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La poca prioridad de la crisis ambiental en los centros de poder global

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Son muchos los dirigentes políticos y empresariales de Colombia que ignoran o le dan una mínima importancia al tema ambiental, no obstante, con frecuencia, en sus discursos, afirman su compromiso con la sostenibilidad, los Objetivos del Desarrollo Sostenible(ODS), etcétera. Son artilugios retóricos que acaban siendo muy dañinos, pues no pocos ciudadanos ven seguramente en ellos la evidencia de que algo se está haciendo, de que hay esperanzas.

Lo cierto es que, en Colombia, el medio ambiente no es un sujeto que tenga una alta prioridad en la política y en las políticas como lo afirman los entrevistados. La baja prioridad política que se otorga al medio ambiente en la política y en las políticas de Colombia no es un asunto doméstico y se registra, en diferentes grados, en la totalidad de los países del mundo, y por consiguiente, en las organizaciones intergubernamentales, como la ONU o la Organización Mundial del Comercio. Así se evidenció en la «Cumbre de los Premio Nobel, Nuestro Planeta, Nuestro Futuro» que tuvo lugar en abril de 2021. Y así se refleja para América Latina y el Caribe en dos informes, publicados recientemente, en cuya construcción tuve el privilegio de participar: «Esto no da para más. Hacia la transformación social-ecológica de América Latina y el Caribe» (Fes Transformación, 2020) y «La tragedia ambiental de América Latina y el Caribe» (Gligo et al., 2020).

El hecho de que algunos líderes mundiales minimicen la importancia de la crisis ambiental es una de las expresiones de la baja prioridad que los sistemas políticos le otorgan a la protección de la naturaleza. Así se ilustra con las políticas tomadas por el presidente Trump durante su mandato: el retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, el debilitamiento de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), la derogación de diversas regulaciones ambientales, y el debilitamiento de la protección ambiental de tierras públicas. El retiro del Acuerdo de París estuvo siempre acompañado por diversas afirmaciones por parte de Trump de negación de la existencia de un cambio climático de origen humano, amenizadas por ridiculizaciones del problema («el cambio climático es un cuento chino»). Pero esta posición de Trump no es un asunto coyuntural de su presidencia ni un producto de su peculiar personalidad, ya que tiene una larga historia en la política norteamericana, como se evidencia en que una mayoría del Partido Republicano, así como un amplio grupo del sector empresarial haya negado y continúe negando el cambio climático. La fascinante y perturbadora historia de esa negación está consignada en el excelente libro Mercaderes de la duda de los historiadores de la ciencia Naomi Oreskes y Erik Conway (2010).

En América Latina también contamos con un presidente que adelanta políticas que agravan la crisis climática y de la biodiversidad: Jair Bolsonaro, Brasil. Desde el inicio de su mandato ha fomentado la deforestación de la Amazonía, con miras a establecer actividades extractivistas (agrícolas, mineras, etcétera), posición que ha complementado con su intención de disminuir el área ocupada por los resguardos indígenas. Si bien, la última propuesta sobre los pueblos indígenas aún no se ha concretado, el discurso de Bolsonaro se asocia con el pavoroso incremento de la deforestación y los incendios forestales de la Amazonía brasileña durante su mandato.

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