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Fase 2: socialización con personas (5-12 semanas)

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La sexta semana de vida (de los treinta y cinco a los cuarenta y dos días) es crucial en el desarrollo del cachorro. El énfasis principal de la socialización pasa de la madre y los hermanos a las personas y el mundo que rodea el nido. Sobre el comportamiento social ya adquirido, los cachorros refinan sus habilidades jugando juntos y manifiestan comportamientos nuevos que les ayudan a relacionarse con el mundo. En este momento, los juegos sexuales se hacen evidentes y es frecuente que machos y hembras se monten. Es una parte común del desarrollo de los cachorros que les enseña a tener reacciones sexuales normales en la madurez. Además, utilizan el hecho de montar para comunicar dominación, incluso entre hembras. Es algo que ocurre de vez en cuando entre Oka y Yola, otro signo de la naturaleza sumisa de Yola.

A estas alturas, los cachorros han agudizado la vista y el oído. Tienen una percepción más clara y profunda. El hocico empieza a alargarse, lo que permite una mayor expresión facial y los patrones vocales son más variados. Las piernas son más fuertes y coordinadas, y les permiten moverse a su antojo. Se muestran más propensos a explorar e investigarlo todo, y se acercan a nuevos objetos y personas sin vacilar. Los monjes que trabajan en el criadero hacen pequeñas pausas entre tareas para jugar con los perritos, y se reservan varios momentos estipulados para realizar actividades específicas con los cachorros por separado o con la camada entera. Durante este período, los animales requieren toda la atención que se les pueda ofrecer, y sus reacciones nos ayudan a valorar su evolución.

Cuando nos acercamos a los confines del redil, sólo con silbar, hablar, palmear o mover las llaves, los perritos corren a saludarnos. Cuando nos agachamos, apoyan las patas en la valla para llamarnos la atención y ladran emocionados mientras nosotros los acariciamos. Con toda intención establecemos contacto visual con cada uno de ellos, porque por instinto los cachorrillos se fijan en las caras de quienes saludan, sean humanos o perros. Cuando lo hacemos, sus miradas son fijas y despreocupadas, sin ningún signo de temor. La expresión y la voz amable y animada, junto con las caricias y las palmaditas suaves, refuerzan el contacto visual de una manera muy similar a como una madre arrulla a su bebé. Cualquiera que haya experimentado la mirada serena y absorbente de un fiel compañero canino durante un momento de relax o su atención extrema durante un ejercicio de obediencia comprenderá el valor que tiene. Animar al cachorro a mantener el contacto visual sienta unas bases sólidas para el entrenamiento y las relaciones a largo plazo.


Ponemos a los cachorros en contacto con toda clase de superficies, incluso escalones y obstáculos.


Con mucho cuidado, los voluntarios hacen subir y bajar escaleras a los cachorros.

El arte de criar un cachorro

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