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Atención individualizada

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Entre las semanas quinta y séptima, es imprescindible que cada cachorro pase a diario por las manos de diversas personas, tanto hombres como mujeres. A menudo, interactuar con el grupo puede enmascarar rasgos significativos que se hacen más visibles cuando se fuerza al cachorro a relacionarse con los humanos por separado. Los perritos se contagian confianza y seguridad entre ellos. Un cachorrillo que en la zona de cría parece alegre y confiado con sus hermanos puede mostrarse vacilante y miedoso al encontrarse solo frente a una persona nueva en una habitación desconocida. Si se detectan malas reacciones en las primeras fases de la socialización, los criadores pueden asegurarse de que los cachorros que así lo requieran reciban atención especial para adaptarse mejor a las personas.


A las cinco y seis semanas, los cachorros se interesan por todo lo nuevo. Aquí, agitamos una hoja para enseñarle a seguir objetos.


Dar palmadas mientras llamamos al cachorro suele servir para que vuelva a nuestro lado y nos siga.


Cada camada requiere una gran dosis de atención individual y grupal. Aquí, se está manipulando a un grupo de cachorros entre risas y voces alegres.

A esta edad, nosotros solemos dar a diario un trato suficientemente individualizado a cada cachorro. Durante estas sesiones, combinamos el juego con un ejercicio final de compostura que familiariza al cachorro con el hecho de tener las cuatro patas agarradas y la boca abierta mientras se le sujeta el morro. Esta práctica, sumada a las sesiones semanales de aseo, ayuda a corregir cualquier posible sensibilidad al tacto del animal.

También nos servimos de miembros de la comunidad que por lo general no tienen contacto directo con la crianza de los cachorros, como, por ejemplo, monjas, matrimonios, parroquianos e, incluso, personas que han venido de retiro. Una vez por semana llevamos a los perros al monasterio para una reunión comunitaria para que interactúen con un círculo más amplio de personas en un entorno que no les es familiar. han venido de retiro. Una vez por semana llevamos a los perros al monasterio para una reunión comunitaria para que interactúen con un círculo más amplio de personas en un entorno que no les es familiar.


Los cachorros jóvenes necesitan mucho contacto y amor. Los criadores deben asegurarse de que se acostumbren a tratar con hombres, mujeres y niños por igual.

Esto requiere tiempo y esfuerzo. No hay un atajo mágico. No se puede comprometer el desarrollo emocional de los cachorros. Los criadores que de verdad se preocupan por sus cachorros se reservan parte de su tiempo para el contacto diario con los perros, porque saben cuán importantes son estos momentos para la configuración de la personalidad futura de los perros. Este juego es creativo en toda la profundidad del término, y permite al cachorro desarrollar los detalles más especiales de su personalidad.

Finalmente, a pesar de que el principal objetivo de este período es socializar al perro con los humanos, no podemos descuidar el proceso de socialización iniciado con otros perros. Además de seguir permitiendo que la madre interactúe con sus hijos a diario, incluimos también a otros perros mayores que se llevan bien con los pequeños. Así conseguimos aportar a los cachorrillos valiosas experiencias con perros más maduros y de confianza, que les ayudan a refinar la inhibición a la hora de morder y la sensibilidad a la jerarquía. Los cachorros aprenden a estar más atentos al lenguaje corporal canino a la vez que refuerzan algunos de sus instintos esenciales, sobre todo los referentes a la manada y el juego.


Visitar al padre Tikhon forma parte de la socialización de los cachorros.


Un voluntario sosteniendo cómodamente a un cachorro que se deja sostener.

El arte de criar un cachorro

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