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IV. EL NUEVO CONTEXTO: LA DIGITALIZACIÓN COMO BRECHA Y COMO OPORTUNIDAD

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Ningún análisis de realidad, desde marzo de 2020, puede eludir el impacto que la pandemia provocada por la COVID-19 tiene en la vida cotidiana de las personas y los procesos de reproducción social; sus consecuencias, son una de las mayores amenazas globales a la que nos estamos enfrentando actualmente, caracterizadas por las emergencias y las incertidumbres. En la actual situación de pandemia se está evidenciando que la COVID-19 es una “máquina de generar pobreza” pero también ésta poniendo en evidencia las debilidades en la que se encontraban los sistemas de protección social (sanidad, educación, servicios sociales, vivienda, garantía de rentas, vivienda, formación, empleo) derivadas de la crisis anterior y sus políticas neoliberales (Pastor Seller et al., 2019). La pandemia de la COVID-19 ha puesto en evidencia las catastróficas consecuencias de las políticas de austeridad, los procesos de privatización de los servicios públicos, las debilidades de las propias organizaciones, intervenciones y procedimientos tanto institucionales como profesionales para hacer frente a la actual situación y sus efectos (Barrera-Algarin et al., 2020).

Desde la propagación del coronavirus, se han ido modificado de manera sustancial los servicios, proyectos y prácticas sociales en general y comunitarias en particular ante las restricciones de movilidad y contacto social derivadas de la crisis sanitaria. Las instituciones, organizaciones, movimientos sociales y prácticas comunitarias han cambiado en su metodología de acción, pero también en sus formas, procedimientos, contenidos y fines. En este complejo y dinámico “caos”, observamos la aparición de nuevas iniciativas que pretenden dar respuestas a las “nuevas” situaciones de emergencia social, económica y sanitaria, utilizando de manera intensiva las nuevas tecnologías. En cuanto a las formas, la digitalización de los servicios, proyectos y prácticas han tenido como denominador común facilitar el acceso, uso y disfrute de la ciudadanía a los mismos de manera “online”. Respecto a los contenidos, la pandemia y sus efectos han convulsionado los objetos de intervención y movilización comunitaria (Pastor Seller, 2021). Pero ¿de qué manera el distanciamiento social obligatorio y la nueva dinámica de hiperconexión a las TIC ha afectado el desarrollo de acción colectiva? En este sentido, algunas de las perspectivas teóricas que hemos señalado más arriba pueden aportar luces para responder a la inquietud.

Los aportes que desde los años 70 se vienen realizando desde la Teoría de Movilización de Recursos (Gamson, 1975; McCarthy y Zald, 1977) ponen énfasis en los recursos, y en concreto en el flujo y variación que experimentan estos, como factores explicativos de la emergencia de la acción colectiva. En concreto, el aumento de los recursos con los que cuenta una comunidad reduce los costes de cooperar en la acción colectiva, facilitando que se produzca. Estos recursos pueden ser económicos, relacionales, de información, organizativos; pero destacan las redes de micro-movilización. Respecto a este último se están refiriendo a los vínculos, las relaciones de confianza, los entramados organizativos que permiten a los sujetos acceder a la información, contrastarla, analizar los apoyos con los que cuentan las “causas” y valorar, si esos apoyos superan el umbral de movilización que han establecido.

Desde esta perspectiva teórica, la nueva realidad que nos atraviesa supone una amenaza, en tanto que profundiza el efecto de la ya denunciada “brecha digital” (Castillo de Mesa et al., 2017), pero a la vez amplía de modo exponencial los recursos para quienes han quedo en la ‘orilla’ digital. Mas concretamente la normalización de las TIC en la vida coti-diana de los sujetos, reduce las distancias, pero también disminuye los costes de coordinación, acelera el flujo de información, amplia los vínculos y facilita el contacto favoreciendo que los umbrales de movilización se alcancen (Castillo de Mesa, 2017).

En definitiva, para quienes están del “lado digital de la vida” la acción colectiva ha encontrado nuevos cauces que pudieran facilitar su producción o incluso promoverla. Sin embargo, se han reducido las oportunidades del “lado analógico”; lo que acrecienta el riesgo y profundiza los procesos de exclusión social que afectan de manera diferenciada a personas, pero también a los colectivos y comunidades (Prada, 2020). Este panorama condiciona la intervención social e interpela al Trabajo Social, que debe desarrollar estrategias específicas que contemplen la diversidad de situaciones frente al desafío digital (Castillo de Mesa, 2019).

Trabajo social digital frente a la Covid-19

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