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INTRODUCCIÓN

Las obras que contiene este volumen están casi en su totalidad representadas en el apartado que Ziegler 1 calificó como escritos ético-filosóficos populares. No diríamos tanto nosotros de todas, pues, si el calificativo de popular puede convenir a la mayoría de ellas, creemos que un tratado de una envergadura como la de Sobre la virtud moral (De virtute morali) se escapa a tal encasillamiento por su propio contenido y por la índole de su exposición, de un carácter doctrinal, escueto y seco, como pocas veces ofrece el de Queronea.

Semejanzas mayores son las que se hallan en el grupo que, a nuestro ver, constituyen Sobre el refrenamiento de la ira (De cohibenda ira), Sobre la paz del alma (De tranquillitate animi), Sobre el amor fraterno (De fraterno amore), Sobre la charlatanería (De garrulitate) y Sobre el entrometimiento (De curiositate). En estos tratados se expone la naturaleza de algunos grandes o pequeños vicios y se dan consejos para su curación o bien se desarrollan doctrinas para vivir en paz con uno mismo o con la familia. La exposición en ellos es bastante sistemática, pero la posible aridez de la doctrina se ve aliviada por la riqueza del anecdotario insertado a todo lo largo de cada obra, lo que hace a muchas de estas obras de las más amenas de nuestro autor. Casos levemente diferentes son dentro de este apartado el del Sobre el refrenamiento de la ira y el del Sobre el amor fraterno. En el primero nos encontramos con el género diálogo, pero solamente en apariencia. Tras un primer intercambio de impresiones entre Sila y Fundano, el diálogo se decanta en una larga exposición de Fundano que sólo se interrumpe con el fin de su teorización sobre los medios para dominar el vicio de la ira. En este tratado no hay una exposición previa sobre la índole de este vicio —que se hallaría, en cambio, en el perdido Peri orgês — sino solamente el tratamiento para lograr su dominio. El segundo de ellos es uno de los opúsculos morales más gratos, a nuestro ver, del filósofo de Queronea. En él se encuentran una espontaneidad, una frescura y veracidad que serían comparables a los rasgos que hallamos en los consuelos que prodiga a su mujer en su Consolatio ad uxorem, debidos en uno y otro caso al amor que prodigaba a su familia y que vemos reflejados en el primero en sus alusiones a su hermano Timón.

Un caso distinto es, aun cuando pueda confundir su título, el tratadito Sobre el amor a la prole. Sin duda el no estar completo es la causa de que nos cuente poco más que es mayor el amor a su progenie en el hombre que entre los animales, aunque se expongan hermosos ejemplos del amor de las bestias por sus crías. La obra parece inacabada y su texto se presenta muy corrompido. Por otra parte su estilo cuadra más que nada con el de los ejercicios retóricos, y las dificultades en su datación no aclaran tampoco el problema.

Las tres restantes obras que constituyen este volumen son todas ellas igualmente breves e incompletas. Sobre dos de ellas, Si el vicio puede causar infelicidad (An vitiositas ad infelicitatem sufficiat) y Si las pasiones del alma son peores que las del cuerpo (Animine an corporis affectiones sint peiores), ya Wilamowitz 2 formuló la teoría de que ambas formarían parte de una sola obra mayor, siendo la primera de las dos continuación de la segunda. Esta hipótesis, que no halló fortuna, ha sido retomada en cierta manera y con mayores vuelos por Adelmo Barigazzi 3 . Este autor supone que no sólo estos opúsculos sino también los tratados Sobre la fortuna (De fortuna), Si la virtud puede enseñarse (An virtus doceri possit) 4 y Sobre la virtud y el vicio (De virtute et vitio) —de los cuales sólo el segundo forma parte de este volumen— provendrían de una misma obra fragmentada. El orden en que habría que leer estos fragmentos sería De fort., An virtus, Animine an corporis, An vitiositas y por último De virt. et vit. A su juicio, todos ellos revelan el ejercicio de la retórica como otros productos de la etapa de juventud de Plutarco y podría convenirles un título como De virtute, an docenda sit (Perì aretês, ei didaktéon). Subtítulos en la obra la habrían llevado a la fragmentación en piezas independientes en una época situable entre la publicación del catálogo de Lamprias (s. III /IV d. C.) y la edición de Máximo Planudes (s. XIII de nuestra era). El contenido sobre la virtud habría favorecido su difusión en el cristianismo. Incluso, recuerda, el número 180 del catálogo de Lamprias es Perì aretês, ei didaktéon hē aretḗ. En suma, no se trataría aquí de un tratado moral, sino de una declamación sobre la virtud. La exposición de esta teoría aparece bien fundada y resulta atractiva, ya que sirve también para eludir el cómodo recurso de calificar todos estos textos fragmentarios de apuntes sin desarrollar o de obras incompletas publicadas póstumamente por herederos. Sin embargo, por más atractiva que resulte tal teoría, no puede dejar de ser más que una suposición plausible, pero no fácilmente demostrable.

Los diez tratados que figuran en este volumen se encuentran en el Corpus Planudeum, conservado en el códice Parisino E, y son respectivamente los números 55, 52, 9, 11, 13, 46, 45, 19, 14 y 10. El orden de los tratados en nuestra traducción responde al de la edición estefaniana. La tradición manuscrita es muy amplia y solamente pretendemos mostrar un esbozo de ella. En su conjunto es una colección de casi cincuenta códices, repartidos en tres familias. De la primera, que representa la tradición más antigua, el manuscrito principal es un palimpsesto, el Laurentianus 69 (L) del s. x, muy mutilado, del cual es copia el Parisinus gr. 1955 (C) (s. XI -XII) . La segunda familia, muy compleja, tiene varios grupos entre los que se encuentran el Marcianus gr. 249 (Y) (s. XI -XII ) y los Mosquenses SS. Synodi gr. 501 y 502 (M y N) del s. XII en el primero de éstos, manuscritos de los que, con diversas alteraciones, derivan los demás. La tercera representa la tradición de Planudes y en ella se encuentran el Ambrosianus gr. 859 (α) poco anterior a 1296, el Parisinus gr. 1671 (A) del s. XII y el Parisinus gr 1672 (E) del XIV , poco anterior al 1302. El propio Mosquensis gr. 501, de la familia segunda, parece haber sido corregido por el propio Planudes. Con esta familia y, en concreto, con el Ambrosianus gr. 859 parece relacionarse ɛ (el Matritensis 4690, antiguo N 60) de la Biblioteca Nacional, fechado por Gregorio de Andrés 5 en el s. XIII. En él se hallan algunos de los tratados que se traducen en este volumen, a saber, por este orden: De cur., Anim. an corp. affect., De gar., De coh. ira, De tranq. an., De frat. am., De virt. mor. También en la Biblioteca de El Escorial se hallan el Anim. an corp. affect. (5, antes R. I. 5) así como un excerptum del De frat. am. en el 339. Ambos códices son tardíos.

En cuanto a las traducciones de estas obras puede decirse con certeza que no se ha conocido ningún esfuerzo para su versión directa del griego al castellano desde el s. XVI hasta nuestros días 6 . Fue Diego Gracián de Alderete, secretario del emperador Carlos V, quien en 1533 publicó los Apothegmas del excelentisimo Philosopho y Orador Plutarco Cheroneo en Alcalá de Henares, traducción de la que da cuenta M. Menéndez y Pelayo, advirtiendo que no había llegado a sus manos 7 . Sí conocía, en cambio, la de 1548 como asimismo la reedición de 1571 con adición de ocho obras más, a las que dedica grandes elogios. En estas versiones de los Morales de Plutarco. Traduzidos de lengua Griega en Castellana se hallan parcialmente los tratados que se publican en este volumen. No sabemos bien cuál fue el criterio que llevó a Gracián a hacer esta selección, pues si hubiera sido el de no considerar algunas de ellas, como apunta Menéndez y Pelayo 8 , verdaderamente apropiadas a este título, sí habría tenido en cuenta tratados como Sobre el amor fraterno o Sobre la charlatanería que no aparecen en su traducción. Los que corresponden con este volumen son por el orden en que en él aparecen los siguientes: Que la virtud se puede enseñar (fol. 180); Cómo se ha de refrenar la yra (fol. 149 v.); De la tranquilidad y sossiego del ánimo (fol. 156 v.); Que son mayores las dolencias y passiones del ánimo que las del cuerpo (fol. 164); Contra los que son curiosos por saber vidas agenas (fol. 174).

A partir del excelente estudio de J. S. Lasso de la Vega 9 sobre las traducciones de las Vidas parece haberse puesto de moda el vapulear la traducción de Diego Gracián 10 . Aun sin negar todos los defectos que estas versiones presentan, pensamos que las traducciones de los Morales deberían estudiarse más a fondo para emitir un juicio. No debemos olvidar que Gracián es un hijo de su época y que el gusto por la paráfrasis también se halla en la traducción latina de Erasmo que él tuvo a la vista. Por otra parte, que también tuviera presentes otras traducciones de los Moralia en lengua vernácula no parece extraño. El que pueda haber semejanzas entre traducciones en lenguas vernáculas puede deberse, a veces, a coincidencias estructurales entre ellas. En fin, el propio secretario reconocía las muchas dificultades que había encontrado en traducir a Plutarco 11 , y su opinión sobre la oscuridad de pasajes y abundancia de citas podría subscribirse igualmente ahora, cuando se cuenta con mucho mejores medios.

Una traducción interesante, aunque del latín, como advierte el autor, es la que hizo Diego de Astudillo 12 del De cohibenda ira y que aparece a continuación de su traducción de la Introducción a la sabiduría de Juan Luis Vives, lo cual lleva a pensar que la traducción latina procedería de este último. Esto confirma el interés que por Plutarco sintió el círculo de erasmistas. Por último, y sólo a título de curiosidad, mencionaremos una traducción de comienzos del s. XIX de los Morales, cuyo autor advierte paladinamente haberla hecho del francés. Se trata de una adaptación de parte de las Obras morales de la que no sabemos si el traductor, Enrique Ataide, es responsable o si realmente ya tradujo tal adaptación 13 . Quizá se trate más bien de lo primero, por lo que dice en la n. 1 a la pág. 5: «En la traducción de los Pensamientos escogidos de Plutarco, no me he sujetado a toda la precisión que hubiera guardado si hubiera emprendido la traducción de sus obras, ó de alguno de sus tratados. Era menester dar sus ideas, más bien que sus expresiones; pero si me he tomado alguna libertad, ha sido con mucho cuidado».

Para terminar, hemos de referirnos a las ediciones griegas manejadas. El texto griego seguido es el de W. C. Helmbold en el t. VI de la colección The Loeb Classical Library. Asimismo hemos tenido a la vista el texto griego de la edición de M. Pohlenz y W. Sieveking en la colección Teubner, cuyas lecturas se han adoptado en algún caso. También han sido de gran ayuda la edición de J. Dumortier y J. Defradas en Les Belles Lettres y la de Moralia 1 de G. Pisani, tanto en algunas adopciones de lectura como en su interpretación en las traducciones. Hemos tenido en cuenta igualmente ediciones monográficas de todas las cuales se da cuenta en la Bibliografía, salvo de alguna edición reciente que no ha llegado a nuestras manos y que por ello se ha omitido.

Obras morales y de costumbres (Moralia) VII

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