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La Amazonía como símbolo de la crisis ambiental

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Las grandes amenazas sobre la integridad de la selva amazónica y de las culturas milenarias que la habitan, es un tema que, por su importancia, tratan muchos de los entrevistados. Es necesario señalar que el caso de la Amazonía simboliza la crisis ambiental de Colombia más que cualquier otro problema. Así se reconoce en el primer capítulo del libro, tema sobre el cual haré algunas reflexiones. El hacerlo no significa que los temas tratados en los otros capítulos no tengan una enorme relevancia para el futuro de nuestro país tal como los lectores podrán apreciarlo en las entrevistas.

Sólo es posible entender la deforestación de la Amazonía colombiana a cabalidad en el marco de la gran cuenca, en la cual la Amazonía colombiana representa el seis por ciento del área total. De hecho, el mayor problema ambiental de los otros países que comparten esta cuenca es la deforestación de la misma. Las observaciones efectuadas en las entrevistas por Martín von Hildebrand, Rodrigo Botero, y Gabriela Eslava sobre nuestra Amazonía tienen, en mucho, validez para entender tanto las causas, como las posibles soluciones a la crisis de la mayor selva tropical del mundo en cada uno de los ocho países amazónicos. Y para entenderlas se debe partir del reconocimiento de nuestro destino común. Por eso viene al caso hacer algunas consideraciones a las certeras visiones y observaciones que nos presentan estos tres entrevistados.

Se estima que si la deforestación llegare a superar el veinte por ciento del área de la gran cuenca, este ecosistema traspasará el umbral, el tipping point, a partir del cual se detonaría una catástrofe ambiental: se produciría un proceso gradual de sabanización, en particular en la Amazonía del Este, como resultado de la pérdida de humedad de la selva (Lovejoy et al., 2028). Una de las consecuencias más graves sería la desestabilización de los ríos voladores, esos grandes ríos de vapor de agua que procedentes de la evapotranspiración de la selva fluyen por la atmósfera del continente, determinando una buena parte del ciclo del agua de sus más diversos rincones. Así, por ejemplo, las lluvias en la Sabana de Bogotá y en los páramos que la circundan dependen en mucho de estos ríos voladores que, al disminuir en su volumen de vapor de agua, como consecuencia de que se transgrediera el tipping point mencionado, alterarían la precipitación media anual con los impactos asociados para la disponibilidad de agua dulce. Con la reducción de humedad de la Amazonía los caudales de los ríos superficiales de la región también se verían afectados.

Además, como lo afirman los entrevistados del primer capítulo del libro, y como también lo hace Germán Andrade y Brigitte Baptiste, entrevistados en el segundo capítulo, la destrucción y deterioro de la selva amazónica conduce al menoscabo de biodiversidad, representado tanto en la disminución del tamaño de las poblaciones de las especies de flora y fauna, como en la extinción de especies, es decir, contribuye en forma sustantiva al deterioro de la integridad de la biosfera que, conjuntamente con el cambio climático, son los dos fenómenos de mayor jerarquía en la crisis del planeta.

La deforestación representa aproximadamente el veintinueve por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero de los países de Latinoamérica. Y con el incremento de la deforestación de la selva amazónica, desde mediados de los años sesenta, esta tiene el mayor peso como fuente de emisiones de GEI, de estos países, conjuntamente con la actividad agropecuaria. En síntesis, detener la deforestación en la gran cuenca Amazónica es una política crítica en la lucha contra la pérdida de la biodiversidad y el cambio climático, así como en la estabilidad del ciclo del agua. Pero no es posible que cada país se salve de las consecuencias de la deforestación de la Amazonía deteniendo la deforestación en el área geográfica de sus límites político-administrativos. Es imperativo que desde cada país se desarrollen e implementen políticas con una eficacia similar y en forma armónica y coordinada.

Si bien en los ocho países amazónicos la deforestación de esta selva ha incrementado en los últimos cinco años, en ellos se observan políticas diferenciadas, como es el caso de Colombia, en donde más del sesenta y cinco por ciento de este territorio está representado en parques nacionales y resguardos indígenas; además, la legislación de nuestro país en materia indígena y amazónica es la más avanzada de la región, como lo enfatiza von Hildebrand. El futuro de la selva amazónica, tanto en Colombia como en los otros países de la cuenca, dependerá en mucho del fortalecimiento de los resguardos indígenas, es decir, de la protección de los derechos culturales y territoriales de estos pueblos que han demostrado con creces cómo son los guardianes de la mayor selva tropical del mundo, y dependerá también del fortalecimiento de los parques nacionales; la suma de unos y otros representa hoy más del cincuenta por ciento de la extensión de la Gran Cuenca. Pero, de nuevo, este escenario será solamente posible si se logra transformar lo ambiental en un sujeto de alta prioridad política.

Nuestro desafío ambiental

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