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ОглавлениеCAPÍTULO 1
Yahveh, el Dios de Israel
El evangelio es el evangelio de Dios y es para su gloria. Ahí es donde debería comenzar nuestra consideración de los temas judíos. El pueblo de Israel vive, y eso demuestra algo acerca de Dios mismo.
Dios tiene nombre. No es una idea abstracta, sino una persona, y reveló su nombre y todo cuanto significa a los judíos. Su nombre es Yahveh.4 Sé que hay diferentes ideas sobre cómo se debe pronunciar el nombre divino, pero en este libro usaremos “Yahveh”. No es mi intención usar “Yahveh” siempre, cuando “Señor” sería lo normal, ya que puede ser poco común para la mayoría de los lectores, pero lo haré cada vez que aparezca por primera vez en un capítulo para subrayar que Dios tiene un nombre. No hay duda de que el nombre está relacionado con el verbo “ser”. El Dios de Israel declara por su nombre que él es, que él vive. ¡Porque él vive, podemos exclamar ¡Am Yisrael Jai! El pueblo de Israel vive.
Cuando en Romanos 11 el apóstol Pablo analiza más de cerca los propósitos de Dios para con los judíos, comienza planteando la cuestión de su rechazo y si, a causa de ello, están excluidos de los planes futuros de Dios. Su respuesta es enfática: “¡De ninguna manera!” (Ro 11:12). Lo que se subraya aquí es que Yahveh es un Dios fiel. Una vez que entra en una relación de pacto con un pueblo, nunca renegará de ellos, sino que cumplirá todas sus promesas.
Un poco más adelante en ese mismo capítulo, Pablo escribe que Israel es “amado(s) por causa de los padres” (Ro 11:28), refiriéndose a Abraham, Isaac y Jacob. Debido a su fidelidad para con aquellos hombres, Dios ama a los judíos hoy. Lo hace libre e incondicionalmente. El Dios de Israel es un Dios de amor. Como dijo cierto escritor de himnos, el amor de Dios es más amplio que la medida de la mente humana.
Tenemos que estudiar la incredulidad de muchos judíos y los dolorosos acontecimientos de su historia. Pablo explica su dureza de corazón diciendo que Dios les ha dado un espíritu insensible debido a su incredulidad, y el Señor Jesús enseñó que la destrucción de Jerusalén y el sufrimiento del exilio de la tierra fueron “días de retribución” (Lc 19:41-44, 21:20-24). Eso muestra que Yahveh es un Dios de juicio. Es una advertencia para nosotros. Como Pablo escribió a los cristianos que solían jactarse contra los judíos: “No te jactes, sino teme, porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, a ti tampoco te perdonará” (Ro 11:20-21).
En Romanos 9 al 11, el apóstol Pablo aborda la cuestión del trato de Dios para con su pueblo, los judíos, en los días del Mesías, centrándose al principio en el problema de su incredulidad. ¿Se equivocó Dios? ¿Han sido anuladas todas las promesas que les fueron hechas? ¿Son los judíos especialmente perversos? La respuesta de Pablo comienza con Dios, y su explicación básica es que Dios toma decisiones basadas en su sola voluntad. Lo que importa es que Yahveh es soberano. Si las personas creen en el evangelio, no es porque de alguna manera estén más inclinados a hacerlo que otros, sino porque Dios los ha elegido para salvación y les ha dado la gracia de creer. Esto es lo que se dice de los judíos que creen en Jesús llamándoles “un remanente elegido por gracia” (Ro 11:5). Algunos judíos creen debido a la elección soberana de Dios. Tales verdades nos llenan de humildad y recalcan nuestra total dependencia de la gracia de Dios.
Al final de Romanos 11, Pablo reflexiona sobre los propósitos de salvación de Dios para con los gentiles y los judíos, en concreto, de su desobediencia. En su respuesta se maravilla de la sabiduría y el conocimiento de Yahveh (Ro 11:30,33). No podemos adivinar la forma de actuar de Dios, ni le hemos aportado la más mínima idea. En cuanto a revelación, dependemos absolutamente de él.
Al final del mismo pasaje de Romanos, Pablo solo puede gozarse en Dios y declarar: “a él sea la gloria por los siglos. Amén” (Ro 11:36). Dios ha de ser glorificado por todas sus criaturas por todo cuanto hace, pero es especialmente glorificado por la obra misionera: la difusión de su reino en los corazones de hombres y mujeres de todo su mundo. Satanás ha desafiado a Dios, ha tratado de manchar su gloria, pero Dios, a través de su Hijo, de Jesús el Mesías, es quien tiene la última palabra. Los judíos están incluidos en esta batalla. Ver a un pueblo que tiene un pacto con Dios Todopoderoso, pero caracterizado casi totalmente por la incredulidad, agrada sin duda a Satanás, si acaso es esto posible. Pablo nos asegura que la última palabra le pertenece a Dios, y que será glorificado.
4.YHVH son las cuatro letras hebreas del nombre de Dios. La pronunciación Yahveh viene por la forma en que el nombre fue transcrito al griego en la literatura cristiana primitiva. La pronunciación “Jehová” es mucho más tardía (siglo XII) y resulta de combinar las consonantes YHVH con las vocales de la palabra hebrea adonai (mi Señor), siendo esta última la palabra usada por los judíos para sustituir el nombre de Dios cuando leían el texto, ya que el nombre de Dios se consideraba demasiado sagrado para ser pronunciado. Aunque la ortografía Yahveh es la pronunciación más correcta, en inglés se suele usar Yahweh.