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CAPÍTULO 5

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ONE NIGHT

La pasión estaba desatada, los besos de Salvatore la hacían olvidar todo, incluso no recordaba cómo es que había llegado tan rápido a ese departamento, por un minuto pudo ver que era inmenso, un diseño minimalista y clásico, conjugaba con varios estilos entre madera, piedra y vidrio, una puerta labrada y brillante de madera, mientras que las ventanas daban acceso a una vista maravillosa de New York en todo su esplendor nocturno.

Paula no tuvo tiempo para admirar más ya que al tan solo entrar a la casa, Salvatore la llevó a la habitación embriagándola con sus besos y caricias, cerró los ojos y se concentró en la cálida sensación, atribuyéndole una calidad marcadamente erótica y territorial.

—No pares —susurró ella cuando él se separó ligeramente para poder bajar sus besos hacia su cuello y hombros, saboreando íntimamente cada momento.

—No tengo intención de parar, ahora ni nunca —le respondió él con voz pastosa contra su garganta, para luego tomarla entre sus brazos, sería una noche especial, una noche que ambos jamás olvidarían.

Por su cuerpo sentía una calidez que iba recorriendo lentamente sus terminaciones nerviosas, su desesperación por poder recordar a ese amante maravilloso le hizo apresurar las cosas, arrancándole los botones de la camisa de un momento a otro, teniendo acceso a sus hombros anchos y bronceados, su poderoso pecho, musculoso y marcado en sexys pectorales, bajando a un abdomen definido y una deliciosa V que se aproximaba por sus pantalones, fuerte y musculoso con el típico bronceado siciliano, era mejor de lo que recordaba.

Salvatore no paraba de besar cada parte de ese cuerpo hechicero, había esperado mucho para poder tenerla entre sus brazos, incluso en un momento se resignó a no volverla a ver jamás y no poder incluso cumplir esa promesa, pero dio gracias al tiempo por ayudarlo con su cometido, sin dejar de adorarla, bajó la cremallera de ese vestido, dejando al descubierto sus senos y ese tentador sujetador de encaje negro, deslizándolo delicadamente por su cintura y piernas, necesitaba recordar cada curva, cada lunar de esa piel magnifica y se lo hizo saber de inmediato —Eres perfecta. La mia bella Paula —rodeándole los glúteos con ambas manos, la levantó contra él acercándola, Paula no fue reacia ante esa reacción y caricia, rodeando las masculinas caderas con sus piernas, aferrándose a esa noche de pasión.

—Por Dios, Salvatore —gimió ella, pero una parte de su mente trataba de hacerle recuperar la cordura perdida, Paula no quería estropear esa oportunidad, deseaba tener a Salvatore en su vida, aunque sea una sola noche.

Con un movimiento rápido la tumbó sobre la cama, atrapándola entre sus brazos, Paula llegó a la cinturilla de sus pantalones, desabotonándolos y quitándolos tan aprisa como sus manos se lo permitieren, desnudándose de manera rápida como si el tiempo que tenían fuese escaso. Salvatore sin preámbulos la penetró con fuerza, deslizando sus manos sobre sus nalgas y clavando su mirada sobre ella, no deseaba perderse ningún detalle sobre como su rostro cobraba un hermoso tono rosa cuando llegaba a la cumbre del éxtasis, no quería perderse ese brillo característico y mucho menos perderse como sus labios pronunciaban un único nombre, su nombre.

Después, todo se volvió maravillosamente borroso, sólo fue consciente de sensaciones que su boca causaba por todas partes, subía desde sus pechos hasta el cuello, la garganta, el mentón hasta apoderarse dulce y profundamente de su boca, marcándola como suya, sería suya.

La noche fue larga, la pasión desbordante y hacer el amor una vez no era suficiente, se saciaron uno al otro, hasta que sus cuerpos quedaron rendidos, uno en brazos del otro, la respiración de Salvatore se fue haciendo ronca y entrecortada a medida que las demandas de la carne lo urgían, perdió el control y buscó alivio con movimientos más rápidos y profundos. Recordando que Paula siempre fue una amante vivaz, pero se mantuvo quieta, tratando de tener la mejor experiencia, mientras que sus uñas se hundían en la espalda bronceada de su amante a medida que las espirales de placer iban alcanzando el clímax, él se estremeció, sintiendo las leves convulsiones de placer, que junto a su cuerpo exprimía cada gota de éxtasis.

Estrechándola entre sus brazos, sintió como sus latidos acelerados comenzaban a volver a la normalidad hasta caer ambos exhaustos —Fue maravilloso —expresó Salvatore sin dejar de admirar su belleza natural, retirándole algunos mechones de cabellos del rostro, grabó aquella expresión, la sensación de estar dentro de ella, extasiado y saciado, ninguna mujer logró hacerlo en esos quince años, excepto “La sua amata Paula” (Su adorada Paula)

Por un momento, Paula sintió el frío desolador de la despedida, no quería apresurar las cosas, pero tenía que volver a casa y sin dar una respuesta a ese comentario, se levantó cubriendo su desnudes con la sábana, desconcertado ante ese cambio brusco, se incorporó de la cama observando como una enojada Paula recogía sus prendas sin decir nada —¿Qué estás haciendo? —preguntó —¿Qué sucede?

—Creo que es obvio, el encanto a muerto y la noche terminó, debo regresar a casa —mencionó cortante.

El mordaz comentario hizo que Salvatore se levantara de un salto y sin importarle su desnudes caminó por la habitación mostrando su cuerpo entero y la celestial forma de sus glúteos de acero —No… No lo harás —dijo con asco de tan solo pensar que luego de hacerle el amor ella regresaba a esa casa con su marido —No puedes….

—¡Salvatore! —buscó los palabras adecuadas —Soy casada, mi obligación y mi deber es estar en mi hogar —le explicó haciendo una mueca de disgusto, disgusto de tener que regresar.

—¿¡Casada!? No lo recordaste cuando viniste a mí, cuando dejaste que te penetrara —murmuró una violenta imprecación mientras cruzó la habitación a grandes zancadas, la brusquedad de sus palabras solo lograría alejarla más de él ahora que la había recuperado.

—Siempre fuiste un idiota… Siempre —dijo con una intensa frustración al dejarse seducir por ese Salvatore nuevo, parpadeó resulta a ahuyentar las lágrimas dirigiéndole una mirada centellante, ignorando el gesto de cólera en los labios de Salvatore.

—Paula, no eres feliz con Gennaro, podemos arreglarlo, podemos seguir viéndonos hasta hallar la manera de estar juntos —mencionó apaciguando su ira.

Incapaz de moverse, sus hombros se sacudieron ante el llanto no pudo con esa terrible decisión, pero los brazos de Salvatore la consolaron, estrechándola contra su pecho, le dio la seguridad que necesitaba en esos momentos y no el reproche de una noche de pasión —A Cesare le prometí amar, honrar y obedecer, pero no he llegado a ninguno de esos votos, por la sencilla razón que no lo amo, lo respeto, he llegado a considerarlo un buen hombre, pero hasta el momento no ha despertado en mí ese amor marital, incluso me rehúso a tener hijos con él, el solo hecho de tener que compartir su cama me da repugnancia por ser una mujer vendida y traer un hijo con él haría la vida de esa inocente criatura un infierno al no darle el amor que necesita —explicó, apretando los dientes ante los amargos recuerdos, ante la pena de tener que separarse del hombre al que si amaba, del hombre del que deseaba tener una familia y un legado.

—No eres una mujer vendida, solo fuiste una joven con una responsabilidad muy grande al tener que lidiar con deudas ajenas, con la responsabilidad de obedecer a tu padre, solo eres una mujer que por el egoísmo de otras tomo un camino distinto al que tú deseabas —en su expresión se adivinaba cierto sentimiento de culpabilidad, pero no deseaba que Paula se sintiera usada —Mi padrino una vez me dijo, y cito “El mundo nos da caminos distintos, no da oportunidades distintas pero nosotros tenemos la gracia de poder decidir y no rendirnos, continuar y seguir buscando nuestro propio camino, nuestro propio destino” —aquella frase la dio con tanto anhelo al recordar cada palabra enseñada por él, que decirla a Paula era un motivo más para no dejar pasar la oportunidad de tenerla para siempre en su vida.

Paula elevó el rostro y miró a Salvatore, en su mirada se notaba la pena devastadora de tener que decidir e irse de aquel departamento, cerró los ojos al sentir el roce de los ásperos dedos de su amante, tomando su mano entre la suya dio énfasis a esa caricia, apretándola contra su rostro —No quiero nada de él, nada en absoluto —dijo con firmeza.

—Lo sé, nadie ha dicho que buscas algo de él.

—Es solo que he visto como mujeres vuelven los rostros y cuchichean a mis espaldas, dándome el título de caza fortunas por haberme casado con un hombre diecisiete años mayor que yo. Un hombre que incluso podría ser mi padre.

—Para ello él te habría tenido a los diecisiete años, cariño —esbozó una sonrisa ante la lógica de aquella confesión.

—Hay hombres y mujeres que han tenido hijos incluso más jóvenes, y él es uno de ellos, tuvo una esposa pero esta falleció con su único hijo. Sé y él mismo ha comentado de sus breves romances, incluso de un romance de verano.

—Entonces Cesare comprende cómo es ese amor, el calor de la pasión, las noches llenas de paseos a la luz de la luna en busca de helados y refrescos fríos para bajar las altas temperaturas del día y mantener a raya nuestro libido, sumergirse en lagos y ríos con tal de pasar un verano de fábula.

Paula no pudo evitar sonreír, recordando a detalle todos esos momentos que paso a lado de Salvatore en su juventud, tomando una decisión y dándola a saber de inmediato —Le pediré el divorcio —dijo sin preámbulos.

—Y yo no te abandonaré —dijo con el rostro pálido de tan solo pensar en dejar a Paula una vez más, dejándola sola y que enfrentara todo sin la compañía y una mano firme a su lado.

—De todos los momentos, sé que este será el inicio de una nueva vida y el final de un martirio, el final de una historia amarga y el comienzo de una vida dulce junto al hombre al que amo. La esperanza de poder surgir y no volver a mirar atrás —levantó los brazos rodeándole el cuello, los ojos azul grisáceos de Salvatore se estrecharon, levantó una ceja, aceptando cada palabra de Paula, Paula en su pasado, presente y futuro.

Salvatore no podía negar que tenía una reacción atávica ante esa mujer y eso no lo exasperaba más bien le daba la fuerza necesaria para continuar con esa relación, bajó la cabeza y besó aquellos labios rojos, tendría a Paula pese a quien le pese y nadie le arrebataría la dicha de poder decir con orgullo que ella era su mujer, sin poder soportar más la tentación, la tomó entre sus brazos, regresando a la cama, regresando a ese lugar del cual jamás se cansaría, el cuerpo de su amada.

The Empire

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