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INTERLUDIO Inspiración y transpiración

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La cualidad más encantadora de un cachorro tal vez sea la oportunidad. Los cachorros nos llenan de esperanza y nos dan una oportunidad para empezar de nuevo, para moldearlos y moldearnos a nosotros mismos como compañeros de largo recorrido que compartirán una parte íntima de sus vidas durante los siguientes diez o veinte años.

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Hagamos una pausa para analizar cómo hemos llegado a este punto. Nuestro objetivo al describir tan meticulosamente los estadios ocultos de la infancia de los cachorros no pretendía cargarle con un montón de información fascinante pero innecesaria. Al contrario, lo que pretendemos es crear en usted una visión informada de muchos de los factores que han hecho que su cachorro sea una criatura única. Cuando los nuevos dueños comprenden la complejidad y la belleza del desarrollo de los cachorrillos, están más dispuestos a comprometerse con el proceso de disciplina y a criarlos concienzudamente. No lo subestimarán. Si un dueño puede ver al animal como el misterio que es y la capacidad que tiene para convertirse en un gran compañero, también aumentará su deseo de conseguir el objetivo.

Éste es un punto importante que hay que recordar. Todo nuevo o futuro dueño entra en el proceso con una idea del cachorro que desea criar. Piense en su experiencia: ¿Qué desea? Sean los que sean, sus deseos no se cumplirán por arte de magia, sino que requerirán un trabajo consciente y constante para convertirse en una realidad. Si es capaz de tener en mente en qué puede convertirse su cachorro, puede seguir conservando la esperanza sin sucumbir a la tentación de tomar atajos relativos al comportamiento y el desarrollo durante el entrenamiento del cachorro.

No queremos decir con esto que sea fácil, pero la buena noticia es que manteniéndose firme durante los primeros seis u ocho meses de vida del perro, aportándole las estructuras y experiencias que necesita para adaptarse gradualmente a su mundo, ostentará la envidiable posición de disfrutar de los resultados de esa paciencia durante el resto de la vida del animal. Afrontar la infancia canina de manera comprometida requiere mucho trabajo y sacrificio, pero la recompensa vale la pena. Cuando criamos cachorros con un conocimiento adecuado de los muchos temas formativos que definen los primeros meses de su vida —cuando les aportamos el ejercicio diario necesario y la manipulación que requieren para madurar mental y físicamente—, es mucho más probable que lleguen a alcanzar todo su potencial y hagan muy felices a sus dueños.

Hemos utilizado “felices” deliberadamente. Tal vez una de las mayores sorpresas que uno se lleva al criar un cachorro es el efecto transformador que puede ejercer sobre quien lo cría. Realizar bien este servicio no sólo consiste en hacer madurar al cachorro para que de adulto sea un compañero feliz. También nos hace mejores personas, más de lo que deberíamos ser. A lo largo de la historia, la relación entre perros y humanos ha demostrado que los perros pueden humanizarnos, y ésa es parte de la magia que se desprende al adoptar un cachorro. Una de las mayores tentaciones en las que podemos caer con un perro es la arrogancia, pensar en el adiestramiento en una sola dirección, como algo que hacemos para el perro. Y ése es, claro está, uno de los elementos, pero no el único. Criar un cachorro, con el adiestramiento que forma parte de ello, implica también nuestra transformación en el proceso. Tal vez porque New Skete es un monasterio contemplativo, tenemos una disposición natural a considerar que vivir tan cerca de los perros nos ha cambiado para bien. Sin embargo, cuando expresamos en público esta idea, mucha gente de distinta formación religiosa (de hecho, incluso los que no tienen ninguna) nos ha confesado experiencias similares, lo que sugiere que hay una dimensión espiritual en la relación entre humanos y perros que está al alcance de todos y resulta profundamente enriquecedora. ¿Cómo explicarlo?

Primero, en virtud de su diferencia, los perros tienen la capacidad de ponernos en contacto con el mundo natural no humano que nos rodea. No tienen malicia y responden a la vida con espontaneidad y sin maquinaciones. Por ello, se convierten en una ventana al alma, acuciándonos a prestarles una atención que también nos abre los ojos al misterio divino que nos envuelve. Algo tan simple como sacar a pasear al perro nos hace despegarnos de nosotros mismos y nos recuerda que la belleza de la vida está esperando que nos fijemos en ella. O piense en un perro que saluda a su dueño después de varias horas de separación, en cómo su cuerpo revela señales efusivas y a la vez controladas de alegría. Es como si el animal dijera: “¡Es el mejor momento del día! Estás en casa.” ¿Cómo puede merecer uno tal afecto? Es una bendición y su sinceridad saca lo mejor de nosotros, animándonos a intentar correspondera ese amor.

Cuando vivimos con nuestros perros en plena conciencia, nos damos perfecta cuenta de su importancia como fuente fiable de autoconocimiento. Precisamente porque los perros son tan honestos que de manera constante nos hacen de espejo, reflejando cómo nos estamos desenvolviendo, cómo nos están entendiendo. ¿Nos llevamos a casa la carga de un día duro en el trabajo? ¿Da rienda suelta a su irritación cuando el perro le solicita atención? Su compañero jamás deja de reflejar eso. Verá sus palabras en su lenguaje corporal y sabrá que no miente. Le está dando una información crucial para que se pare a reflexionar. Le mantendrá en contacto con la realidad y evitará que se recluya en sí mismo. Le retará continuamente a ser consciente de sus sentimientos y, a la vez, a no caer presa de ellos. Todo ello puede llevarle a un nivel nuevo de libertad personal que está íntimamente relacionado con su propia transformación como ser humano.

Hemos comentado a menudo que la palabra “obediencia” proviene de la palabra latina que significa “escuchar con el corazón.” Lo que descubrimos en nuestra relación con el perro es que no sólo es el perro quien obedece. La persona que escucha de verdad puede discernir lo que se requiere en cada momento, lo que enriquece la relación. Si presta atención a su perro, la relación se convierte en algo recíproco, aun cuando usted asume el papel de líder benevolente de la manada. Al responder obedientemente a la realidad con su compañero, usted experimentará la clase de vínculo que le inspiró en primer término a querer un cachorro. Y lo más probable es que si escucha con atención, sus acciones se extiendan a cómo afronta la realidad en un sentido más amplio, con el espectro completo de sus relaciones humanas. Todo está conectado.

De modo que el esfuerzo vale la pena. Si está preparado para embarcarse en una nueva aventura o ya está inmerso en las primeras fases de la relación, debe tener siempre en mente el objetivo primordial. Es inevitable que se produzcan altibajos que pondrán a prueba su compromiso y determinación. Si es capaz de mantener el sentido del humor además de paciencia y fe, hay muchas probabilidades de que usted y su cachorro recojan las recompensas. No se trata de un proceso cerrado. Crece con cada nuevo día y ofrece la posibilidad de renovarse continuamente. Crea en el proceso.

Puede sorprender el hecho de asociar la fe a nuestro vínculo con el perro, pero, ciertamente, es un componente esencial. La fe nos ayuda a creer que es posible, que podemos llegar a profundizar en la relación. Cada perro es único, y una buena relación se adapta de manera instintiva al temperamento y las necesidades del perro con el que compartimos nuestra vida. Es probable que haya momentos duros en los que parezca que las cosas no van como esperábamos y empecemos a dudar de nosotros mismos, pero creer en el proceso y tener fe en la sabiduría de los que han trabajado con todo tipo de perros puede ayudarnos a relajarnos y escuchar con atención las necesidades del momento para responder adecuadamente.

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