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CAPÍTULO 8
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Podía ser fuerte, decidida, sobreprotectora, incluso testaruda y altanera, pero ese día su mente estaba en un letargo, en una nubilosa que no la dejaba pensar con claridad, no le permitía procesar las palabras, tan solo volvió la mirada hacia la ventana, dejando que la luz del sol iluminara sus ojos pardos dándole un color verdoso, apretó los dientes hasta sentir dolor, mordió el interior de su mejilla con sus muelas, rozándolas hasta sentir el corte fresco y el sabor metálico de su propia sangre.
Pensó entonces que “El sol desaparece lentamente, pero al final del día las cosas tomarían rumbos diferentes”. Eso únicamente podía asociarlo a todas las personas que salían de su casa temprano para luego regresar a sus mundos después de largas jornadas, pero eso jamás era para Carter.
Llevó sus manos hacia su cabello deshaciendo más su moño, ese día era un inicio agotador, lleno de noticias desesperantes y la noche solo sería la única hora de darle un final, la hora del día en la que quizás en un solo momento podría respirar, incluso llorar sin que su madre lograra ver que estaba destrozada por dentro.
En qué momento Dios se había olvidado de ellas, en que momento su vida comenzó a tomar un rumbo directo al desastre ¿En qué momento? —se preguntó ansiosa y al borde de un colapso, jamás pensó que su vida se complicaría hasta este extremo.
Los recuerdos de momentos felices se comenzaron a desvanecer de su vida, de su mente y solo lograba imaginar un final tétrico y nostálgico, ella sola y sin nadie a su lado. Carter siempre fue dependiente de la compañía de su madre, jamás pensó llegar a ese momento en que su vida llegaría a un final, jamás estuvo preparada para ello, nunca pensó que el final estaba más próximo, nunca se cruzó por su cabeza la idea, pero el tener que ver un futuro, lo imaginaba al fondo de algún puente, las desgracias continuaban pero —¿Por qué? —se preguntó a sí misma intentando no echarse a llorar delante del doctor, no maldecir al cielo y a Dios por las injusticias de su vida, de no poder romper todo a su alrededor en un pequeño pero trágico berrinche infernal.
Pero quien no sentiría lo mismo con tal noticia, la vida jamás sería justa con ellas, la vida era dura y se tenía que vivir con ello.
Con la mirada perdida ante aquella noticia, la palabra se repetía una y otra vez en su mente como un eco aturdidor que no dejaba de burlarse.
Cáncer
Que palabra tan desgarradora, palabra que por un momento careció de sentido para la joven de cabellos castaños hechos un moño deshecho, incluso pudo sentir la bofetada que la vida le daba en esos momentos, pero sí que podía sentir el gran golpe en el estómago ante la noticia, su madre tenía cáncer y esa era la noticia más desgarradora que pudo haber recibido en veintisiete años de tenerla a su lado.
Entonces pudo revivir una pesadilla nocturna de tiempo atrás , sola frente al ataúd de su ma dre , sola, siempre sola mientras las hojas secas del otoño se arrastraban frente a ella mostrándole lo desolada que sería su vida .
El accidente de hace un año atrás no se la había arrebatado, lucharon para vivir, incluso su madre se endeudo para los tratamientos y las cirugías, pero esa noticia era incluso peor y el quedarse en shock por breves momentos no la ayudaba a zafarse de esa más que cruda realidad.
Quedarse desconcertada ante la noticia era poco con lo que sentía por dentro, intentó hablar, pero su voz parecía un tono más bajo e incómodo como si estuviera pidiendo disculpas de antemano por su ignorancia ante el tema, ella jamás estuvo preparada para esa noticia y menos saber que su pobre madre, llena de vida y alegría sufriría por un proceso doloroso y agotador de terapias largas y costosas, tan elevadas que incluso no podían permitírselas, pero por su bien Carter estaba más que dispuesta a realizar cualquier sacrificio, incluso localizar al hombre que contribuyo con su creación.
Estar sentada en esa silla junto a su madre mientras que las palabras del doctor no tenían sentido, tragó con fuerza el gran nudo que obstruía su garganta, todo había cambiado de una manera tan drástica que ni ella misma pudo darse un tiempo relativamente corto para poder respirar ante esa situación, su rostro había palidecido y sus ojos pardos habían dejado de brillar, incluso podía notarse las lágrimas más que dispuestas a surcar sus mejillas.
Qué más podría depararle el destino, qué más podría arrebatarle, si lo único que tenía era a su madre, se sintió impotente al no poder darle todo lo que ella deseaba, estaba frustrada consigo mismo por no lograr cada objetivo trazado en cuestión a su madre, a sus propias metas, cuantas veces deseo poder darle una casa, un lugar sin preocupaciones ni trabajos largos de horas sin fin para poder pagar el alquiler, el tener que vender siempre una que otra cosa para poder salir de algún problema, tener que prestarse con altas tasas de interés, siempre estar preocupándose por pasajes y comida, por pagos y siempre temiendo y no poder enfrentar el futuro, futuro que le había alcanzado en ese momento, no tenían seguro social, y si su madre moría, no tenía ni idea de cómo pagaría el entierro.
Cáncer —¿Qué demonios era el cáncer? —se preguntó a sí misma y tuvo la tentativa de sacar su móvil y hacer una búsqueda del proceso final, de los pro y contras de esa enfermedad, pero no era tan estúpida para no saber que la vida de su madre dependía de un hilo.
Tomando su tiempo para poder soltar el aire, su madre tomó la iniciativa, sosteniendo su mano derecha con fuerza para luego depositar un beso sobre los nudillos de la joven Carter, fuerza, esa fuerza que necesitaba darle a ella y no al revés, pero no, era débil, Carter era débil y siempre se venía abajo en situaciones como esas, pero como competir con aquellas duras palabras que ese sujeto con licencia médica le daba en ese día. Cerró los ojos y respiró profundo, su expresión era fácil de leer, había motas de culpa, de miedo, de dolor —¿Cómo es que no se dio cuenta que su madre estaba tan enferma? —se reprendió mentalmente, incluso deseando golpearse por su estupidez, jamás estaba para ella, jamás luchaba por ella, en ese instante su madre supo lo que esa cabecita suya maquinaba, se volvió a verla sin borrar esa sonrisa de su rostro, aquel rostro avejentado por la vida, por el dolor y el sufrimiento, sus cabellos castaños con las marcas blancas de los años, sus ojos verdes aun con ese brillo particular que incluso Carter a su edad no tenía y no entendía cómo es que su madre a los cuarenta y nueve años mantenía esa fuerza y vitalidad, ella siempre fue así, Bianca fue una madre que intentaba dejar atrás las preocupaciones para la tranquilidad de su única hija, mantener el control de sus emociones y dar una sonrisa ante los inconvenientes y la cruda vida y ese día era un magnífico ejemplo de cada enseñanza de vida que su madre le dio durante toda su vida.
—Cariño, no debes preocuparte —mencionó Bianca sin borrar la sonrisa de su rostro, por más que le explicaban que la situación era critica, la sonrisa jamás se borró de sus labios y eso no era bueno para la salud mental de Carter en esos momentos, no entendía como su madre podía sobrellevarlo tan bien.
Carter parpadeó resuelta a ahuyentar sus lágrimas, pero le fue imposible, el mundo estaba cayendo para ella, y ese momento estaba asustada, asustada de perder al único pariente en su vida, no había conocido a su padre, no tenía tíos, hermanos, incluso familiares lejanos, estaba sola —Lo sé, mamá. Lo sé —afirmó en tono dolido, sus nervios traicionándola lentamente.
—Estoy empezando a lamentar haberte traído, Carter —esas palabras le arrebataron el alma a la jovencilla —No te pongas así saldemos de ésta, lo prometo.
—Mamá, por favor —pidió frotándose la frente con los dedos, sintiendo el incipiente dolor ante el estrés de ese momento, levantó el rostro y enfrentó al doctor, pero como hacerlo cuando lo único que podía decir para ese momento era que las cosas estaban yendo en picada —Se puede… —intentó buscar la palabra adecuada —Se puede hacer aún algo —se asombró de escuchar su propia voz teñida de ese temblor incomparable ante el miedo.
El doctor intentó ser breve, sus cabellos blancos decían mucho sobre cuanta gente había visto pasar por lo mismo, sus pronunciadas arrugas y sus ojos cansados habían visto situaciones como esa, pero jamás el dolor de esa mirada compungida por el miedo a la soledad —Carter… —apretó la mandíbula —En ocasiones como esta, siempre la quimioterapia es la mejor opción, pero… —iba a continuar, peor Carter lo interrumpió de manera abrupta.
—No funcionaría ¿Cierto? —afirmó.
—El cáncer de páncreas es muy riesgoso, hay intervenciones para ello que pueden facilitar un estilo de vida mejor, pero en el caso de tu madre, lo detectaron demasiado tarde, con el historial de tu madre en una pancreatitis crónica lo único por podemos hacer es no dejar que avance. El tratamiento paliativo se centra en disminuir los síntomas para mejorar la calidad de vida, entre ello es aliviar el dolor y solucionar la obstrucción biliar y en su caso digestiva. Sé que el dolor se controla habitualmente y, en ocasiones, puede ser necesario recurrir a procedimientos de "destrucción" de los nervios afectados. La paliación de la ictericia se puede realizar mediante colocación de prótesis en la vía biliar obstruida, pero en ese caso —el doctor negó lentamente con la cabeza —Los tumores se diagnostican tarde, cuando ya no son curables o extirpables.
Carter soltó una risa, pero no cargada de alegría, más bien cargada de ironía y dolor, ya que los costos serías excesivos, no tenían seguro, no tenían casa propia que pudieran hipotecar, su vivienda alquilada que incluso tenía atrasos en los pagos, les habían cortado la energía y Carter esperaba su cheque para poder ponerse al corriente en los pagos, aunque el sueldo que sacaba en el colegio no era para nada gratificante y no le ayudaba casi en nada, y más ahora que su madre había dejado de trabajar y su segundo trabajo era de paga quincenal y ya había recibido el pago dos días antes —Optaremos por la quimioterapia —se decidió, sabiendo que sacar el dinero sería difícil, pero tendría que vender sus cosas e irse a vivir a un lugar más chico.
—Entonces veremos qué podemos hacer —mencionó el doctor dándole a Carter una sonrisa llena de pena, quizás lastima.
—Vámonos hija —espetó Bianca, tomando la mano de su hija una vez más levantándose lentamente de la silla, Carter obedeció y la ayudó a dar unos cuantos pasos más, su vida era dura y no entendía que había hecho mal.
No tenía novio, no había cometido falta alguna, siempre iba del trabajo a casa y de casa al trabajo, no mantenía reuniones con amigos o amigas ya que no las tenía, no asistía a reuniones de trabajo, vivía sola con su madre, intentaba no ser un dolor de cabeza, pero las oportunidades que tuvo fueron a través de su esfuerzo, no terminó la universidad ya que vio que el costo era excesivo y su madre no podía permitírselo así que renuncio casi al último año para trabajar como practicante en algunas firmas de abogados, temporadas cortas que le permitían tener cierto tiempo de estabilidad pero meses largos en paro, hasta que tuvo la suerte de ser llamada para recepcionista en un colegio privado en la ciudad, pero también ese trabajo podía ser temporal como todo lo demás.
Caminó con su madre por el pasillo, el simple hedor a medicinas y pasillos pulcros le mareo de una manera significante, pero no podía permitirse enfermarse, no cuando su madre la necesitaba más que nunca.
—¿Estás bien? —le preguntó su madre, deteniéndose por un instante y dándose un momento para conversar con su hija.
—Yo debería preguntarte eso mamá, los roles se han invertido. Mamá, si tan solo pudieras darme su nombre, podría llamarlo y así pedirle ayuda —le imploró, al borde del colapso.
—Sabes bien que no necesite su ayuda antes y…
—Por favor, no juegues con tu propia salud —sus ojos brillaron con determinación, deseaba buscar a su padre para pedirle ayuda y poder salir de ese gran conflicto.
—Sé que podremos hacerlo —tomó el rostro de su niña entre sus manos avejentadas, besando su frente, —Lograremos salir de todo esto, soy fuerte y puedo luchar por ti.
—Mamá, sabes que haré todo lo posible para que tú puedas estar mejor, incluso y trabajar dos jornadas más, tú te sanarás... Tendrás la vida que siempre desee para ti.
—Sé qué haremos todo para ello —sin poder más, colocó los mechones castaños de su hija detrás de la oreja y la estrechó entre sus brazos, pero Carter fue fuerte y no lloró, no ese día, no todavía.
“Pero nada parecía terminar y aquella mañana no podía ser buena” —pensó Carter. Los astros se habían alineado para darle una paliza brutal ese día. Había acompañado a su madre a casa, la había dejado tranquila en la comodidad de su cama para salir casi corriendo hacia su trabajo, ya que el permiso concedido solo era de una hora y no de tres como las que se había tomado en ese momento, pero la salud de su madre era primero, siempre su madre era primero, pero en el trabajo no lo vieron de esa manera.
No había ni guardado sus cosas cuando entró por la puerta cuando el Director de la institución le pidió que la acompañase a su oficina, al comienzo pensó que quizás le preguntaría sobre el estado de su madre, pero cuando le dijo que tomara asiento y comenzó a escupir estupideces, supo que ese día de terrible no tenía nada más que caótico y asquerosamente patético.
Abrió la boca para poder tomar aire, el aire que le faltaba, una descarga de pánico la recorrió de pies a cabeza, la dura silla de la oficina del Director del colegio la incomodaba al igual que las luces de la lámpara parpadeantes ante el cambio de intensidad de la luz, llevándose una mano a la boca, intentó no vomitar.
—¿Por qué? —preguntó entonces las causas.
—Lo siento, pero cómo ya es fin de año tu contrato no será renovado y tu cargo solo fue provisional —le dijo el hombre sentado detrás del escritorio, su cabeza carente de cabellos que intentaba peinarlos y acomodarlos de una manera no tan sencilla para que su calva no se notara tan prominente.
—No es eso —no temió en afirmar —Usted me despide por que no participo en sus fiestas y reuniones fuera de horario, le dije desde el comienzo que no puedo por mi madre.
—Tus constantes permisos, tus retrasos no nos permiten poder trabajar en acorde con nuestras actividades ya programadas, Carter. Debes entender que el promotor no quiere una secretaria de medio tiempo, quiere una señorita para la jornada completa —logró ver la expresión contrita de la joven, sin más remedio que disculparse —Lo siento, en verdad Carter sé que necesitas este empleo pero no puedo darte solución alguna, puedes retirarte, tu cheque ya está en recepción.
Carter, respiró hondo, y supo que aquel despido era más que arbitrario, sin decir más nada, tomó su chaqueta y salió de la oficina de aquel sujeto que aborrecía no solo porque la despedía sino porque no le agrado desde el primer momento en que lo vio en su entrevista personal.
Casi ahogada salió al pasillo y corrió hacia el baño, abrió el grifo e intentó enjuagarse la boca ante las incesantes náuseas, miró su reflejo, su rostro estaba totalmente demacrado y sus ojos brillosos ante las ganas de llorar, apoyó sus brazos sobre el lavado para no caer al suelo, necesitaba ese empleo porque era estable, pero por lo visto el estable se fue al garete como todo lo demás.
De la nada comenzó a reír, no por su despido y las estúpidas palabras de su empleador, sino porque a pesar de todo, a pesar de haber más personal en ese Colegio ella había sacado el gordo, siendo la que se sacó el premio mayor ante su despido.
La puerta del baño se abrió y Carter dejo de reír, tomó su chaqueta, su bolso y salió de allí, no necesitaba la lastima y compasión fingida de los demás, salió de allí sin mirar atrás cómo siempre hacía cuando dejaba uno de sus tantos empleos, ya había perdido la cuenta de cuantos trabajo había perdido por no dar su mano a torcer con jefes asquerosamente repulsivos, jefas que se aprovechaba de extender su horario de trabajo y no pagarle lo justo por ello.
Una vez fuera del edificio respiró el aroma a fresco, lluvia y en parte libertad, caminó unas cuadras más, sacando su pequeño móvil, no era un celular de último modelo, pero le ayudaba a comunicarse en emergencias con su madre, siguiendo su ritual, se puso los audífonos en sus oídos para alejarse de la amarga realidad, era siempre su breve momento de poder imaginar un mundo donde su madre y ella no tendrían que sufrir la devastadora vida de no tener dinero, un lugar donde vivir y sobre todo veces donde la comida era escasa. Subió el volumen y la canción que tenía en repetición Daugtry – It`s not over, serviría, serviría para alejarla de ese mundo paralelo.
Pero tenía que seguir, seguir caminando sin bajar la cabeza, sin tener miedo al día siguiente, sin tener miedo a enfrentarse a la crueldad de la gente. Siguió su camino, negándose a seguir en automático por más tiempo, esperó diez minutos y subió al autobús, tomando el asiento de atrás, pegó su cabeza a la ventanilla y se dejó llevar por un momento por los recuerdos de su infancia, no nació en cuna de oro pero su madre siempre le dio lo necesario y suficiente para vivir, podían permitirse pequeños lujos como salir a tomar un helado o una torta en sus cumpleaños, pero Carter jamás pidió más, jamás pidió más ya que sabía que su madre no podía dárselo y jamás se lo reprocho porque ella no tenía ese derecho.
Vio cómo su madre sufrió siendo repudiada por su familia, se fue sin mirar atrás y siguió sin tener miedo a enfrentarse a la vida y ella debía hacer lo mismo. Enfrentarse a lo que vendría y continuar luchando por ella, como Bianca hizo en su juventud y lo seguía haciendo contra el tiempo y el destino.
Por un momento se permitió sollozar, sus lágrimas vetearon su rostro y sin vergüenza alguna ante sus sollozos bajos, necesitaba que decirle a su madre y de allí prepararse para su otro trabajo en limpieza de un edificio de varios negocios, desde bufete de abogados, arquitectos, departamento de marketing, incluso de diseño de interior, y ella se encargaba de que todo estuviera en orden y limpio y así no tener problema alguno.
—¿Qué diablos había hecho en su vida para pasar por todo ello? —reprendió a un ente invisible, a su propia mente por permitirse sentirse hundida, sentirse fracasada —¿Por qué? —se preguntó en un hilo de voz que el sonido de su alrededor ocultó a la perfección —¿Por qué? —repitió, limpiando sus lágrimas con sus manos, dejando que ese frío entumeciera sus músculos, deseando no sentir dolor.
El trayecto incluso de ser largo paso a ser tan corto, tan corta como su vida, no quería enfrentar a su madre, no de esa manera, llorosa, triste y sentirse un punto de fracaso existente. Bajó en su parada, y continuo su camino cabeza gacha, supo que poner una sonrisa en su rostro sería más que necesario, pero su madre se daría cuenta de inmediato que algo pasaba, así que tuvo que pensar bien en que decir y sobre todo que hacer ya que a ella no le era imposible con una sola palabra y tono de voz saber que algo le ocurría.
Entrar al departamento sería lo más duro de la semana, tragó saliva y dudó en abrir la puerta, pero de todos modos tuvo que hacerlo, no podía quedarse en el pasillo toda la noche y menos con su madre en cama, así que soltando el aire contenido de sus pulmones, quitó sus audífonos de los oídos, abrió la puerta, dejó su bolso en el sillón y caminó hacia la habitación, intentó mantener la sonrisa en sus labios cuando la vio.
Su madre estaba más agotada, más débil y delgada, sus ojos verdes habían perdido ese brillo particular y su rostro estaba ya lleno de arrugas para su joven edad —Hola mamá —dijo, acercándose a ella e inclinándose para besar su frente.
—Cariño —su particular sonrisa le rompió el corazón a Carter —¿Cómo te fue en el trabajo? —preguntó —Viniste temprano.
Sonrió, incluso sus ojos brillaron ante las lágrimas y lo único que pudo hacer fue abrazar a su madre para responderle sin mentirle al verla a los ojos —Bien… Por lo visto mi ascenso está cerca —se permitió mentirle, pero que más hacer en un caso como ese —Pedí permiso para poder comer tranquila y estar un momento contigo.
—Felicitaciones Carter —hizo una pausa significativa, frunció el ceño y acarició la espalda de su pequeña niña —Sabía que podrías hacerlo, eres inteligente y muy noble.
—Me daré una ducha mami y así podremos cenar y así darme un poco de tiempo antes de ir a mí otro empleo —se alejó de su madre sin darle su rostro y que pueda notar sus ojos rojos ante sus rebosantes lágrimas. Giró sobre sus talones y camino directo al baño.
Cerró la puerta y apoyándose sobre ella ante el temblor de sus piernas, dio unos pasos hacia adelante y comenzó a desvestirse, necesitaba urgentemente un buen baño, necesitaba urgente una solución a todos sus problemas.
«Despedida, despedida» —repitió una y otra vez bajo la ducha, el darse un baño después de ello no le facilitaba las cosas como pensó. Elevó el rostro hacia arriba dejando que el agua tibia enjuagara la salinidad de sus lágrimas, su vida estaba yendo en picada, sintiéndose por un momento vacía.
Sus sollozos eran bajos, intentando mantener el control de sus emociones, el control de aquellos sentimientos para no alterar a su madre que estaba en cama, su enfermedad se había convertido en metástasis y solo era cuestión de un milagro o esperar y ambas cosas le daban tanto miedo a Carter.
El dolor incluso era peor, mordió su labio con fuerza, alterarla solo complicaba las cosas, complicaba casi todo. Cerró los ojos con fuerza, recordarla joven y sana era lo único que podía hacer, era la única alternativa que le ayudaba a luchar contra el dolor y sobre todo preparándose para una vida en la cual enfrentaría sola con el tiempo, pero se negaba, se negaba a ello.
Sin poder más, sollozo cubriendo su boca con las manos, sentada en el frío azulejo del baño, abrazó sus piernas en busca de algún tipo de consuelo, en busca de un milagro, en busca de ayuda, ayuda que estaba segura jamás vendría, cuantas veces no le había pedido el nombre de su padre, la dirección, incluso un solo dato, pero se negó a ello, su madre se negó a pedir ayuda a un hombre que solamente la olvido, dejando que su pequeña hija pasara la angustiante etapa de las necesidades cuando él tenía los medios para poder cuidar y velar por la seguridad de una niña, pero no, su padre era un desgraciado desalmado que le importo un comino el procrear una hija y dejarla atrás sin más.
Su madre se hizo cargo de todo, desde la comida, las medicinas, pañales, para luego la etapa de preescolar, primaria, secundaria y luego la universidad y ¿Para qué? No tuvo la fuerza necesaria para seguir luchando por lo que ella deseaba.
—¡Dios! —rogó una vez más —¿Cómo pude ser tan tonta? —se reprendió, pensó que todo iría bien, pero como siempre se equivocó y no recibiría el pago para el próximo mes y sobre todo para el tratamiento de su madre. Era un trabajo que pagaba de cierta manera bien, que le daba cierta estabilidad, llevándose ambas manos hacía el rostro, pudo llorar y llorar.
Teniendo el valor para enfrentarla, cerró la llave de la ducha y se envolvió con una toalla, era la hora de verla al rostro. Tomó su uniforme y se cambió, no necesitaba arreglarse ya que era la chica que limpiaba la mierda y el desorden de los aristócratas.
Abrió la puerta, y encontró a su madre con la peineta en mano, sonrió ante ese ritual, su madre siempre la peinaba ya que al tener el cabello largo, Carter usualmente se arrancaba mechones ante los nudos que tenía. Sentir cómo su madre peinaba sus cabello, la relajaba, sobre todo cuando sus fuerzas ya no eran las mismas, pero a una madre jamás se le pasa por desapercibido el dolor de un hijo —Tus ojos están rojos —fue más una afirmación que una pregunta, Bianca podía estar enferma pero no era tonta y conocía a esa chica mejor de lo que uno puede llegar a imaginar.
—Estoy cansada mamá, nada de qué preocuparse y me entró jabón a los ojos —volvió el rostro para ver a su madre con su habitual sonrisa en los labios.
—No seas obcecada, niña. Cuéntame —le pidió con ternura.
Carter tomó la mano de su madre y se volvió por completo hacia ella, la miro a los ojos, aquellos ojos verdes, mientras que las motas de polvo y espirales de luz iluminaban ya su cansado rostro, debía soportar y aguantar la pena —Nada mamá, estamos bien. Siempre salimos de estos baches.
—Supuse que algo te pasaba, viviste callada. Y sí hay que tener un poco de fe.
—Sabes que vengo cansada, como siempre las secretarias del colegio me dan demasiado problema, esas tías son tan desagradables —en parte dijo la verdad, ya que las secretarias del colegio la trataban como la chica de los mandados y no cómo una de ellas —La fe esta sobrevaluada en esta época, no hay milagros, no hay buenas personas, no hay un Dios.
—No digas eso, no puedes culpar a Dios por nuestras malas decisiones. Sobre tu trabajo, siempre puedes cambiar de trabajo —concluyó la madre, trenzándole el cabello a la joven Carter —Además no me gusta que te expreses así de Dios, tenemos que dar gracias que no nos falta la comida.
Dando un suspiro, evitó hacer comentario alguno, ir en contra de los ideales religiosos de su madre acaban en discusiones y no era el momento —Sobre el trabajo no puedo mamá, todavía no puedo permitírmelo —ante esas palabras sintió un nudo en la garganta y su visión se le nublo, sus ojos brillaron ante la fuerza de las lágrimas por salir, pero apretó las manos sobre su regazo intentando mantenerse clamada.
—Puedes, solo que no quieres darte el trabajo de buscar otro empleo, te has acostumbrado allí, entiendo, pero si estas incomoda siempre puedes renunciar y darte un tiempo para otro empleo.
—Mamá, no puedo, tus terapias se acercan y podremos ver los resultados pronto y necesito el dinero —se sintió invadida por una temeridad desconocida.
—Solo digo —mencionó Bianca, colocando la trenza sobre el hombro derecho de su pequeña —Listo, terminé.
Carter sujetó su trenza diciendo para sus adentros una realidad muy cruda —¿Qué haré cuando ella falte? —se dijo, tragó saliva ante el mal sabor de boca. Preparada, se levantó de la cama, se volvió hacia su madre y le dio un beso en la frente, la cena ya estaba hecha así que solo debían tomarse su tiempo para poder comer.
Carter le llevó el caldo de pollo a su madre, mientras que ella solo hacía de un lado a otro los fideos, no tenía hambre y no era para menos en un día en el que recibía más noticias malas —No tengo mucha hambre mamá, te parece que cuando regrese termino.
—Claro… Claro, ve.
—Ya tengo que irme, mamá. Nos vemos a las diez, no me esperes despierta. Descansa.
—Lo haré cariño, lo haré —su madre acarició el rostro de su niña con ternura, gravando ese bello rostro aun aniñado, negó con la cabeza ante la idea de llorar, su mayor preocupación era dejarla sola en un mundo cruel, en un mundo que aun Carter no sabía cómo defenderse de la manera correcta.
—Adiós mamá, no te levantes, tienes todo a tu alcance, incluso el teléfono, llámame cualquier cosa y yo vendré lo más rápido —tomó el plato de su madre y se lo llevó a la cocina.
—Deja, deja y ve a trabajar que llegaras tarde.
Carter sonrió y abrió la puerta de su pequeño departamento, temía regresar y que su madre no despertara, temía perderla para siempre.