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La civilización y la mitología egipcias
Los misterios heliopolitanos

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En Heliópolis (literalmente, en griego, «Ciudad del Sol»), sobre la «Colina de Arena» del templo del Sol, tiene lugar el acto genesiaco que muestra los neter, en el contexto de la Enéada:

Oh, gran Enéada de los Neter que estáis en Heliópolis: Atum, Shu, Tefnut, Geb, Nut, Osiris, Isis, Set, Neftis, que Atum pone en el mundo por proyección de su corazón, como su propio nacimiento […], que ninguno de vosotros se separe de Atum.

(Sethe, Textos de las Pirámides)

En el contexto heliopolitano, Atum, surgido del océano cósmico primordial Nun, encarna el fuego virtual potencialmente contenido en el Agua que se coagulará en Tierra bajo la acción conjugada de los principios metafísicos sometidos al Neter-Neteru (Causa suprema o Dios único).[51] Como apuntó acertadamente John Wilson, hallamos aquí una doctrina que se acerca en esencia a la del Logos, el Verbo creador de la teología cristiana, principalmente en el Prólogo y el Evangelio según San Juan. Por otra parte, Atum se asocia a Rê (Ra: el Sol) y a Jepri (el escarabajo sagrado).[52]

Otro extracto de los Textos de las Pirámides añade:

Atum se hace: tú te levantas como montículo primordial.

Te levantas como el pájaro de la piedra (ben-ben)

en la morada del Fénix[53] en Heliópolis.

Tú has escupido a Shu,

tú has expectorado a Tefnut.[54]


Y de esta «atmósfera húmeda», de esta nube primordial, nacerían el Cielo (Nut) y la Tierra (Geb), que constituyeron así un auténtico hieros gamos, que sería luego diferenciado. Entonces, la vida en la Tierra se organizó bajo el influjo de la pareja luminosa (Osiris-Isis) y de la pareja de las tinieblas (Set- Neftis).

En Heliópolis también se veneraría al dios del Nilo (Hapi), río sagrado por excelencia que, con cada nueva crecida, fertilizaba la tierra sagrada gracias a sus aluviones.

Uno de los textos – extraído del Libro de los Muertos– que insistía en la importancia de Heliópolis nos dice lo siguiente:

He recorrido todos los caminos de Sekhem a Heliópolis

para instruir al Fénix divino.


En un texto anterior, se podía leer:

Conozco el Nombre misterioso

de la gran Divinidad que está en el Cielo;

soy el gran Fénix de Heliópolis;

soy el guardián del Libro del Destino

donde está escrito todo lo que ha sido

y todo lo que será.


El fénix, ave mítica de color rojo «que renace de sus cenizas», estaba considerado una manifestación del alma de Ra, directamente asociado a la Ciudad del Sol: Heliópolis.

El carácter profundamente sagrado vinculado a los «misterios de Heliópolis» es particularmente evocado en un capítulo posterior (capítulo 115) del Libro de los Muertos, donde el iniciado se expresa de la siguiente manera:

Oh, vosotras, Almas perfectas, ¡sabedlo! Soy uno de los vuestros,

ya que conozco a los Espíritus divinos de Heliópolis.

¡En realidad, el saber del Gran Vidente[55]

no sobrepasa mi Saber oculto!

¿No he superado los obstáculos con mi energía?

¿No he dirigido la palabra a los dioses?

¡Pues entonces no! ¡Los demonios no podrán destruirme,

no a Mí, el Heredero de los dioses de Heliópolis!


51

Véase Schwaller de Lubicz, Le Roi de la théocratie pharaonique, col. «Champs», Flammarion.

52

Jepri o Khepri simboliza al sol saliente y significa «escarabajo», pero también «el que es», «el que existe» (con una noción de evolución), ya que el verbo kheper significa «venir a la existencia». El escarabajo, por tanto, resulta ser el símbolo de la «vida eterna», de la resurrección factible (¡aunque sea únicamente la del sol, todos los días!). La imagen del escarabajo servía como amuleto y talismán (como en la tumba de Tutankamón) y designaba la Divinidad en el corazón del faraón.

53

El fénix, ave fabulosa «que renace de sus cenizas» según la leyenda, se asociaba directamente a la ciudad de Heliópolis.

54

Las diferentes versiones hacen alusión a la Creación, como aquí, por una expectoración, o por una masturbación (traducción literal: «hacer salir el semen de sus riñones»): «Cogió su falo con su mano; hizo que entrara el gozo en él, y nacieron dos gemelos: Shu y Tefnut» (Sethe, Textos de las Pirámides).

55

El hierofante, sin duda alguna el sumo sacerdote de Heliópolis, como se desprende del final del capítulo.

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