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INTERCULTURALIDAD Y DERECHOS HUMANOS

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En nuestros países o estados hay varias culturas interactuantes, por lo que debe haber una aplicación equitativa de la justicia y de los ideales de vida de las mismas. Por eso se habla de una ética de la justicia y una del bien o de los bienes (ideales de realización y de felicidad) que deben conjuntarse para el desempeño de la política. Asimismo, se ha insistido en la educación para el compromiso político de los ciudadanos, esto es, de la sociedad civil, más allá del estado. Ya no se deja todo en manos de este último, sino que se procura una concientización de la ciudadanía en la solidaridad, la tolerancia y el respeto. Y cada vez se avanza de manera más clara hacia la edificación de una ciudadanía multicultural y cosmopolita. De manera parecida al ideal de los estoicos como Panecio de Rodas, Posidonio de Apamea y Cicerón.

Ya no se habla de identidad, sino de identidades, de las cuales hay varias. Pero una de las más decisivas es la cultural. No basta la identidad estatal, se requiere la nacional: Estado y nación. En la actualidad, se toman muy en cuenta las diferencias (género, religión, etc.), y sobresale la diferencia cultural correlativa a la identidad cultural. Hay que partir de la identidad cultural que se basa en usos, costumbres, creencias, arte, etc.

La identidad cultural tiene como elemento primordial los símbolos, que son más activos. No bastan los límites o fronteras, ya que tras estos últimos se encuentran las acciones simbólicas que van más allá y los traspasan. Asimismo, influyen las fronteras estatales (que no nacionales).

Hay que evitar relativismos y ubicar los centros de tensión de esa identidad, que son los que la amarran o evitan que se diluya o atomice. Es decir, ver la nación más que los límites del estado.

La conformación política del estado es unívoca; pone límites, fronteras y leyes. Asegura la paz y la justicia. Pero se necesita el sentido, que es lo que da la cultura, la cual va más allá de lo estatal, es más compleja. Si, como han dicho Rawls, Dworkin y otros analíticos, la identidad estatal o política nos da la justicia, falta la parte del bien, de la buena vida, que es en la que insisten MacIntyre y Taylor. Según Adela Cortina, los mínimos de justicia permiten los máximos de buena vida (culturales) que son los más difíciles de acordar, los que dan sentido a los mínimos. Y se interpretan de manera diferente según las culturas.26

Así, la hermenéutica analógica permite navegar suponiendo una dignidad humana, que es ontológica y antropológico-filosófica, responder a la identidad y a la diferencia o diversidad, que son epistemológicas.

De la deconstrucción a la confección de lo humano

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