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De regreso a la Argentina
ОглавлениеYo tendría ya seis años cuando lo llamaron a papá para trabajar nuevamente en Argentina, como director de colportaje de la Asociación Argentina Central, en ese entonces con sede en Paraná.
Papá tenía que viajar mucho por su trabajo, así que fuimos a vivir a Puiggari, en la casa de mi abuelita Ida, de modo que al año siguiente yo pude asistir a la escuela primaria Domingo Faustino Sarmiento, que aún pertenece al Centro Educativo de la actual Universidad Adventista del Plata.
Recuerdo con mucho cariño a mi maestra de primer grado. Me parecía muy linda, se llamaba Catalina Fischer. Antes de comenzar las clases nos preguntaba: “¿Qué himno quieren cantar?” Muchas veces contestábamos a coro: “El 200, señorita” (en el Himnario adventista de entonces figuraba con ese número y se titulaba “En la cruz”). Entonces cantábamos con todas nuestras fuerzas:
“Perdido, errante, fui a Jesús, él vio mi condición.
En mi alma derramó su luz, su amor me dio perdón.
Fue primero en la cruz donde yo vi la luz,
y mi carga de pecado dejé; fue allí por fe
do vi a Jesús, y siempre con él feliz seré”.
Hoy, ese himno se titula “Perdido, fui a mi Jesús” y se encuentra bajo el n° 291, en la edición 2009 del Himnario adventista.
Al fin de ese año, papá, ya cansado de tanto viajar para cumplir su responsabilidad como director de colportaje, pidió trabajar como obrero distrital. Accediendo a su pedido nos mandaron a la iglesia de Concordia, Entre Ríos. Allí hice el segundo grado, en la escuela Vélez Sarsfield.
No recuerdo por qué mis padres un día me llevaron al médico. El doctor ordenó un análisis, cuyo resultado indicó que tenía parásitos. Entonces me recetó un purgante y un tratamiento adecuado. Además, el médico aconsejó que me llevaran a vivir en el campo. Así que mis padres se comunicaron con mis tíos Andrés y Marcelina, y al año siguiente viví en Puiggari con ellos y con mis primos José, Juan y Luis. Nuevamente asistí a mi querida escuela adventista Domingo Faustino Sarmiento, donde cursé el tercer grado.