Читать книгу In memoriam - Niño de Elche - Страница 7
ОглавлениеFrío vacacional
Mi padre nos llevó a mis hermanos y a mí a presenciar un concurso de cante flamenco que se celebraba en el campo de fútbol de Montejícar, el pueblo en el que veraneábamos, en la provincia de Granada. En esta posesión intuyo a un cantaor al fondo de la imagen desgañitándose en mitad del frío ensordecedor de la madrugada. No aguanté la envestida del temporal y mis hermanos me llevaron a casa de mi abuelo, aunque mi padre se quedó allí para ver qué gallo ganaba.
Las noches en aquel pueblo siempre eran frías, pero aquella noche del cante flamenco lo fue de manera excepcional. No había techo, el micro no funcionaba correctamente, ni siquiera los guitarristas podían tocar por tener las manos heladas. El flamenco de pueblo aturde las manos y otros miembros.
Siento que aquella noche silbaba el viento de la devastación, porque cuando el aire sopla con fuerza los sonidos no reverberan, no se obtiene eco alguno. Ni los olés de los aficionados allí presentes encontraban pared con la que toparse en aquel desangelado campo de fútbol de tierra para resonar en los corazones de los participantes.
Mis primeros contactos con el flamenco las recuerdo siempre entre el frío. Ese frío constante del cuerpo de un viejo. Después vendrían muchos cantes que me condujeron a una cámara frigorífica, otros que me dejaron literalmente helado. Así debía entonar los cantes, congelados en el tiempo.
Mis gritos de hoy provienen de ese paseíllo al escenario del crimen, como un cerdo que intuye que su sagrado sacrificio conlleva la muerte. Con el paso del tiempo pude cambiar el venir de una pena por el andar hacia una liberación. Hacer de una muerte una exención. Ahí está el milagro del arte. Por eso todos mis pasos se dieron en caliente, nunca en frío.