Читать книгу Temas judíos en el Nuevo Testamento - Paul Morris - Страница 10
ОглавлениеCAPÍTULO 2
Su pueblo
“Seré a vosotros por Dios, y vosotros me seréis por pueblo” es la declaración que mejor resume lo que es para un pueblo tener una relación pactada con Yahveh. Se usa en el Antiguo Testamento para describir la relación de Israel con Dios (Jer 7:23), y en el Nuevo Testamento Pedro usa palabras similares cuando habla de la iglesia (1Pe 2:9-10). Esto indica que Dios ha adquirido un compromiso y sitúa a las personas en una posición de bendición y de obligación. Al comienzo de Romanos 11, describiendo la relación de los judíos con el Señor en la era del Nuevo Testamento, el apóstol Pablo los llama “su pueblo” (Ro 11:1). Dios sigue comprometido con ellos, dispuesto a bendecirlos, y ellos todavía le deben obediencia.
Puede parecernos raro, y sobre todo para quienes tenemos una mente sistemática, pero eso quiere decir que hay dos grupos en el mundo de hoy que llevan el nombre de “pueblo de Dios”: los judíos y la iglesia. Sencillamente, la naturaleza de sus relaciones pactadas es distinta, pero está claro que ambos tienen una relación sea cual sea su clase. Si nos detenemos a pensarlo, llegaremos a la conclusión de que tal cosa es inevitable debido a la naturaleza del evangelio, porque es el cumplimiento de las promesas que Dios hizo a Israel como pueblo suyo. Mientras Dios esté salvando a judíos y gentiles –y sabemos que así será hasta el fin del mundo– para Israel, el evangelio es una promesa cumplida. Siguen siendo su pueblo de la promesa y continuará siempre salvando a mucho de ellos. Pero, como es natural, esos judíos y gentiles que creen vienen a ser parte de un nuevo cuerpo, la iglesia de Jesucristo, que es el pueblo del nuevo pacto con Dios. No hay otro camino para los judíos, no hay un plan diferente, el objetivo es ser parte del cuerpo del Mesías y esperar de nuevo su venida en gloria. El punto de llegada es el mismo, pero el punto de partida es diferente, lo que quiere decir que los judíos tienen que arrepentirse y creer que las promesas que Dios les hizo se han cumplido en Jesús. Veremos con más detalle la conexión que hay entre los judíos y la iglesia en la 4ª parte de este libro, pero en relación con esto podemos decir que, en lo que respecta a la relación de la humanidad con Dios, esta se divide en tres grupos, como en otro lugar escribe Pablo en relación con la comida ofrecida a los ídolos: “No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” (1Co 10:32). Los cristianos tendemos a ver el mundo según dos categorías principales, la iglesia y el mundo, lo cual, si tenemos en cuenta a Pablo, es claramente simplificar demasiado. Una consecuencia de ello es que para muchos cristianos los judíos simplemente no aparecen en su radar, y al Antiguo Testamento parecen darle poca importancia porque tienen el Nuevo. Es una pena que las cosas sean así.
Pero, ¿cuál es la relación pactada entre Dios e Israel ahora? Si se abolió el pacto mosaico, ¿qué queda? (Jer 31:32-33; Heb 8:13). En Romanos 11, Pablo escribe: “son amados por causa de los padres” (v. 28). No solo nos dice que la actitud fundamental del Señor hacia Israel es de amor, sino que, además, responde a nuestra pregunta. Debido a su relación con Abraham, Isaac y Jacob, por las promesas que les hizo, y a pesar de su incredulidad, el Señor sigue comprometido con los judíos. No han sido tirados a la papelera de la historia. Él permanece fiel. Pocos padres y madres se negarán a visitar a un hijo que ha sido metido en la cárcel por un delito grave, a pesar de la vergüenza y el dolor que sientan. ¿Cómo no va a permanecer fiel el Señor a los judíos?
Ahora me doy cuenta de que volver a referirme al pacto abrahámico plantea algunas preguntas difíciles. Podría parecer que ignoro todo lo acontecido a partir de aquel pacto. ¿Acaso trato de retrasar el reloj y decir que todo continúa como cuando el Señor hizo por primera vez aquel pacto con Abraham? Claro que no. Pero el hecho de que Pablo hable de Abraham en Romanos 11:28 indica que existe un lugar donde buscar la manera de entender cómo el Señor trata con los judíos hoy. El Señor hizo siete promesas a Abraham cuando le habló por primera vez (Gn 12:1-3). Cómo entender su fidelidad con respecto a estas promesas en la actualidad es el verdadero tema de este libro.
Una conclusión equivocada
Muchos llegan a la conclusión de que, puesto que los judíos siguen siendo el pueblo de Dios, algún día se les devolverá instantáneamente todo cuanto perdieron por causa de su incredulidad. Esperan que el orden mosaico de las cosas sea restaurado, incluidos el templo, el sacerdocio y el reino, ignorando de alguna manera el desarrollo de los propósitos de Dios a través del nuevo pacto. El libro de Hebreos fue escrito para que los creyentes judíos perdieran tales esperanzas, y el mismo efecto debería producirse en los creyentes no judíos. En Hebreos 10:1, se dice que las estipulaciones del pacto mosaico son como “la sombra de los bienes venideros”, seguidas en el versículo 9 por la declaración: “quita lo primero para establecer lo segundo”. El objetivo general de Hebreos es resaltar que estamos en los últimos días del trato de Dios con la humanidad (Heb 1:1-2), que el nuevo pacto es a través de su Hijo, y que no debemos esperar más cambios antes del regreso del Hijo —y desde luego nada que huela a un retorno al antiguo estatuto del pacto mosaico.
Me parece que esta expectativa de un retorno a alguna forma de judaísmo ha provocado una reacción contraria que lleva al otro extremo y, a concluir, que la incredulidad de los judíos significa que, como nación, han perdido todo lo que una vez tuvieron. Es decir, que Dios ya no trata más con los judíos como pueblo; simplemente no figuran en el escenario. Se trata de una grave y exagerada reacción. No nos debe sorprender que algunos creyentes judíos respondan de manera tan exagerada a un fenómeno cristiano gentil que creo tiene todas las características típicas de esa arrogancia frente a las ramas naturales que Pablo denuncia en Romanos 11:18-19.
Los judíos no son judíos, los cristianos sí
Hay quienes llegan a decir que aquellos a quienes llamamos judíos en realidad no son judíos en absoluto. Suelen referirse a Romanos 2:25-9, donde Pablo escribe: “No es judío el que lo es exteriormente, ni es circuncisión la que se hace exteriormente en la carne”, y concluyen que los cristianos son los únicos judíos verdaderos y que los judíos que no creen, no son judíos en absoluto. Pero tal interpretación del pasaje es errónea. Es verdad que Pablo dice que los gentiles no circuncidados, que tienen lo realmente importante, han de ser vistos por los judíos como realmente circuncidados, pero lo que realmente pretende es despertar a judíos no salvos y que se justifican a sí mismos espiritualmente. En este pasaje, no se dirige a los gentiles convertidos para decirles que son judíos y que los judíos que no creen no lo son. Viéndolo desde una perspectiva eterna, si los judíos que no creen continúan en ese estado, lo perderán todo, todos los privilegios de ser judíos; esa es la advertencia. Pablo quiere provocarlos para lograr su propósito. Su propósito no es privar a los judíos que no creen de su carácter de judíos, porque en el mismo versículo que sigue (3:1) usa el término “judío” para referirse a los judíos en general a lo largo de la historia, creyentes y no creyentes. Y vemos que utiliza el mismo lenguaje más adelante en Romanos: “¿Qué, pues? Lo que buscaba Israel, no lo ha alcanzado; pero los escogidos sí lo han alcanzado, y los demás fueron endurecidos” (Ro 11:7). Aquí Pablo usa a Israel para referirse tanto a los que creen como a los no creen; él no pretende que los que creen dejen de ser Israel. Incluso me he encontrado con quien dice, basándose en Romanos 2:25–9, que los judíos que no eran judíos en su interior en el período del Antiguo Testamento no eran en absoluto judíos. Supongo que es el resultado lógico de malinterpretar a Pablo. Si así fuera, entonces los profetas se equivocaron al acusarlos de no cumplir con sus obligaciones del pacto, y Dios fue tremendamente injusto por castigarlos por ese fracaso si, en realidad, nunca estuvieron en el pacto, al no ser en absoluto judíos.
Hay que resaltar que el objetivo de Pablo en Romanos 2:25-9 no es centrarse en la nueva situación de los creyentes no judíos. Él hace eso en Gálatas 3:7 y 3:29, donde habla de ellos según su relación con Abraham. Cuando el propósito de Pablo es ocuparse de la nueva situación espiritual de los creyentes gentiles, no usa el término “judío”, lo que causaría confusión. Prefiere usar la expresión “hijos de Abraham”, “herederos de la promesa”, “parientes”. Ciertamente, si un no judío da testimonio a alguien que es judío, y se identifica también como judío, lo confundirá y lo ofenderá, mientras un término como “hijo de Abraham por fe” no lo hará. Los judíos están acostumbrados a ser tratados como si no fueran personas, y que un cristiano diga ser judío les huele mal.
Me parece interesante que, en todo cuanto he leído de quienes dicen que los judíos que no creen ya no son judíos, nunca he leído que le hayan asignado un nuevo nombre. Me da la impresión de que tales cristianos se preocupan muy poco de los judíos como pueblo; simplemente no están en su radar. De esta manera no consiguen reflejar la imagen de Dios al que dicen servir.
Hay quienes llevan esta línea de pensamiento al extremo de decir que quienes se autodenominan judíos hoy en realidad no pueden reclamar ser descendientes de los judíos bíblicos. Afirman que, debido a tantos matrimonios mixtos y a un conocido caso de conversión en masa al judaísmo,5 los descendientes de los patriarcas simplemente han desaparecido de la historia. Por tanto, quienes hoy en día se autodenominan “judíos” no pueden reclamar esas promesas como suyas. Yo les respondería lo siguiente: toda la argumentación de Pablo en Romanos 11 presupone la existencia continuada de los judíos como el pueblo de las promesas, recalcado por una de las declaraciones finales del capítulo, “porque los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables” (Ro 11:29). Como nación, todavía tienen un llamado de Dios y su incredulidad no lo niega, como tampoco nuestros fallos niegan el nuestro.
“Teología del reemplazo”
Si no sabes lo que es la “teología del reemplazo”, esta es sin duda una buena ocasión para presentarla. Es un término creado para expresar la opinión de que los judíos, como pueblo, ya no figuran en los propósitos de salvación de Dios. Este punto de vista no niega que los judíos puedan ser salvos individualmente, pero entiende que la nación judía no figura ya en los propósitos de Dios, y que cualquier estado especial que alguna vez hubieran tenido se perdió debido a su incredulidad. Este punto de vista cree que Dios ha cumplido las promesas que les hizo, y que la iglesia de Jesús el Mesías ha reemplazado a Israel; de ahí la expresión “teología del reemplazo”. No es un tema fácil de tratar, así que espero que seas paciente mientras trato de explicar mi punto de vista.
La “teología del reemplazo” fue elaborada por cristianos que prevén que el gran final de la historia es el regreso de Jesús para establecer un reino terrestre y milenario en la tierra de Israel, con su trono en Jerusalén y con alguna forma de restauración de las instituciones mosaicas (generalmente llamado premilenarismo). Obviamente, este punto de vista considera a los judíos como parte muy importante de los propósitos de Dios.
Algunos de los que tienen esta esperanza milenaria han sacado las cosas de quicio y enseñan que ese reino terrenal fue siempre el plan principal de Dios, y no la iglesia que vemos hoy (visión conocida como dispensacionalismo); es decir, que su intención era establecerlo como el clímax del ministerio terrenal de Jesús. Tal punto de vista no considera a la iglesia, tal como la conocemos hoy, como parte del plan original de Dios, por lo que hablar de la iglesia como la cumbre del plan de redención de Dios implicaría reemplazar a Israel de su posición central.
La desafortunada consecuencia de emplear el término “teología del reemplazo” es que los cristianos que no esperan un reino milenario terrenal son inmediatamente tildados como los del “reemplazo”, siendo rápidamente rechazados por no amar a Israel, aunque crean que Israel sigue siendo el pueblo del pacto y la promesa, y esperen una futura adhesión de los judíos al Mesías por causa del pacto y la promesa de Dios. Yo soy uno de ellos y hay muchos más como yo, y se nos estigmatiza simplemente porque no somos premilenaristas. Pero me molesta que me clasifiquen con aquellos que creen que Dios ha desechado a Israel simplemente porque no soy premilenarista.
Para complicar aún más las cosas, a algunos de los que creen como yo, les encanta usar la “teología del reemplazo” para explicar que Israel no conserva su posición de pueblo de Dios. El resultado es que la misma expresión “teología del reemplazo” se utiliza para identificar dos puntos de vista diferentes. Una opinión habla de “reemplazo” porque rechaza a Israel como pueblo de Dios; la otra habla de “reemplazo” porque también rechaza el premilenarismo. La confusión está servida y, por eso, no la uso.
¿Hay entonces una expresión mejor que podamos utilizar en caso de tener que referirnos a la opinión de quienes no estamos de acuerdo con la enseñanza de que Israel mantiene un pacto con el Señor? Sugiero dos posibilidades: teología de la exclusión o teología de la arrogancia. La de la exclusión no es la mejor porque da a entender que se excluye a los judíos de la salvación, cosa que nadie en este debate sostiene, a pesar de que hay quienes en realidad los están excluyendo de la posición del pacto. El término es mejor que el de reemplazo, porque todos cuantos creen que los judíos mantienen la posición del pacto pueden usarlo y sin estigmatizarse mutuamente. Sin embargo, prefiero la expresión teología de la arrogancia porque recoge la terminología de Pablo al ir contra esa idea errónea (Ro 11:18-19), y se dirige tanto al corazón como a la mente de la persona.
Pero todo lo anterior tiene que ver con palabras que se usan para describir una opinión contraria. ¿Qué término usamos para expresar lo que creemos? Hablaremos de esto más adelante, cuando consideremos la metáfora del olivo de Romanos 11, donde se resalta el injerto, aunque seguramente, el término del Nuevo Testamento es cumplimiento. La creación de la iglesia del nuevo pacto compuesta por judíos y gentiles es el cumplimiento de las promesas de Dios a Israel bajo el antiguo pacto. De no ser así, los escritores del Nuevo Testamento simplemente no habrían podido emplear la terminología del Antiguo Testamento para describir las realidades del Nuevo Testamento.6 O, mejor aún, el infinitivo cumplir, que subraya que se trata de una obra de Dios en fase de realización en la actualidad. Es un término que no deja el más mínimo lugar a la idea de que los judíos han perdido su posición como pueblo de la promesa, porque subraya que las promesas hechas a Israel todavía se están cumpliendo en la obra del evangelio hoy, en particular mediante la salvación de los judíos que creen. Es un término que también mantiene la puerta abierta a mayores posibilidades futuras mediante un nuevo impulso de la obra del Espíritu de Dios en Israel.
Preguntas:
1.¿En qué sentido Israel sigue siendo el pueblo de Dios?
2.¿Es judío un cristiano gentil?
3.¿Cuáles son los pros y los contras de la expresión “teología del reemplazo”?
5.En su libro The Thirteenth Tribe (La tribu número trece), Arthur Koestler, autor judío secular, dice que la conversión al judaísmo a mediados del siglo VIII de la nación jázara, un pueblo de origen turco que vivía en la región entre el mar Negro y el mar Caspio, significó que la mayoría de los judíos europeos dejaron de ser semíticos al unirse en matrimonio los jázaros con sus descendientes semíticos. Su conclusión es que los judíos de hoy han de aceptar esta realidad, dejar de fingir que son diferentes, asimilarse y terminar con el antisemitismo. Su argumento está lleno de conjeturas, ya que hay pocas evidencias de lo que les sucedió a los jázaros después de que su imperio fuera debilitado por los rusos alrededor del año 1000 d.C. y destruido por Genghis Khan a mediados del siglo XIII. Koestler supone que los supervivientes huyeron en masa hacia el oeste, se mantuvieron fieles al judaísmo y aumentaron masivamente el número de judíos de Europa del Este. Es mucho suponer, y su talón de Aquiles es la falta de palabras prestadas del turco en yiddish, el idioma de la judería de Europa del Este, que es esencialmente un dialecto del medio este alemán mezclado con elementos hebreos y eslavos. Además, podríamos contestarle a Koestler: “Bueno, y qué”. El pertenecer a la nación judía siempre se ha otorgado a los conversos al judaísmo, y como los jázaros lo eran, entonces eran judíos”.
6.Ef 2:19-22; 1Pe 2:4-5 (hay quien enseña que 1 Pedro fue escrita solo para los judíos cristianos, pero 2Pe 3:1 deja claro que la segunda epístola fue escrita para la misma audiencia que la primera, y esta segunda epístola está claramente dirigida a todos los cristianos. Ver 2Pe 1:1).