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CAPÍTULO 6

La incredulidad de Israel

¿Cuántas veces has pensado, “sí, pero…” en relación con la forma de obrar de Dios? Pero parece que los hechos llevan a otra conclusión. O, de pronto aparece otra verdad que contradice lo dicho anteriormente. En este punto del libro adelanto un “sí, pero…”. Sé que alguien dirá: “Sí, ya veo que la Biblia tiene mucho que decir sobre el amor de Yahveh hacia los judíos, pero, ¿por qué son tan pocos los que creen? Y, ¿por qué han sufrido tanto?”. Estas preguntas no son nuevas. Lo que Pablo escribe en Romanos 9 y 10 indica que ese tipo de preguntas él ya las conocía. La nota triunfante al final de su exposición del evangelio en Romanos 1 al 8 las sugiere. Exclama con gozo que nada “nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor” (Ro 8:39), lo que plantea la pregunta: “fíjate en Israel; si Dios no ha conseguido preservarlos, ¿no podrá ocurrir lo mismo con los cristianos hoy? Pablo sabía que había llegado el momento de enfrentarse a la dificultad.

La elección

La respuesta de Pablo comienza con Dios y la inmutabilidad de sus promesas. Sin embargo, no va directo al grano, sino que comienza expresando su dolor por la pérdida de Israel. A mi parecer, comienza hablando de sus sentimientos más profundos porque sabía que tenía que decir algunas cosas duras acerca de Israel, y quería dejar claro que su actitud no era de superioridad. No se siente superior a un vencido dañino, sino que se lamenta por la pérdida de sus queridos compatriotas.

Pablo comienza con la elección soberana de Dios. Respondiendo a la idea de que la palabra de Dios, donde están sus pactos y promesas, pareciera ineficaz porque muchos en Israel sigan siendo incrédulos, simplemente declara: “no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni por ser descendientes de Abraham, son todos hijos; sino que: «En Isaac te será llamada descendencia»” (Ro 9:6-7). Lo que dice Pablo es que, así como Dios eligió entre los descendientes físicos, la simiente de Abraham (Isaac fue elegido e Ismael no), y entre Jacob y Esaú, del mismo modo ha elegido entre los descendientes físicos de Jacob (Israel). Podemos parafrasearlo mejor: “no todo Israel es parte de Israel”, ya que “no todos los que descienden de Jacob son príncipes con Dios”.12 Esta idea del primer Israel, según la expresa Pablo, hace que nos centremos en su carácter espiritual, que es de lo que habla Pablo aquí.

Estos son los elegidos. El primer uso que Pablo hace de la terminología de la elección en este pasaje es: “que el propósito de Dios conforme a la elección permaneciese, no en virtud de obras, sino de Aquel que llama” (Ro 9:11), y su designio está claro, subrayar que la elección de Dios no se basa en nada propio de ellos, sino en su propia voluntad inescrutable y soberana. En caso de que haya alguna duda de que esto es lo que él está enseñando, solo tenemos que mirar la dificultad anticipada en el versículo 14: “¿Acaso hay injusticia en Dios?”. Una pregunta así solo se hace si hay algo que parece injusto, y la enseñanza de la elección incondicional suele provocar tal respuesta. En Romanos 11, Pablo enseña la misma verdad de la elección de Dios entre la nación judía cuando describe a los judíos creyentes de su época como “un remanente conforme a la elección de la gracia” (Ro 11:5). Por gracia, el Señor los eligió y, por tanto, creyeron y permanecieron fieles.

Por muy misterioso que nos parezca, esa es la explicación de por qué muchos judíos siguen siendo incrédulos. Dios no los ha elegido a todos para ser salvos. Podemos pensar que Dios, después de haber pasado tantos años preparando a un pueblo para recibir al Mesías venidero, se aseguraría de que la mayoría de ellos creyeran en él, y que luego llevaran las buenas nuevas al mundo; pero nos equivocaríamos, pues sus caminos no son nuestros caminos. La única cosa que podemos hacer es maravillarnos e inclinarnos ante él en humilde adoración.

A algunos no les gusta esta enseñanza y les cuesta aceptarla, pero si nos interesamos por la salvación de los judíos, es una enseñanza esperanzadora, porque si Dios no hubiera elegido a algunos para salvación, nadie sería salvo. Las palabras: “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia” (Ro 9:15), nos recuerdan que estamos irremisiblemente perdidos por causa del pecado, y dependemos absolutamente de la misericordia del Señor, así como los escaladores dependen totalmente de su cordada si resbalan. Las palabras de Isaías lo expresan con más contundencia: “Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera dejado descendencia, habríamos venido a ser como Sodoma, y seríamos semejantes a Gomorra” (Ro 9:29). El designio de Dios de que algunos crean es el propósito de la elección, y quiénes son ellos, lo que hace que la ruina no sea total.

¿De qué otra manera podemos estar seguros de una gran vuelta de los judíos al Mesías? Si esa esperanza futura para Israel dependiera en última instancia de su capacidad de respuesta, no habría garantía alguna de que algo así pueda suceder.

Responsable

La explicación que da Pablo de la incredulidad judía no se limita a la elección soberana de Dios; también cuenta la responsabilidad humana. ¿Cuál es la responsabilidad de los judíos en el asunto? ¿Han hecho una elección culposa de manera consciente? Si los judíos son castigados por su falta de fe, ¿es por no haber sido elegidos o por su incredulidad? No puede haber castigo sin culpa, ni culpa sin pecado, y Pablo deja muy claro que el rechazo de Israel a Jesús los convierte en “un pueblo desobediente y contradictor” (Ro 10:21). Hubo pecado en el campamento, y el pecado fue que “procuraron establecer su propia justicia” (Ro 10:3). Lo cual no quiere decir que todos los judíos trataran con todas sus fuerzas de lograr dicha justicia por medio de su religión, pero cuando se consideran las razones del rechazo de Jesús, algunas de ellas resaltan como fundamentales, como la declaración de Jesús haciéndose igual a Dios, y la de Pablo, acerca de establecer su propia justicia. Hoy, se trate de un judío que practique el judaísmo o no, la influencia de la afirmación del judaísmo de que es posible cumplir con la justicia forma parte de la mentalidad de todos los judíos. No recuerdo haber conocido a ningún judío que no se considere aceptable ante Dios por ser buena persona. Esto no significa que ignoren el pecado, sino que sobrevaloran sus buenas obras, especialmente el arrepentimiento. Hay una historia que cuenta la tradición rabínica sobre cómo un conocido judío muy pecador se convirtió durante un período de profundo arrepentimiento, haciéndose patente que “su arrepentimiento fue tan profundo que en pocas horas los pecados de toda una vida fueron limpiados”. Una idea así no es la forma en que Dios nos limpia del pecado. Jesús el Mesías vino a hacer todo lo necesario para que el pecado sea perdonado y para proporcionar a los pecadores la justicia de Dios. Tal era el objetivo global de la ley revelada a Israel, pero se entendió mal. Cometieron el error de creer que la obediencia legalista a la ley, lo que Pablo llama las obras de la ley, era el camino que lleva a la justicia delante de Dios, siendo esta un regalo a recibir por fe. Así era incluso en el tiempo cuando se vivía bajo la ley, como explica Pablo en Romanos 9:31 a 32: Mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. ¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley”. La justicia siempre fue un regalo que se recibía por fe.

Se podía vivir en obediencia a Dios bajo la ley de Moisés sin ser legalista, viviendo en humilde gratitud por su bondad, confiando en la provisión de su perdón por medio del sacrificio, y conscientes del don de la justicia para quienes creían. En principio, Pablo lo demuestra en Romanos 10:5-8, al explicar lo que dice Moisés en Levítico 18:5 y Deuteronomio 30:12-14, dando la aplicación del Nuevo Testamento en el versículo 9. Quien entiende el mensaje de la ley, ha de acabar dándose cuenta de que no hay esperanza. Moisés lo predijo y aseguró a Israel que no era algo insuperable, como pensaban. No les dio a entender que podrían lograrlo esforzándose lo suficiente; lo que quería que vieran es que, si el corazón era receptivo a todo lo que la ley decía acerca de su pecado, y la misericordia ofrecida por medio de los sacrificios, y si estaban dispuestos a confesarlo, podían también estar seguros de la misericordia y el perdón de Dios. Eso era depender de Dios y no de sí mismos. Esa era la palabra de fe. En el tiempo del Nuevo Testamento esto se expresa por la fe en el Señor Jesús, especialmente por haber sido resucitado de la muerte por Dios.

En tiempos de Jesús había israelitas que entendían bien a Moisés, personas como Zacarías, Ana y Simeón, sobre quienes leemos en los primeros capítulos de Lucas. Su fe y humildad relucen en sus páginas. No me cabe duda de que, al entender el mensaje de Jesús, lo aceptaron como totalmente coincidente con la fe que ya tenían. Para muchos otros, cuando oyeron el mensaje del evangelio, comprendieron por primera vez que no había esperanza en su pecado y vieron la provisión de justicia en Jesús. Creyeron y fueron perdonados. Pero la mayoría en Israel creyó otra cosa y siguió, de uno u otro modo, acercándose a Dios por medio de su justicia propia. Eran plenamente responsables de lo que pensaban y hacían. Los rabinos aún enseñan esta forma de justicia, y las consecuencias para la mayoría de Israel han sido desastrosas.

Reflexiones

1.Otras explicaciones

Sé que para muchos cristianos la enseñanza de la elección de Dios para salvación es difícil de aceptar. Reconocen contentos que Dios es soberano sobre todas las cosas, pero les cuesta trabajo aceptar una enseñanza que parece implicar que los seres humanos no son libres, una especie de fatalismo. Pero no veo que esos cristianos tengan problemas con la forma de elegir Dios a Israel. Aceptan que Dios eligiera a Abraham, Isaac y Jacob, y que al hacerlo no escogiera a otros individuos y a otras naciones del mundo, pero les cuesta aceptar que él actúa de la misma manera cuando una persona se convierte a Cristo. Una cosa depende de la otra.

2.Implicaciones importantes

Hemos de reconocer que rechazar esta verdad de la elección tiene implicaciones importantes. La primera es que hace que los judíos sean más impíos que los demás; implicación que llenará de satisfacción a los antisemitas. Lo que quiero decir es que, si no hay elección incondicional de Dios, la responsabilidad humana es el factor clave. Siendo así, y teniendo en cuenta que los judíos han recibido más privilegios que otros, pero persisten en su incredulidad, de algún modo han de ser mucho peores que los demás. Pero una conclusión así no podemos aceptarla.

La segunda implicación es que los misioneros que trabajan entre los judíos han de ser bastante incompetentes en su labor si los comparamos con otros misioneros, ya que, comparativamente, ven tan poco fruto. Para evitar llegar a este tipo de conclusiones hay a quienes les gusta subrayar que lo que hace especialmente difícil que los judíos consideren a Jesús es el antisemitismo “cristiano”. No dudo que la persecución de los judíos en nombre de Jesús haya tenido efectos desastrosos, pero el rechazo de Jesús el Mesías y de los apóstoles por parte de la mayoría de la nación y de sus dirigentes comenzó mucho antes que un fenómeno como el antisemitismo “cristiano”.

3.Hay que seguir dando testimonio

¡Dios ha garantizado que el evangelio dará fruto entre los judíos! Pablo enseña en Romanos 11, que siempre habrá quienes se salven por la elección de la gracia de Dios (Ro 11:5). No sé si tal promesa existe para alguna otra nación. El testimonio al pueblo judío está plagado de dificultades, pero Dios nos anima a perseverar asegurándonos que el trabajo dará su fruto.

4.Reprimir la frustración

La resistencia al evangelio por parte de los judíos suele ser muy firme. El hecho de que partamos del mismo libro y lleguemos a conclusiones radicalmente diferentes puede producir enfado y frustración. El que alguien tan valioso para nosotros (Jesús) sea rechazado o incluso ridiculizado nos ofende. Esto puede suceder año tras año en nuestros encuentros con vecinos o compañeros de trabajo judíos. La tentación es olvidarnos de ellos como casos perdidos. La doctrina de la elección nos recuerda que estamos en las manos de Dios y que cuando él elige, todo puede cambiar en un momento.

5.¿Elección y apologética?

No hay duda de que hay que presentar el evangelio a los judíos advirtiéndoles de que tienen la responsabilidad de creer en él, teniendo a veces nosotros que echar mano de la apologética para responder a las objeciones y dificultades; pero, ¿debemos mencionar la elección como razón de la incredulidad judía? Jesús es nuestro ejemplo en esto, como cuando habla de sus ovejas en Juan 10:26, diciéndoles a sus oponentes: “vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas”. Pienso que se trataba de una hipérbole destinada a alarmar a aquellos que habían determinado rechazarlo. Más adelante, en el mismo encuentro, Jesús les dice: “aunque no me creáis a mí, creed a las obras”, lo que demuestra que todavía había esperanza. Muchas veces he oído a judíos decir: “Jesús no puede ser el Mesías dado que la mayoría de los judíos no creen en él”, como si el factor clave fuera su sabiduría. Puede que venga bien destacar el factor de la elección de Dios. Esperemos que esto haga mella en su autoconfianza y les haga buscar humildemente a Dios.

6.Su incredulidad es grande

El hincapié de Pablo en la elección, le hace dulcificar sus comentarios sobre la responsabilidad de creer. No eran ignorantes; más bien habla de ellos como desobedientes y contrarios. Hoy ocurre igual. Si un judío no se convierte a Jesús, vendrá el día cuando se dé cuenta de su gran pérdida y de que la culpa es solo de él. Esto debería mover a los cristianos a enfrentar al pueblo jud ío con el peligro de tratar de establecer su propia justicia y rechazar el Mesías, a la vez que los anima dejándoles saber que los brazos de Dios están abiertos de par en par.

Preguntas:

1.¿Cómo explica Pablo la incredulidad de Israel?

2.¿Cómo apoya la verdad de la elección de Dios y la responsabilidad humana nuestro testimonio del evangelio?

3.Muchos en Israel creyeron bajo el Antiguo y el Nuevos Pacto. ¿Qué ejemplos usarías para ilustrar la naturaleza de la verdadera fe a un amigo judío?


12.Israel significa “quien ha peleado con Dios” o “gobernante de Dios”. Príncipe con Dios transmite ambos conceptos. En el contexto de Génesis 32:24-32 el nombre habla de un hombre que confía solo en Dios, pero que es fortalecido para Dios por esa misma confianza.

Temas judíos en el Nuevo Testamento

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