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Primavera de algún año

Episodio 4

Al pan, pan...

Tarde de sábado en urgencias. El 061, nombre coloquial por el que se conoce al transporte de ambulancia, acude con un paciente víctima de un accidente de tráfico, concretamente, tras caída de motocicleta mientras circulaba en una rotonda.

Mientras se realizan las primeras actuaciones por parte de enfermería – toma de vías, electrocardiograma, extracción analítica básica, etc. –, aprovecho para ir leyendo el informe del personal técnico de la ambulancia. En este, y con una terminología breve y escueta, alguien había garrapateado lo siguiente:

Accidente de moto. Consciente, hemodinámicamente estable. HEMATEMESIS FRANCA.

La hematemesis es un palabro médico que se utiliza para describir la presencia de sangre en el vómito. El adjetivo “franca” que acompañaba al signo médico, indicaba que la sangre que estaba vomitando el accidentado era voluminosa, por lo que se trataba de una emergencia médica. Una hematemesis puede estar causada por diferentes motivos, algunos relativamente leves y otros, en su mayoría, y como podía ser el caso que allí tenía, muy, muy graves. Teniendo en cuenta que se trataba de un accidentado por tráfico, el hecho de que estuviese vomitando sangre indicaba un posible daño orgánico interno, por lo que era menester agilizar el proceso para evitar un fatal desenlace. Había, sin embargo, un factor a favor del paciente, y era el hecho de que, según el técnico de la ambulancia, se encontraba hemodinámicamente estable, por lo que la sangre que presuntamente habría perdido no debería haber afectado todavía a su estado general.

Me apresuré a valorar al paciente una vez que mis compañeras de enfermería hubieron terminado. Lo primero que me llamó la atención del interfecto fue su estado general. Allí se encontraba, tranquilo y reposado, un caballero de unos sesenta y cinco años, que portaba sobre sus manos una bandeja de cartón, de las que se utilizan para recoger vómitos, llena de una sustancia colorada. Me dirigí directamente al paciente para comenzar la anamnesis. Al acercarme tuve la primera sensación. Un olor muy característico desprendía de todo su él.

– Buenas tardes, ¿puede resumirme brevemente qué es lo que le ha pasado?

– Puess no sssé que dessile, dostó – el seseo y la voz gangosa de su presentación alertaron rápidamente a mi córtex frontal – parte del cerebro que se deshinibe con el alcohol –. Cho ssalía de tomá un vermú, cuando he gosido la moto y no m´acuerdo de musso mass...

– Entiendo – le contesté –. Y ahora, en este momento, ¿le duele algo en concreto?

– Ssolo un pogco la cabessa, dostó. ¡Ah!, y mussas ganas de gomitar...

– Pero, llevaba puesto el casco, ¿verdad?

– Pues ssupongo que ssí, gclaro... ssiempre me lo poncgo.

Lo que en un primer lugar fue una sospecha se estaba convirtiendo en una certeza incontestable: el abuelete llevaba un pedal del quince.

– ¿Y qué es lo que ha bebido, si puede saberse?

– Puess unoss cuantoss vinoss...

– Ya, entiendo...

Solicité pues, además de las correspondientes pruebas complementarias, como radiografías o un escáner cerebral, una determinación de alcohol en sangre, dado que, sospechaba, que ya había descubierto el motivo de su hematemesis franca.

Con los resultados de la analítica en la mano, que objetivaban una alta concentración de etanol en sangre, y la clara evidencia del olor que desprendía el simpático abuelete, corregí el informe médico acuñando un nuevo término médico.

Tintotemesis: presencia de vino tinto en el vómito.

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