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¿Cómo está constituido el cuerpo humano?

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Los órganos del cuerpo humano están formados por múltiples unidades funcionales llamadas células, a modo de los habitantes de una ciudad o un país. Cada célula es individual, y tiene un núcleo que contiene el material genético (el ADN) y una membrana que la separa de las otras.

Los organismos vivos más simples están constituidos por una sola célula: son organismos unicelulares, como la ameba o el paramecio que estudiamos en la escuela secundaria, y sus funciones de relación consisten en una simple reacción, como cuando se retraen al recibir algún contacto.

Los organismos más complejos, como los mamíferos o los primates, están formados por múltiples células, son multicelulares, y esto resulta en una repartición y especialización de las tareas de las células. Se diferencian así distintos sistemas o aparatos, como el respiratorio o urinario, y también un sistema nervioso que se encarga de las funciones de relación a través de un sector receptor, que recoge estímulos, y otro efector o ejecutor, que reacciona y responde a ellos, generalmente en forma motora. A medida que se asciende en la escala zoológica, con el mayor desarrollo de las funciones de relación, se va perfeccionando el sistema nervioso hasta constituir un complejo mecanismo que culmina en el hombre.

En los organismos primitivos, el sistema nervioso está formado por una red de células llamadas neuronas. En los más evolucionados, como el hombre, se distinguen tres sectores: el sistema nervioso central, el sistema nervioso periférico y el sistema nervioso autónomo.

El sistema nervioso central está formado por el cerebro y el cerebelo, y sus prolongaciones, el tronco cerebral y la médula espinal. Todos ellos se encuentran dentro del cráneo y la columna vertebral, envueltos por membranas llamadas meninges.

El sistema nervioso periférico está constituido por una serie de cordones, los nervios periféricos, que a modo de cables conectan al sistema nervioso central con los demás órganos, transportando estímulos que van y vienen. El sistema nervioso autónomo, al que nos referimos al comienzo, es llamado así por ser automático y no influenciable por la voluntad. Regula las funciones de la vida vegetativa, o viscerales, tales como las secreciones y el movimiento gastrointestinales, la circulación y el número de pulsaciones cardíacas.

Microscópicamente, el sistema nervioso central está integrado por células especializadas, llamadas neuronas, y un tejido de sostén: la neuroglía.

Las neuronas tienen un cuerpo celular y extensas prolongaciones filiformes. Poseen dos propiedades: excitabilidad, la capacidad activarse eléctricamente por un estímulo, y conductibilidad, la de conducir ese impulso eléctrico a través de su estructura. Sus prolongaciones son de dos tipos: las dendritas, que son múltiples, y el cilindroeje o axón, que es único y puede alcanzar gran longitud.

Las dendritas constituyen la vía de entrada o aferente del influjo nervioso que le llega a la neurona, y el axón, el transmisor, la vía de salida o eferente de ese influjo hacia otras. Las primeras recogen y envían el impulso hacia el cuerpo celular, y el segundo lo transmite desde el cuerpo celular hacia otras neuronas o a un órgano efector o ejecutor. Los nervios están constituidos por múltiples axones provenientes de distintas neuronas.

La transmisión entre neurona y neurona se hace por contacto entre ellas, conservando cada una su unidad. A este contacto se lo denomina sinapsis, quedando entre una y otra neurona un mínimo resquicio o hendidura, el llamado espacio intersináptico. Las neuronas se comunican por sustancias químicas denominadas neurotransmisores, que por impulso eléctrico se liberan al espacio intersináptico y actúan sobre receptores específicos situados sobre la membrana de la neurona siguiente, llamada postsináptica, desencadenando un nuevo impulso.

Cada neurona tiene una especificidad bioquímica, según el neurotransmisor que ella libera en las terminaciones que preceden a la sinapsis (presinápticas).

Los neurotransmisores son muchos. Los más relevantes para nuestro tema son acetilcolina, adrenalina, dopamina y serotonina, que dan lugar así a sinapsis colinérgicas, adrenérgicas, dopaminérgicas y serotoninérgicas. El neurotransmisor modifica la permeabilidad iónica de la membrana, originando un potencial o impulso eléctrico, que puede ser excitador o inhibidor. Una vez logrado el impulso, el neurotransmisor se inactiva rápidamente, ya sea por degradación o por recaptación por parte de las terminaciones presinápticas, hasta que la neurona es estimulada de nuevo.

En el sistema nervioso central las sinapsis colinérgicas regulan la cognición; las adrenérgicas, las funciones vegetativas, la excitación y la ira; las dopaminérgicas, la sinergia motora y la conducta, y las serotoninérgicas, el estado de ánimo y afecto.

En forma mecanicista, el sistema nervioso ha sido comparado con una gran central telefónica, compuesta por numerosas unidades receptoras y emisoras, con múltiples conexiones internas (el sistema nervioso central), que se comunican con el exterior por cables salientes o entrantes (los nervios periféricos). Más recientemente, el símil ha sido el de una computadora que, programada genéticamente, asegura la integración de las informaciones entrantes/aferentes, para dirigir a los órganos ejecutores los impulsos salientes/eferentes necesarios para la vida del individuo.

En resumen, son tres los mecanismos que aseguran el funcionamiento del sistema nervioso: recepción, ejecución y, entre una y otra, integración, a través de la cual se elabora la información y regula la ejecución. El sistema nervioso central se encarga del mecanismo integrador, y los nervios periféri­cos que entran o salen, de los mecanismos receptor y ejecutor. Cuando la ejecución se dirige a los músculos, tenemos el denominado sistema nervioso esquelético o de la vida de relación, y cuando se dirige a los intestinos, al corazón o a las glándulas de secreción, tenemos el sistema nervioso de la vida vegetativa, o autónomo.

Pero el funcionamiento de estos sistemas puede ser tanto consciente como inconsciente, y mucha de la actividad del sistema nervioso sobre la que la música tiene particular influencia se efectúa en forma automática o inconsciente.

El cerebro y la música

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