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Oír en colores: las sinestesias
ОглавлениеCuando nos referimos al “oído absoluto”, la capacidad de identificar tonos sin necesidad de diapasón o tono de referencia, decíamos que el fenómeno se explicaría por cualidades propias y exclusivas de cada tono, en algunos casos como sensaciones agregadas de modalidad no auditiva, sino visual o sensorial, que facilitan su identificación. A eso se le llama “sinestesia”, es decir percepción conjunta de dos sensaciones de diferente modalidad, inducida por el estímulo de una sola.
La asociación entre audición y visión, o entre audición y visión coloreada, o entre distintas modalidades sensoriales, no es tan imprevista como en primera instancia podría suponerse. En música se llama escala “cromática” (o sea, “de colores”) a la que incluye tonos y semitonos, invocándose así por analogía a la gradación de colores. El término “tono” se utiliza tanto para la música como para la pintura: tonos musicales o tonos de color. También, “tonalidad”. Suele hablarse del “color” de una voz para caracterizar la de un cantante. En francés, sentir significa tanto oír como oler y tocar, o sentir a través del tacto. En alemán, hell significa brillante y es aplicable tanto a lo auditivo como a lo visual.
En realidad, los sentidos no parecen estar tan separados como la concepción tradicional nos lo enseña. Esta idea proviene de Aristóteles, que en el siglo IV antes de la era cristiana introdujo la noción, que ha perdurado hasta la actualidad, de que los seres humanos poseemos cinco sentidos distintos y diferenciados. Si bien es cierto que visión, audición, olfacción, gustación y tacto tienen efectivamente vías de acceso anatómicamente separadas hacia el cerebro, ello no descarta que pueda haber asociaciones y conexiones entre ellas que den lugar a sensaciones conjuntas. De hecho, olfato y gusto son muy cercanos, de modo tal que es frecuente ver en la clínica cotidiana que personas a las que se les afecta el olfato también se les entorpece el gusto, y viceversa. En las primeras décadas del siglo XX se postuló incluso la noción de “unicidad basal de los sentidos” (Urempfindung) al momento de nacer, que luego se separarían y diferenciarían funcionalmente con el crecimiento.
La sinestesia es un fenómeno o capacidad que tendría alrededor del 10% de la población general. Podría ser congénita en algunos casos, y adquirida en otros. Sería hereditaria, más frecuente en mujeres y en zurdos, aunque esto es controvertido. Asimismo se ha mencionado que hasta el 15% de personas con sinestesia tienen algún pariente de primer grado con dislexia, autismo o déficit atencional, y que son más proclives a fenómenos de déjà vu, clarividencia, o de sensación de presencia extraña. Tratándose de un fenómeno enteramente subjetivo, estas observaciones son cuestionables.
La manifestación más frecuente de sinestesia es la audición coloreada, que se caracteriza porque los sonidos no solo son oídos, sino también vistos como colores, que varían con cada tono (“oír o escuchar con los ojos”). Más raramente, otras modalidades sensoriales, como el olfato, el gusto o el tacto, acompañan a la sensación auditiva.
Ya Pitágoras, en la era precristiana, quiso adjudicar un color determinado a cada tono musical. Newton, que con un prisma descompuso la luz solar en siete colores primarios, relacionó la amplitud de las bandas de color con la longitud de onda de los sonidos, y sugirió, incorrectamente, que colores y sonidos generaban diferentes vibraciones que estimulaban los ojos y los oídos y se propagaban hacia el cerebro. Aún no se había establecido que las ondas de luz son electromagnéticas, y las de sonido, mecánicas.
Las sinestesias se caracterizan por ser involuntarias, no poder inhibirse, y proyectarse hacia el medio. Son durables y genéricas, es decir, que, con igual estímulo, serán siempre similares en una misma persona, pero podrán diferir de una persona a otra. Un tono que evoque siempre el color azul en una persona, podrá evocar siempre el verde en otra. Son recordables y conllevan reacción emocional.
Varios compositores célebres han referido audición coloreada y algunos la han aplicado a sus obras.
Nikolái Rimsky-Kórsakov (1844-1908), compositor ruso de óperas y obras sinfónicas como el “Capricho español”, y Alexander Scriabin (1872-1915), autor de prolongadísimas obras sinfónicas, asociaron colores a distintas claves y en 33% coincidieron en sus percepciones. Scriabin, escuchando una melodía en Re mayor, percibía un amarillo, mientras Rimsky, sentado a su lado, con el mismo sonido, veía un color dorado o soleado.
Scriabin además agregó acompañamiento de luces coloreadas a su obra Prométhée, Poème de Feu (Prometeo, poema de fuego). Introdujo una notación con escala especial de colores, que describió como clavier à lumières o tastiera per luce (teclado para luces). La obra ha sido raramente ejecutada. Scriabin continuó en su senda, componiendo Acción preliminar y mysterium, que combina música con luces y además estímulos olfatorios, obra que dejó inconclusa. Experiencias similares se habían intentado con anterioridad.
Las excentricidades de Scriabin no eran nuevas. Un jesuita llamado Louis Castel había inventado en 1720 un “clavecin oculaire” (“clavecín ocular”). Un tal A. W. Rimington construyó en 1893 un “órgano a color”, y T. Wilfrid, el “clavilux” en 1916…
En la obra Die Glückliche Hand (La mano afortunada) de Arnold Schönberg, hay una parte notada para color.
En 1842, Franz Liszt sorprendió a la orquesta que se encontraba dirigiendo pidiéndole que tocara un pasaje “algo más azulado” o “no tan rosado, sino violeta oscuro”.4
Entre las hipótesis que se han propuesto para explicar el fenómeno, hay dos que sobresalen. Una es la que se basa en la proximidad anatómica, en algunos puntos, de las vías visual y auditiva. Ambas vías comparten una estación neuronal en los llamados cuerpos geniculados, esa estructura en forma de rodilla doblada en la base del cerebro. El cuerpo geniculado externo, o lateral, es estación de la vía visual, y el cuerpo geniculado interno o medial, más cercano a la línea media, es estación de la vía auditiva. Es más que probable que existan conexiones anatómicas entre ambas vías y que por lo tanto pueda haber intercambio de estímulos entre una y otra.
La otra es la asociación de fenómenos cognitivos, hipótesis más cortical. En este caso, no se trataría siempre de una sinestesia real, es decir, de una percepción o sensación que induce otra en forma directa, sino, al menos en algunas instancias, de una evocación por asociación cognitiva, por asociación de ideas, como un recuerdo que trae a la memoria otro.
Recordemos que es posible que el “oído absoluto”, que mencionamos antes, se dé en algunas personas por sinestesia: el color evocado permite identificar el tono. De hecho, hay casos de músicos que pueden afinar sus instrumentos según su sinestesia, es decir, siguiendo el color evocado por el tono ejecutado y no el tono original del diapasón de afinación.
El compositor contemporáneo György Ligeti (1923-2006), cuya ópera El Gran Macabro se representó en el Teatro Colón de Buenos Aires en 2011, decía que el Do del piano era “rojo”; el Re, “azul oscuro”; el Fa, “amarillo”, y el Sol, “azul claro”; los acordes mayores eran “rojos o rosados”, y los menores, “entre verdes y marrones”. Pero también dijo que:
cuando digo que el acorde de Do menor es rojo-marrón, como óxido, y el de Re menor es marrón, eso no viene del tono sino de las letras C (por Do) y D (por Re). Creo que se retrotrae a mi infancia. Encuentro que los números también tienen color: el uno es gris acerado; el dos, naranja; el cinco, verde.5
Scriabin decía de su colega Rimsky-Kórsakov: “Mientras que a mí el Fa sostenido menor me parece violeta, a Rimsky le parece verde, pero me parece que es porque lo asocia al color de las hojas y el pasto, por el uso frecuente de esa tonalidad para la música pastoral”.6
El mismo Scriabin puede haber revelado un componente cognitivo en sus sinestesias, ya que su correlación tono-color parece relacionarse con los intervalos de quinta, en los que la nota siguiente es dominante de la tónica precedente: Do, Sol, Re, La, Mi, Si…
Es difícil creer en la existencia de sinestesias para quien no las experimenta. De hecho, los que las cuestionan argumentan que no son más que asociaciones metafóricas, no reales. Pero esto reafirmaría el mecanismo cortical-cognitivo-asociativo del fenómeno, y de hecho, en algunos estudios de resonancia funcional se ha observado activación predominante en áreas secundarias de asociación auditiva o visual en personas con sinestesia.
Además, la existencia de sinestesias se refuerza por la existencia de un fenómeno equivalente en la función motora, indudablemente demostrado y reconocido por ser, al contrario de lo sensorial, claramente observable y objetivable: las llamadas “sincinesias”, es decir, la aparición de un movimiento agregado, involuntario, junto con el movimiento primario intencional. Si se le pide a una persona que, estando acostada, eleve una pierna, y al mismo tiempo se le oponga o impida hacerlo, se observará que la pierna del lado opuesto efectuará, involuntariamente, el movimiento contrario, oprimiéndola contra la cama. Esto es un ejemplo de sincinesia.
Sea cual fuere el mecanismo, coestímulo anatómico o asociación cortical-cognitiva, las sinestesias constituyen un componente que acrecienta la emoción que produce la música.