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Cerebro y cognición musical:
canciones sin palabras

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El cerebro humano, como lo hemos visto todos en las ilustraciones de los diccionarios, las láminas de anatomía de los libros o la internet, parece un hongo. Su sombrero se divide en dos mitades, los hemisferios cerebrales, unidos por una estructura fibrosa llamada cuerpo calloso. Su tallo es el tronco cerebral.

La superficie de los hemisferios es la corteza cerebral, que es desigual, con aspecto de papel celofán arrugado. Sus pliegues son las circunvoluciones cerebrales, y sus hendiduras, las cisuras o surcos. La corteza está conformada por neuronas y constituye la llamada sustancia gris, por su coloración algo más oscura que la de la región subyacente, llamada sustancia blanca, y compuesta por las prolongaciones neuronales, o axones, ya mencionados antes.

Los hemisferios cerebrales se subdividen regionalmente en los llamados lóbulos, que reciben el mismo nombre que el de los huesos del cráneo. El lóbulo frontal, el más anterior, se encuentra inmediatamente por detrás del hueso de la frente. El lóbulo occipital, que está justo por delante del hueso del mismo nombre, y por encima de la nuca, es el más posterior. Entre ambos se ubica el lóbulo parietal. El lóbulo temporal se encuentra por dentro del hueso homónimo, a la altura de las sienes, por debajo de los lóbulos frontal y parietal y por delante del occipital. Por último, un quinto lóbulo se encuentra oculto bajo los lóbulos frontal y temporal, y recibe por ello el nombre de ínsula (es decir, isla o lóbulo aislado). En la profundidad de los lóbulos cerebrales se encuentran diversas otras estructuras, que actúan como estaciones intermedias, o repetidoras, entre los estímulos entrantes, aferentes, que le llegan a la corteza, y aquellos salientes, eferentes, que esta a su vez envía.

La corteza cerebral es asiento de las funciones mentales. En la corteza del lóbulo occipital se encuentran las áreas de recepción de la visión; en la del temporal, en su región externa o lateral, las de la audición, y en su región interna o medial, las de la memoria de corto plazo, en una estructura llamada, por su forma, hipocampo. En la corteza del lóbulo parietal se hallan las áreas receptoras de la sensibilidad o sensaciones del cuerpo, así como las de integración de diversas funciones de la cognición, como el cálculo, la semántica, el reconocimiento del espacio y la lateralidad, la atención y el esquema corporal.

La corteza del lóbulo frontal no recibe estímulos externos, es la región ligada a la planificación, regulación y ejecución motoras. En cuanto a la corteza de la ínsula, se vincula fundamentalmente a funciones emocionales y vegetativas, propias del sistema nervioso autónomo.

El control del lenguaje hablado se localiza, en más del 90% de las personas, en el hemisferio izquierdo, en la corteza frontal para la expresión y en la temporal para la comprensión. Se dice entonces que estas personas tienen “dominancia izquierda” para el lenguaje, que coincide, mayoritariamente, con la preferencia de la mano derecha para la escritura. Los diestros tienen entonces dominancia izquierda. Su lenguaje se preservará en caso de lesión derecha. Esto difiere en los zurdos: aproximadamente 50% tienen dominancia izquierda y 50% dominancia derecha para el lenguaje.

El oído humano tiene receptores que descomponen o “deconstruyen” los sonidos en sus componentes de frecuencia, los codifican en forma de señales y los transmiten por vías especiales hacia el cerebro. El receptor auditivo es la cóclea u órgano espiral de Corti del oído interno, que tiene forma de caracol, y en el que los receptores se ubican topográficamente según el tono (distribución tonotópica): los sensibles a frecuencias bajas (tonos graves) en su punta o cúpula, y los que responden a frecuencias altas (tonos agudos) en su base. De la cóclea se desprende el nervio coclear que conduce los estímulos auditivos a núcleos neuronales del tronco cerebral. De allí, a través de la vía auditiva, y después de pasar por una estación intermedia –el cuerpo geniculado medial, una estructura neuronal en forma de rodilla, situada en la profundidad del hemisferio–, alcanzan la circunvolución transversa, que se dispone de través por el lóbulo temporal. Esta es el área auditiva primaria, es decir, el segmento de corteza cerebral de primera recepción del estímulo auditivo. Los sonidos captados por el oído derecho se dirigen preferentemente a la corteza auditiva izquierda, y viceversa. Esta también muestra distribución tonotópica: los tonos graves llegan a su porción más externa, lateral, y los agudos a la porción más interna, medial, de la circunvolución transversa.

El oído humano es capaz de percibir una gran variedad de tonos, pudiendo diferenciar sonidos con 1 Hz (Herz o herzio, unidad de frecuencia) de diferencia, en un rango desde los 20 hasta los 20.000 Hz. La cantidad de notas que pueden ser incluidas en una escala musical es por lo tanto muy numerosa, y en la actualidad la enseñanza de la música reconoce la existencia de cuartos y aún octavos de tono, así como en pintura el impresionismo supo abstraer y ampliar la gama de colores para plasmar el efecto de la luz sobre las figuras representadas. Aun así, el espectro habitual de sonidos necesario para producir efectos musicales es más limitado, y la gama usual de frecuencias de los sonidos musicales es considerablemente más pequeña que la gama audible. En el piano, la frecuencia de los tonos más bajos es 220, y la de los más altos, 13.186 Hz, que son las usualmente consideradas como los límites inferior y superior de los tonos musicales.

Otras áreas corticales se vinculan a distintas características o componentes de la capacidad musical.

El diapasón o tono de referencia (pitch, en inglés) es el tono convencional a partir del cual podemos identificar las restantes notas de la escala musical, y que habitualmente se utiliza para la afinación instrumental. Se vincula a áreas de los lóbulos temporal y parietal de ambos lados, aunque con predominio izquierdo.

El ritmo, ejecución de tonos con patrón de distribución regular en el tiempo, tiene control en el polo o extremo anterior de la corteza del lóbulo temporal en la línea media, y en la base de la corteza del lóbulo frontal, ambos del lado izquierdo.

La métrica, ya mencionada, reconoce un control temporal anterior bilateral, y el timbre, frontal y parietooccipital derechos.

El timbre es la forma como “suenan” los tonos musicales, lo que permite reconocer la fuente del sonido; por ejemplo, las voces humanas masculina, femenina o infantil, o el piano, el violín o el clarinete. Está determinado por los armónicos, frecuencias agregadas a la del tono principal, que la duplican, triplican o quintuplican.

La melodía (de melos, canto o frase musical, y aeido, yo canto) se vincula a la corteza de los lóbulos temporal y parietal derechos. Convencionalmente, concebimos a la melodía como una sucesión de tonos que causa una sensación emocional de placer estético. La melodía parece ser el factor más determinante de la emoción musical.2

En resumen, diapasón y ritmo se relacionan más con el hemisferio izquierdo, melodía y timbre con el derecho, y métrica con ambos.

El cerebro y la música

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