Читать книгу El Sacro Imperio Romano Germánico - Peter H. Wilson - Страница 66

RELIGIÓN Y POLÍTICA IMPERIAL DESPUÉS DE 1555 La preservación del acuerdo de Augsburgo

Оглавление

La Paz de Augsburgo sufrió la misma divergencia de interpretaciones que socavó el acuerdo alcanzado en Espira en 1526, pero sobrevivió mucho más tiempo sin mucho problema. Los católicos consideraban que impedía nuevos ataques contra su Iglesia, mientras que los protestantes estimaban que la protección legal autorizaba la expansión continuada de su nueva religión. Muchos abrazaron de forma abierta el luteranismo y reformaron el clero y la Iglesia de sus territorios según el modelo evangélico. A mediados del siglo XVI, el equilibrio religioso de Alemania estaba completo. En ese momento, el luteranismo había sido adoptado de forma oficial por unos 50 principados y condados y por tres docenas de ciudades imperiales. Entre estas se incluían algunos territorios muy sustanciales, en particular los electorados de Sajonia, Brandeburgo y el Palatinado, así como algunas de las casas principescas más antiguas y de mayor renombre: los ducados ernestinos de Sajonia, todas las ramas de la casa de Hessen, los Hohenzollern de Franconia en Ansbach y en lo que fue conocido como Bayreuth, así como en Wurtemberg, Holstein, Mecklemburgo, Pomerania, Anhalt y la mayoría de condados westfalianos y de la Baja Sajonia.

El catolicismo quedó reducido en Alemania a tan solo tres grandes principados: Baviera, Lorena, que ya era semiautónomo, y Austria, que era, con diferencia, el mayor del imperio. En otros lugares, el catolicismo resistió en los pequeños condados del sudoeste y en dos quintas partes de las ciudades imperiales. Antes bien, dado que las numerosas (pero bastante pequeñas) tierras de la Iglesia quedaron reservadas para los católicos, estos todavía gestionaban unos 200 Estados imperiales, que les proporcionaban una mayoría decisiva en las instituciones comunes del imperio.

Los luteranos no establecieron ninguna organización nacional. En lugar de ello, cada príncipe o consejo ciudadano asumió los poderes antaño ejercidos por un obispo católico en su territorio. En la práctica, tales poderes se confiaban a los consejos eclesiásticos, lo cual expandía de forma considerable el ámbito de la administración territorial e incrementaba su presencia a nivel parroquial. Las autoridades católicas implementaron reformas similares en sus propias tierras, aunque siguieron aceptando la jurisdicción espiritual de sus obispos.

En todas las confesiones, tanto las autoridades seculares como las eclesiásticas siguieron políticas similares de «confesionalización», cuyo objetivo era imponer la religión oficial de su territorio por medio de educación, mejora de la supervisión del clero y «visitaciones» intensivas para sondear las creencias individuales y monitorizar las prácticas religiosas.114 Tales medidas estuvieron lejos de ser efectivas en todas partes. Persistieron la heterodoxia y la disidencia y, a menudo, hubo considerables discrepancias entre conformidad aparente y creencias interiores. Muchas personas optaron por ser pragmáticas y adoptaron las creencias y prácticas que les resultasen más útiles según las circunstancias.115 Aun así, la confesionalización ayudó a preservar el acuerdo de Augsburgo, pues dirigió las energías administrativas al interior de sus propios territorios, en lugar de proyectarlas hacia afuera y embarcarse en actividades que podían causar roces con los territorios vecinos.

Fernando I y su sucesor, Maximiliano II, trabajaron mucho para mantener la paz por medio de buenas relaciones personales con los príncipes más influyentes, pues necesitaban el consenso debido a la amenaza otomana sobre sus posesiones. Es más, los beneficios de la paz pronto fueron evidentes para todos, toda vez que primero Francia y luego los Países Bajos se sumieron, a partir de 1560, en violentas guerras de religión. La mayoría de autores germanos quedó horrorizada por atrocidades como la matanza de San Bartolomé de agosto de 1572 en Francia y recomendó una cultura de contención.116 El imperio, al contrario que en Francia, donde la monarquía fue un participante más en la contienda civil, continuó siendo una estructura legal neutral e interconfesional. Luteranos y católicos podían estar en desacuerdo, pero, por lo general, se abstenían de criticar al imperio, dado que sus derechos y estatus procedían de la legislación imperial. A finales del siglo XVI apareció una fuerte corriente «irénica» que defendía tender puentes entre las confesiones religiosas para preservar la armonía política.117

El Sacro Imperio Romano Germánico

Подняться наверх