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INTRODUCCIÓN I LAS BIOGRAFÍAS DE CORIOLANO, ALCIBÍADES, PAULO EMILIO Y TIMOLEÓN

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Si tuviéramos que buscar una nota común a estos cuatro de los seis personajes reunidos en este nuevo volumen de las Vidas Paralelas de Plutarco, ésta podría ser su destacado papel, positivo o negativo, en las crisis internas y externas de sus respectivos pueblos. En efecto, Alcibíades y Coriolano, en las confrontaciones respectivas de Atenas con los espartanos y de Roma con los volscos, aparecen como responsables individuales de sus éxitos y de sus fracasos y en su haber se cuenta al final la salvación de la patria; lo mismo cabe decir de Paulo Emilio respecto de la guerra macedonia, que puso en jaque la estabilidad internacional de Roma. Por último, los cartagineses son el enemigo exterior al que se enfrenta y vence Timoleón, hacedor de la libertad para toda Sicilia, convertida en su auténtica patria.

Las diferencias de enfoque entre estos cuatro personajes están sin duda en el carácter colectivo o individual de sus antagonistas, compatriotas o enemigos exteriores, que sirven para perfilar los contornos éticos de su personalidad. En el caso de Alcibíades y de Coriolano, la antítesis viene marcada por los atenienses y los romanos, pero también por figuras individuales como Nicias, en el primer caso, y el caudillo de los volscos, en el segundo. Pero, mientras ambos personajes son ejemplo de los rasgos que Plutarco atribuye y critica a los tiranos, un leitmotiv de su pensamiento político (a saber, egoísmo, autoritarismo, etc.) y se comportan como tales precisamente en el trato hacia sus pueblos, en el otro extremo quedan, con su espíritu de sacrificio y entrega a la lucha por la libertad, las figuras de Emilio y de Timoleón, que se realizan como verdaderos padres de la patria precisamente en y por combatir a tiranos reales, como son los de Sicilia y concretamente Hícetes, en el caso de Timoleón, o Perseo, en el caso de Emilio. Sin embargo, también tienen que vencer el descontento de sus conciudadanos (Emilio de sus soldados) o la desconfianza de un pueblo ya escarmentado de los salvadores de la metrópolis (Timoleón respecto a los siracusanos 1 ).

Por otra parte, a estos dos pares (Coriolano-Alcibíades y Emilio-Timoleón) les es común el hecho de que en la mayor parte de (o en toda) la tradición manuscrita precede el personaje romano al griego, como también sucede con el par Sertorio-Éumenes . En el caso de Coriolano , es bastante seguro que la preferencia remonta al propio Plutarco 2 , según Ziegler por razones cronológicas. En cuanto al Emilio-Timoleón , la tradición manuscrita es unánime en el orden; sin embargo, la alusión que el propio Plutarco hace a este libro en Aem . 1.6 («Entre éstos hemos recurrido ahora para ti a la vida del corintio Timoleón y de Emilio Paulo») permite discutir ese orden 3 , razón por la cual probablemente la Aldina y otras ediciones basadas en ella invirtieron el de todos los manuscritos, que colocan el prólogo delante de la Vida de Emilio y ésta delante de la de Timoleón . No ayuda a clarificar el tema el hecho de que las dos Vidas comienzan directamente, cuando lo habitual (aunque hay excepciones) es que la segunda se ligue a la anterior mediante la partícula , generalmente en correlación con un mén del último párrafo de la Vida precedente 4 . No obstante, hay razones que quitan importancia a esos argumentos y otras que nos animan a asumir con Ziegler (y en contra de Babbit y Flacelière, que aceptan la secuencia de la Aldina) el orden de los manuscritos. Así, respecto a que Plutarco se refiera a «la vida del corintio Timoleón y de Emilio Paulo», aunque importante para hacernos pensar en un orden distinto, no es significativo. Pues también en el prólogo del par Dión-Bruto , cuyo orden está fuera de dudas, Plutarco habla del libro «que contiene la vida de Bruto y de Dión» (con la secuencia también invertida 5 ) sin que sea discutible que Bruto sigue a Dión . Es probable que en la inversión de los personajes tenga mucho que ver, en el caso que nos ocupa, el hecho de que este par se escribe al mismo tiempo que el de Dión y Bruto , de manera que el lapsus de Plutarco puede deberse a la conciencia de estar tratando el mismo contexto histórico con los personajes griegos. De todos modos, el mayor interés de Plutarco por la personalidad de Emilio 6 y que en la comparación siempre se cita en primer lugar, justificaría de sobra que dé prioridad al romano sobre el griego. Pero hay al menos un rasgo formal que no deja lugar a dudas: la Vida de Emilio concluye con una de esas frases con que se cierran primeras Vidas («Así dicen que fue la conducta y vida de Paulo Emilio») 7 y que nunca encontramos al final de las segundas.

Respecto a la cronología relativa y a la motivación de estos dos pares, Emilio-Timoleón , compuesto a la vez que el Dión-Bruto (duodécimo par, según el propio Plutarco), se publicó antes (undécimo), como ha demostrado convincentemente G. Nikolaidis 8 ; la Introducción que precede la biografía de Emilio lo coloca, con el Pericles-Fabio , en el grupo de Vidas escritas para provecho propio. Mientras con estas Vidas Plutarco se aproxima al encomio y la hagiografía, con la serie iniciada en el Demetrio-Antonio , a la que pertenece Coriolano-Alcibíades (par dieciocho del conjunto), analiza los efectos morales de personajes negativos que merecen su reprobación y acercan la biografía al vituperio 9 .

Estos dos personajes, Coriolano y Alcibíades, sufrieron un destino similar (ambos se enfrentaron con sus pueblos y fueron juzgados, condenados y obligados a vivir en el exilio; ambos encontraron asilo entre sus enemigos y lucharon contra sus conciudadanos; y ambos murieron en el exilio, víctimas de la envidia o del miedo de los enemigos); pero presentan, sin embargo, notables diferencias, tanto por su orientación, el uno más político y el otro un soldado, según ha mostrado recientemente Simon Verdegem (2005), como por su condición, el uno refinado y culto y el otro rudo, sin formación e inflexible 10 ; aquél fue ambivalente y polytropos —como el Odiseo de Homero— y éste directo, simple y monolítico 11 ; pero los dos responden al concepto platónicoplutarqueo de «grandes naturalezas», capaces de alcanzar los mayores logros, aunque también de causar los peores males 12 a los suyos. Es cierto que Plutarco podría haber comparado a Coriolano con Temístocles 13 ; pero es que entre sus grandes defectos la tradición literaria ponía ante los ojos de Plutarco uno que va mejor con la personalidad de Alcibíades (tal como se configura ya en Tucídides 14 ) que con la de Temístocles y es precisamente el que asocia las cuatro figuras del grupo: sus pretensiones tiránicas. En efecto, Coriolano fue acusado de tirano por sus enemigos 15 , razón oficial del exilio; de Alcibíades, sus actitudes son vistas bajo este prisma por los atenienses de más experiencia 16 y el mismo biógrafo se permite dudar sobre sus opiniones verdaderas sobre la tiranía y sobre si habría deseado o no convertirse en tirano 17 . Estos personajes no son tan radicalmente tiranicidas, como en general los héroes virtuosos de las Vidas Paralelas , sino ejemplo ellos mismos de actitudes tiránicas; aunque también en esto hay una diferencia entre ambos: mientras que los antagonistas individuales de Coriolano pertenecen a la denostada especie del demagogo (con el tirano, otro de los tipos políticos más detestables para Plutarco 18 ), representada en los tribunos de la plebe, con Alcibíades se personaliza tanto aquél como éste 19 .

Tiranos y demagogos son en cambio los enemigos que hacen brillar las virtudes de Emilio y Timoleón. Al combatir a los primeros nos enseñan que el buen estadista deja a un lado los problemas personales y los egoísmos, cuando lo exige el bien de la patria (Roma para Emilio y Sicilia para Timoleón) y, por encima de intereses mezquinos, de ambiciones inconfesables y, sobre todo, de la codicia, enarbola la bandera de los valores más sagrados de la virtud política: el buen orden, las tradiciones y la libertad. De esto es un buen ejemplo Emilio frente a Perseo; pero también lo es Timoleón frente a Hícetes, los demás tiranos y los cartagineses. Ambos, revestidos de la auctoritas que genera el respeto a las tradiciones y el sacrificio por los conciudadanos, superan la plaga de los envidiosos y demagogos. Pero al lado de este elemento de moral politica, el interés especial de Plutarco por ambos personajes está en el papel de la providencia en la historia y, en las relaciones de aquéllos con la fortuna. La forma como los dos utilizan a su favor los prodigios naturales, interpretándolos correctamente como signos de información divina, a partir del conocimiento científico, los sitúa a la altura de un Pericles o de un Fabio Máximo; y la forma en que la divinidad colabora con su virtud para llevar a buen término su misión, hace de ellos sacerdotes y hombres divinos, razón de más para llevar el interés de Plutarco por sus Vidas a los límites de la hagiografía. Tan sólo una nota importante, a favor de Emilio, los diferencia: mientras los hechos son sin excepción obra de la fortuna, que colabora siempre en positivo con su virtud (una asociación extraña al pensamiento platónico del biógrafo), el tratamiento de la virtud de Emilio en guardia ante la fortuna responde más a los planteamientos morales de Plutarco: en él sobresale la virtud por encima y a pesar de la fortuna, y su figura se perfila como un modelo de sabio platónico, armado de auténtica paideia , próximo a los ideales de Licurgo o, sobre todo, de Numa. En efecto, su vigilancia constante ante la futilidad de los éxitos humanos es la guía de conducta que le marcan las pautas morales de Plutarco y por medio de ella afrontará con una dignidad casi sobrehumana los más graves infortunios familiares anteponiendo al amor paternal el debido a la patria; en esto es a todas luces superior a Timoleón.

Veamos ahora algunos aspectos concretos sobre la tradición literaria de estos personajes que determina directa o indirectamente la tarea biográfica de Plutarco y la originalidad con que modifica, amplía o selecciona los materiales de sus fuentes el biógrafo:

Vidas paralelas III

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