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RESCATANDO LA NATURALEZA HUMANA

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El célebre debate entre Foucault y Chomsky acerca de la naturaleza humana se llevó a cabo en la Universidad de Amsterdam, en 1971, y fue coordinado por el filósofo holandés Fons Elders. El evento ha tenido una gran repercusión y es un tema obligado para quienes desean conocer el pensamiento de esos dos filósofos.

Chomsky y Foucault aceptan la naturaleza humana, aunque de diferente manera y en diversa medida. Uno esperaría que no hubiera problema con Chomsky, pues recupera el racionalismo cartesiano, y que el problema se diera con Foucault quien manifestaba siempre una especie de nominalismo; no obstante, ambos la aceptan a su modo.

Chomsky postula estructuras lingüísticas innatas, a semejanza de las ideas que proponía Descartes para explicar el conocimiento, y tiene mayor facilidad para aceptar algo natural e innato en el hombre: la naturaleza humana. Este filósofo cree que es tan difícil asimilar la gramática de un idioma, incluso el materno, que debe haber una cualidad o capacidad natural y unas estructuras, aunque sean pocas, que son naturales del ser humano. Esto es, con un número muy limitado de palabras, que es el léxico que tenemos, realizamos con una creatividad notable una gran cantidad de oraciones o enunciados. Por eso, Chomsky habla de gramática generativa transformacional, la cual tiene estructuras sintácticas que desarrolla y que incluso, a nivel semántico, son extraordinarias. Tanto que sólo se explica si son connaturales al hablante quien posee esta competencia, que ejerce como actuación lingüística en la comunicación.

Apoyándose en ese carácter congénito de las estructuras del lenguaje y ciertamente con pocos elementos, como el léxico, con el que hacemos enunciados numerosos, y que captamos con un conocimiento de alguna manera instintivo, Chomsky dice:

Afirmaría entonces que este conocimiento instintivo o, si prefieren, este esquema que permite obtener un conocimiento complejo e intrincado a partir de información muy fragmentaria, es un constituyente fundamental de la naturaleza humana. En este caso, creo que se trata de un constituyente fundamental a causa del papel que el lenguaje desempeña no sólo en la comunicación, sino también en la expresión del pensamiento y en la interacción entre las personas; y supongo que debe ocurrir algo similar en otras esferas de la inteligencia humana, de la cognición y la conducta humanas. Es a ese conjunto de esquemas o principios de organización innatos que guían nuestro comportamiento social, intelectual e individual al que me refiero cuando utilizo el concepto de naturaleza humana.1

La naturaleza humana es entendida aquí como algo innato o congénito al hombre, que lo hace comportarse de una manera determinada en sociedad. Un aspecto de ese comportamiento es la comunicación mediante el lenguaje, que requiere un a priori, algo dado e independiente de la cultura, aunque se realiza y moldea mediante la cultura y en ella.

Foucault empieza poniendo sus reparos a la noción de naturaleza humana. Expresa:

Es cierto que desconfío un poco de la noción de naturaleza humana, y es por el siguiente motivo: creo que entre los conceptos o nociones que una ciencia puede utilizar no todos tienen el mismo grado de elaboración, y que en general no poseen la misma función ni el mismo tipo de uso posible en el discurso científico.2

Pone un ejemplo de la biología. El concepto de vida no es para él una concepción científica, sino un indicador epistemológico, algo que sólo sirve para orientar las discusiones científicas. Y agrega:

En mi opinión, el concepto de naturaleza humana es similar. No fue mediante el estudio de la naturaleza humana que los lingüistas descubrieron las leyes de la mutación consonántica, ni Freud los principios de interpretación de los sueños; ni los antropólogos culturales la estructura de los mitos. Creo que en la historia del conocimiento el concepto de naturaleza humana cumplió, ante todo, el rol de un indicador epistemológico para designar ciertos tipos de discursos vinculados o contrapuestos a la teología, la biología o la historia. Me resultaría difícil ver allí un concepto científico.3

No todos los conceptos tienen el mismo grado de cientificidad, sobre todo los filosóficos; pero hay ocasiones en que esto resulta de la misma condición de los conceptos. Por algo los empiristas siempre han visto los conceptos metafísicos como deleznables.

Chomsky defiende ese concepto diciendo que ni siquiera en física (y menos en biología) se alcanza esa cientificidad que se exige. Pero no por eso dejan de funcionar como conceptos organizadores, y con eso es suficiente. Lo cual acepta Foucault. Chomsky añade la capacidad del ser humano de usar su libertad y creatividad, aun dentro de reglas. Es lo que señalaba Wilhelm von Humboldt en el lenguaje. Pero Chomsky vuelve a Descartes para explicar la creatividad lingüística. Y Foucault dice estar de acuerdo, pero con una salvedad. Explica que él iría más bien a Pascal o a Leibniz, para encontrar esa base común. Dice:

[T]anto en Pascal como en la corriente agustiniana del pensamiento cristiano se encuentra la idea de una mente en profundidad, de una mente replegada en la intimidad de sí misma rozada por una suerte de inconsciente, y que puede desarrollar sus potencialidades a través de la profundidad del ser. Y ésa es la razón por la cual la gramática de Port Royal, a la que usted hace referencia, es según mi visión mucho más agustiniana que cartesiana. Es más, encontrará en Leibniz algo que sin duda va a gustarle: la idea de que en la profundidad de la mente hallamos incorporada una red entera de relaciones lógicas que constituye, en cierta medida, el inconsciente racional de la conciencia, la forma aún no clarificada ni visible de la razón misma que la mónada o el individuo desarrolla poco a poco, y con la que entiende el mundo en su totalidad.4

Por lo tanto, Foucault acepta algo innato en el hombre, que incluso explica la creatividad que muestra en su conducta, y si hay algo innato, hay algo que no depende del desarrollo cultural, que es de alguna manera, como señalaba Chomsky, la naturaleza humana. En eso, ambos pensadores están de acuerdo.

Como se ve, no se trata de negar la naturaleza humana sin más ni de defenderla gratuitamente. Una postura naturalista, univocista, la toman algunos filósofos analíticos, demasiado biologicistas, que naturalizan la filosofía. Una postura culturalista, equivocista, la adoptan algunos filósofos posmodernos, que todo lo reducen a la cultura y la historia. Una postura analógica ayuda a entreverar ambas cosas. Tan insostenible es que todo sea natural como que todo sea cultural en el hombre. Hay una naturaleza humana que se da encarnada en la historia y en la cultura, pero que va más allá de éstas. Decir que el hombre es producto de la historia es olvidar que la historia también es producto del hombre. Las dos cosas tienen que decirse, como en un quiasmo: la historia hace al hombre, pero también el hombre hace la historia. Natura y cultura se encuentran en él.

De la deconstrucción a la confección de lo humano

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