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Introducción

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La Antigüedad ha fascinado siempre al ser humano, tanto por la diversidad y el extremo refinamiento de sus expresiones artísticas como por el exotismo y los misterios que no deja de suscitar, debido a la amplitud de sus preocupaciones religiosas. Además, la majestuosidad de sus templos y santuarios sigue sin haber sido igualada por tanto como se impregnó la arquitectura de suntuosa religiosidad.

Las grandes civilizaciones antiguas que presentamos aquí –Mesopotamia, Egipto y Grecia– confinan con el balbuceo de la historia propiamente dicha y, paradójicamente, alcanzan el apogeo del desarrollo cultural, tanto en el ámbito de las artes y las técnicas como en el de la urbanización y los conceptos correspondientes a la ciudad-Estado (la polis, en los griegos). El nacimiento de la escritura y, más tarde, de la filosofía, en Grecia, jalona la sorprendente epopeya de esta grandeza pasada.

Mientras que el Neolítico de Oriente Próximo ve cómo la agricultura sucede a la caza y la organización de las tribus se convierte por consiguiente en sedentaria, empiezan a brotar algunas civilizaciones, como la de Jericó (del año 6850 al 6770 a. de C.), con su impresionante torre y sus fortificaciones rodeando amplios edificios públicos. Todo ello como preludio de una integración social y una organización económica que la civilización sumeria ilustraría perfectamente más tarde.

Y si la cerámica estaba ausente en Jericó, no fue así en Siria, Tell Ramad y Biblos, donde fueron descubiertas figurillas antropomórficas, del v milenio a. de C. Ya entonces, las culturas de Hacilar y Catal Huyuk (año 7000 a. de C.), en Anatolia, demuestran la existencia del culto a la fertilidad y a los difuntos. Se desprende también de ellas la presencia de la diosa-madre, acompañada en ocasiones por un leopardo y un niño. En el último periodo, cerámicas adornadas con dibujos geométricos hicieron aparición en Hacilar.

Más tarde surgió la cultura de Tell Halaf (cerca de Mosul), que utilizaba el cobre y tenía las mismas preocupaciones religiosas con representaciones de la diosa-madre reinando en la Tierra y la Naturaleza.

La cultura halafiana acabó desapareciendo entre el año 4400 y el 4300 a. de C., mientras que entre el Tigris y el Eufrates se extendía la cultura de Obeid, originaria del Iraq meridional. La civilización sumeria acababa de nacer, ya atestiguada en Uruk (Warka) hacia el año 4325 a. de C. Todas las artes y las técnicas se desarrollaron aquí: metalurgia del cobre (hachas) y del oro (objetos diversos); avance de la agricultura y del comercio; estatuario de mármol, y tendencias no figurativas y estilísticas fuertemente marcadas. Se edificaron templos monumentales, auténticos prototipos de zigurats o «torres de Babel» de la civilización sumeria.

En lo referente al Egipto antiguo, ¡cuántos descubrimientos arqueológicos se llevan a cabo todos los días, sobre todo en su cuna, en la orilla occidental del Nilo…! Una o varias culturas prefaraónicas serían las originarias del «milagro egipcio» que consagraría al rey Narmer como unificador de las «dos tierras» (el Alto y el Bajo Egipto).

El reciente descubrimiento de que las tres pirámides de la llanura de Gizeh – Keops, Kefrén y Micerinos– siguen la misma alineación que las tres estrellas del «cinturón de Orión» aumenta nuestro asombro, ya que subraya la insistencia de los antiguos en proyectar el cielo en la Tierra, y viceversa. ¿Se trataba acaso de una especie de trampolín que permitiera al alma del faraón llegar a las estrellas? ¡Lo cierto es que el arte cinematográfico contemporáneo no se ha resistido a plasmar esta ficción en la película Star Gate! ¿Seguirán frecuentando nuestra imaginación estas grandes civilizaciones desaparecidas?

¿Cómo esperar evocar estas civilizaciones, convertidas en mortales – según la palabra utilizada por Paul Valéry–, sin esforzarse en penetrar en sus preocupaciones religiosas? El gran historiador hermeneuta Mircea Eliade[1] tenía razón al afirmar que «se podría decir que, desde el Neolítico hasta la Edad de Hierro, la historia de las ideas y de las creencias religiosas se confunde con la historia de la civilización. Cada descubrimiento tecnológico, cada innovación económica y social es, según parece, “redoblada” por un significado y un valor religioso…».

1

Mircea Eliade, Histoire des croyances et des idées religieuses, t. 1, ed. Payot, París (edición en castellano: Historia de las creencias religiosas, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2004).

El gran libro de las civilizaciones antiguas

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