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LAS COLUMNAS DE HÉRCULES No más allá de Metz

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En el otoño de 1552, Carlos V pasó tres meses horribles asediando Metz con el mayor ejército que jamás llegó a comandar. Los franceses habían tomado la ciudad cinco meses antes en alianza con los príncipes protestantes que se oponían a la impopular solución de Carlos para la tensión religiosa del imperio. El 31 de julio, los príncipes habían obligado a su hermano menor, Fernando, a aceptar la Paz de Passau y Carlos necesitaba una gran victoria para restituir su prestigio. Pero sufrió su peor derrota. Con sus fuerzas mermadas por enfermedades y deserciones, el 1 de enero de 1553 levantó el asedio de Metz. Este hecho demostró los límites de la autoridad imperial y aceleró el proceso político que culminó dos años más tarde en la Paz de Augsburgo.1

Durante el asedio, los franceses remarcaron tales límites de forma simbólica y se burlaron de Carlos con una imagen de un águila imperial encadenada entre dos pilares con el lema Non Ultra Metas, un ingenioso juego de palabras, pues quería decir «no más allá de Metz» pero también «sin pasar de los límites» pues Metas significa a la vez «Metz» y «límites». El escudo ridiculizaba el motivo inventado en 1516 con ocasión del ascenso al trono de España de Carlos, que utilizaba ideas ya expresadas por Dante. Según la antigua leyenda, Hércules había marcado los límites del mundo conocido emplazando sendos pilares a uno y otro lado del estrecho de Gibraltar. Las pseudogenealogías de los apologistas de los Habsburgo afirmaban que Carlos era descendiente directo de Hércules, entre otros nobles héroes. En 1519 se añadió a la divisa de los dos pilares el lema Plus Ultra («más allá») para simbolizar a un tiempo la idea tradicional de imperio que abarca toda la civilización cristiana y la nueva idea de España, que, en aquella época, estaba conquistando su imperium del Nuevo Mundo en México y Perú (vid. Lámina 10).

Resultaba obvio, incluso en el momento en que esta enseña era diseñada, que el mundo conocido se dividía en numerosos Estados separados. Lo que no estaba claro era hasta qué punto cada uno era independiente y si debían interactuar como iguales. Tales cuestiones estaban presentes desde la fundación del imperio, pero nunca se desarrollaron lo suficiente como para dejar sin sentido las pretensiones imperiales, o para socavar la autoridad del emperador dentro de sus propios territorios.

El Sacro Imperio Romano Germánico

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