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Verano de 1989

La Dolores – nombre pseudo cariñoso con el que encolerizo ocasionalmente a mi madre – había puesto todo el empeño para que su hijo se sacase el Graduado Escolar. Viuda desde hacía año y medio tras un trágico accidente laboral sufrido por mi padre, Jesús – en realidad, el nombre oficial del DNI era Jesús Gil, pero, obviamente, este dato era tomado por la inmensa mayoría como cachondeo –, la Dolores no había reparado en esfuerzos para que Pedro y Vanessa tuviesen las mismas oportunidades que el resto de los jóvenes de su edad; tanto en lo educativo como en lo social. Su pensión y su trabajo como asistenta de hogar le habían permitido sufragar aquellos caprichos que estos dos preadolescentes le habían exigido. De igual manera, había hecho lo imposible por dotarles de una educación que ella misma no había tenido.

Ese verano no iba a ser una excepción. Mi hermana, la Vane, había sacado el cuarto curso de EGB con solvencia, como era habitual en ella. Se le presentaba un verano cálido, piscinero y ocioso, como el de la inmensa mayoría de los chavales de su edad. Sin embargo, no iba a ser ese mi duro destino. Una academia preparatoria para exámenes de septiembre se iba a convertir en mi segundo hogar – tal vez el primero, si tenemos en cuenta las horas diarias que iba a pasar allí metido...y sin aire acondicionado, por supuesto –.

Tras un duro – y caluroso – agosto zaragozano, llegaron los exámenes de septiembre. El saco de asignaturas con el que había tenido a bien cargarme ese verano se componía de la friolera de cinco materias, entre ellas, por supuesto, Lengua, Matemáticas e Inglés. Para colmo, debía aprobarlas absolutamente todas, ya que, con una que dejase pendiente, volvería a repetir curso o, como el sistema educativo ochentero establecía, me debería matricular en la FP – Formación Profesional –, opción que, por aquel entonces, tenía la inmerecida fama de estar destinada a aquellos fulanos que no habían tenido el arrojo de superar el Graduado Escolar. Dolido en mi orgullo, me esforcé sobremanera en conseguir, en poco más de un mes estival, lo que no había obtenido en nueve académicos meses. No las tenía todas conmigo, para ser honestos, ya que la vagancia preestablecida durante mi periplo por EGB era un lastre difícil de soltar.

– ¿Has pensado en presentarte al IPE? – me preguntó un día mi madre mientras me miraba inquisitoriamente, en el último intento de evitar lo inevitable.

El IPE – Instituto Politécnico del Ejército – se trataba de una academia militar sita en la localidad zaragozana de Calatayud y en la que ingresaban los adolescentes interesados, mediante examen-oposición, para cursar los tres primeros años de Formación Profesional, ofreciéndoles, además, la posibilidad de continuar la carrera militar a su consecución. Obviamente, todo ello bajo un estricto régimen de internado castrense.

– Quita, quita – contesté esquivamente.

Tras los exámenes de septiembre, contra todo pronóstico, y con la inestimable ayuda de la hasta entonces mi tutora, la Sita Mari Carmen, me llegó la noticia. Tras colgar el vetusto teléfono de rosca del salón, la Dolores, tras una conversación con mi tutora y con un gesto mucho más serio del que debería ilustrar su faz ante una buena nueva de ese calibre, me comunicó la noticia: “al final irás a BUP”. Un hecho que, habida cuenta de la seriedad de mi progenitora, no parecía que se fuese a celebrar en el estupendo parque de atracciones al que ya tenía echado el ojo.

Tiempo después supe que, realmente, había aprobado por mi cuenta cuatro de las cinco asignaturas que tenía pendientes, y que la infamia del Inglés había vuelto a jugarme un “trick”. Sin embargo, la bendita Señorita Mari Carmen, extralimitándose en su función de tutora, luchó hasta la extenuación para que la “teacher” en cuestión, tuviese a bien levantar un poco la nota y convertirla en un hermoso cinco.

Y así, de la manera menos honrosa que se podía esperar, conseguí mi ansiado Graduado Escolar. Graduado que abría las puertas a aquel idílico bachillerato, repleto de mujeres, vinos y rosas...

Benemérito Doctor

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