muy ritualizados. A través del juego, los cachorros descubren lo esencial de los roles sociales.

La interacción inicial es la base de una adaptación sana de los cachorros a los demás perros, así como de su propia identidad como perros adultos. Los cachorrillos necesitan este tiempo para familiarizarse con sus hermanos y su madre. Si antes de las seis semanas se separa al cachorro de la madre y del resto de la camada, todavía no habrá aprendido lo básico del buen comportamiento social en su especie. Cuando madure, el perro puede desarrollar serios problemas. Un cliente nos trajo a su terrier staffordshire americano de siete meses para que lo adiestráramos porque en el parque local había atacado a otro perro. El dueño, horrorizado y totalmente desprevenido ante un arranque de agresividad espontáneo como aquél, no comprendía cómo su preciosa mascota, tan amable y simpática con la gente, pudo hacer algo así a otro perro.

Descubrimos que un amigo le había dado el cachorro a las cuatro semanas y media. Desde entonces, el cachorro se había criado exclusivamente entre personas y no había sido expuesto a otros perros. Puesto que no había desarrollado vínculos sociales con otros perros, tampoco había llegado a reconocer ninguna clase de parentesco con ellos ni había aprendido las nociones básicas de la correcta interacción social de su especie. El resultado casi cuesta al dueño quedarse sin el perro.

Si entre las cuatro y las seis semanas el foco social principal se fija en la gente, la exposición social del cachorro será excesiva y tenderá a identificarse con los humanos. Esta inclinación puede expresarse sexualmente. Una mujer se puso en contacto con nosotros cuando en una cena su joven keeshond montó la pierna de uno de sus invitados. El embarazoso incidente no había sido el primero, si bien los casos anteriores se habían producido con miembros de la familia inmediata, a quienes había hecho hasta gracia. Ahora, sin embargo, el problema había saltado a la luz. De nuevo, al preguntar, descubrimos que el keeshond había llegado a la casa a muy tierna edad. Como esas personas vivían en un apartamento de Nueva York, el perro siempre había salido a pasear con la correa y se le había privado de interactuar con otros perros. La dueña estaba preocupada por “si cogía algo”, incluso después de los cuatro meses, cuando todas sus vacunas estaban en regla. Al carecer de la experiencia normal con otros perros, el keeshond había empezado a identificarse de manera exclusiva con las personas, hasta el punto de mostrar un comportamiento manifiestamente sexual con ellas.

No adopte nunca un cachorro de menos de seis semanas. A esa edad, la interacción con la camada es esencial para el desarrollo del perro. De estas relaciones naturales depende el crecimiento normal de los cachorrillos. Superada esta fase, pueden entrar de pleno en el siguiente estadio de socialización, es decir, adaptarse a la presencia humana en sus vidas y aprender a interactuar con las personas.

El arte de criar un cachorro

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