Читать книгу Benemérito Doctor - Pietro C. Alvero - Страница 14

Оглавление

Verano de algún año

Episodio 3

Un grano no hace granero...

Duro día de guardia en urgencias. La sala de espera, pese a que nos encontrábamos en un soleado día estival, se encontraba llena hasta la bandera. A veces me planteo si el hospital es la única instalación con aire acondicionado de la ciudad, porque, en mis cortas entendederas, no termino de comprender semejante afluencia.

Continué llamando a pacientes. La siguiente en la lista era una joven, de unos treinta y tantos, que presentaba lo que desde el triaje habían calificado como lesiones dérmicas indeterminadas. Me asaltaron las dudas. Hasta ese momento, lo único indeterminado que conocía era la hora en la que dejarían de llegar pacientes. Cogí aire, suspiré y procedí a llamarla.

– Buenas tardes, doctor – saludó educadamente la joven.

Nada más entrar por la puerta, me percaté de que lo que se denominaban “lesiones indeterminadas” eran, además de determinadas, lesiones por quemaduras en el rostro.

Tras saludarla e indicarle que se sentase directamente en la camilla para la exploración pertinente, procedí a las preguntas clínicas:

– ¿Cómo se lo ha hecho? – indiqué, dando por sentado que la paciente acudía por las numerosas lesiones visibles en su cara.

– Pues es que... verá, doctor – comenzó, con un pequeño tartamudeo –. Mire como tengo la cara, doctor. Pero el cuerpo, más de lo mismo – aclaró. Vengo a ver si me pueden curar las pecas.

La joven, en ese momento, se subió parte de la blusa que tapaba su ombligo y me mostró unas lesiones similares por el abdomen. Eso no eran pecas, eso eran evidentes quemaduras.

Asentí en silencio, dando muestras gestuales para que siguiese con la explicación.

– El caso es que... – continuó – me duelen mucho – obviamente, la creí, ya que las quemaduras que presentaba eran de segundo y tercer grado, por lo que precisaban atención médica.

– Entiendo – contesté –. Pero... – continué –, ¿cómo le han salido esas lesiones?, ¿se ha quemado con algo? – insistí.

– No, ¡que va!, no me he quemado con nada. Son pecas.

Yo no entendía nada. Las quemaduras eran evidentes, por lo que, o la joven no se había mirado al espejo en tres días, o algo me ocultaba, y me incliné, ciertamente, por lo segundo.

– A ver si conseguimos sacar algo en claro – volví a insistirle –. Esto, créame, son quemaduras. Por lo que es imposible que usted no sepa cómo o cuándo se las ha hecho.

En ese momento ella comenzó a ruborizarse.

– Son pecas, doctor, de verdad – me aseguró –. De hecho, no se van ni con productos de la farmacia.

¡Carámbanos!

– Explíquese, por favor – pregunté, ansioso por conocer más detalles.

– Pues mire... A mi jefe no le gusta cómo me quedan las pecas, ya que dice que a los clientes les molestan, así que he decidido quitármelas – se sinceró.

– Ya... – comenté esquivo, reservándome la opinión que ya me había hecho de su jefe.

– El caso es que he mirado varios dermatólogos pero son muy caros, así que he decidido quitármelas yo misma.

– Comprendo... ¿y cómo se las ha intentado quitar? – pregunté, sin querer saber más detalles sobre su jefe y sospechando la respuesta del origen de las quemaduras.

– Pues cómo va a ser. Con el líquido que venden en las farmacias... ¡el nitrógeno líquido ese!

Dilema moral: donde tengas la olla, no apliques nitrógeno líquido.

Benemérito Doctor

Подняться наверх