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El privilegio del oído absoluto

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Las personas que pueden identificar tonos sin necesidad de diapasón o tono de referencia, tienen oído absoluto”. Cada tono tendría cualidades propias, independientes de la relación con la escala, que lo harían reconocible para algunos cerebros. En algunos casos se acompaña de sensaciones agregadas, no musicales o auditivas, sino visuales o sensoriales, llamadas sinestesias (de syn, conjunto y aisthesis, percepción), que facilitan así la identificación del tono. Nos detendremos en el fenómeno de las sinestesias más adelante.

Se han observado tanto un oído absoluto pasivo, que reconoce tonos, y un oído absoluto activo, que reproduce tonos, mucho más raro.

El oído absoluto se vincula funcionalmente al precúneo o lóbulo cuadrilátero izquierdo. Este lóbulo se ubica en la corteza parietal de la línea media, por encima y delante de la cuña (“cúneo”) formada por el lóbulo occipital.

La capacidad de oído absoluto es probablemente tanto genética como adquirida, porque ocurre con más frecuencia en personas expuestas intensamente a la música en la infancia. Además, la frecuencia de los tonos del diapasón convencionalmente adoptado para la afinación instrumental ha variado a través de las épocas. Por ejemplo, el diapasón inglés en 1780 era 409 Hz, y el europeo de fines del siglo XVIII, 400 Hz; el adoptado por la Ópera de Dresde en 1815, 423,2 Hz; el “tono internacional” o “diapasón normal” de la Conferencia de Viena de 1887, 435 Hz, y el de la Orga­ni­zación Internacional de Estandarización ISO en 1975, 440 Hz. Una persona, entonces, que pueda identificar con precisión las notas La o Re, lo estará haciendo según el diapasón adoptado en su época, diferente del de épocas previas o posteriores, lo que sugiere un componente adquirido en la génesis del oído absoluto.

Es quizás la preservación del oído absoluto lo que permitió continuar componiendo a composito­res que perdieron su audición, como Ludwig van Beethoven (1770-1827), Bedřich Smetana (1824-1884) o Gabriel Fauré (1845-1924).

Es sabido que Beethoven comenzó con dificultades progresivas de audición a los veintiséis años, que no le impidieron seguir componiendo maravillosamente y con creciente madurez musical. En realidad, salvo quizás la primera, sus restantes ocho sinfonías fueron escritas ya con su audición seriamente afectada.

A los cincuenta y seis años, ya casi del todo sordo, se lo convenció a Smetana de que tocara el piano en un concierto en su honor. Tocó un nocturno de Chopin y su propia Polka en La menor. Las crónicas contemporáneas describen cómo

aun sordo, tocó con tal originalidad, sensibilidad y expresión, que claramente lo destacaban frente a otros pianistas… Fue emocionante ver a un artista cuya ejecución conmovió tanto al público, sabedor de que ninguno de los sonidos que obtenía del instrumento podría jamás penetrar su alma…3

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